Sinónimo de Buenos Aires, Laura Ana “Tita” Merello fue una mujer que edificó a base de talento y una indomable personalidad una carrera artística imborrable, que se recuerda este viernes al cumplirse 120 años de su nacimiento.
Fue el 11 de octubre de 1904, en los primeros suspiros del siglo XX, cuando esta mujer que estaba destinada a maravillar a miles de personas desde las pantallas cinematográficas nació en el corazón del barrio porteño de San Telmo, en el seno de una familia muy humilde.
Su carrera profesional estuvo más allá de los rótulos. Su metamorfosis podía mutarla de una actriz dramática de profunda convicción a una comediante de humor irónico y sutil. Así también podía hacer prevalecer la picardía de una cantante, que sin tener una voz privilegiada vistió sus interpretaciones con un estilo irrepetible cargado de intencionalidad.
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Estuvo en sus primeros años de vida muy alejada del brillo de la fama, en una experiencia de vida donde sufrió de necesidades básicas que marcaron su personalidad a fuego. Precozmente quedó huérfana de su padre, mientras la madre, una mujer uruguaya, no la reconoció como hija hasta los cinco años, por lo cual vivió en un asilo para luego emigrar a Magdalena, en la provincia de Buenos Aires, donde trabajó en una estancia como boyera.
Esa dura infancia, marcada por la pobreza, de origen miserable y de hambre que conoció muy de cerca, alimentaron las fuerzas para pelear la vida desde temprana edad, y con ese carácter, regresó a los 19 años a la ciudad de Buenos Aires con el fin de conquistarla.
Así, en 1920, más por necesidad que por sueños artísticos, inició su carrera profesional como corista en el Teatro Bataclan, ubicado en la zona de los cabarets, cerca del puerto porteño, donde comenzó a hacerse notar por la belleza de sus piernas y su difícil carácter.
Dos años después, pasó a ser vedette en el Teatro Maipo, donde interpretaba el tango “Pedime lo que querés”, de Francisco Canaro y Caruso, momento a partir del cual comenzó oficialmente su ascendente carrera artística, que no pararía hasta fines de la década de 1980.
En 1927 comenzó como cancionista, actividad en la cual se destacó por su tono potente, que imponía silencio, por su forma rea y cáustica de cantar el tango, y aunque Tita no se caracterizó por una gran voz, daba fuerza a sus canciones con una gran expresividad.
Entre ese año y 1929 grabó 18 tangos, todos de carácter humorístico y burlón, como “Qué Careta”, “Mi
papito”, “La viuda misteriosa”, “Paquetín paquetón”, y otros melancólicos como “No salgas del barrio”.
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En 1933, ya con un nombre propio, fue seleccionada junto a otros actores destacados y cantantes populares para interpretar “Tango”, la primera película sonora del cine argentino, de Luis Moglia Barth.
Ese fue el primer eslabón de 33 producciones cinematográficas en las cuales participó durante medio siglo hasta 1985 cuando filmó “Las Barras Bravas”, dirigida por Enrique Carreras. Entre sus papeles más destacados se recuerdan sus actuaciones en “Filomena Marturano”, junto a Guillermo Battaglia (1950); “Arrabalera” (1951); “Los Isleros” de Lucas Demare (1951); “Mercado de Abasto” (1955); “Los Evadidos” (1964) y “La Madre María” (1974), entre otros éxitos.
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En su debut en el cine compartió cartel con un joven Luis Sandrini, con quien volvería a encontrarse, pero esta vez como su pareja en la vida real en 1942, en una intensa relación amorosa que se extendió por una década, hasta que el gran bufo del cine nacional se enamoró de su segunda mujer, Malvina Pastorino.
Ese fracaso sentimental -en realidad la decisión de Sandrini de abandonarla por otra mujer- marcó su vida adulta ya que nunca más se le conoció una pareja, y vivió el resto de su vida el dolor de esta separación como un duelo personal.
En su extensa carrera también sufrió la persecución política, cuando con la caída del gobierno de Juan Domingo Perón, en septiembre de 1955, debió emigrar a México -donde gozaba de un importante reconocimiento- a raíz de denuncias, nunca comprobadas, por parte de los militares golpistas.