Ser mamá constituye para mí una de las experiencias más profundas y transformadoras de la vida. Es un viaje de entrega, crecimiento y aprendizaje continuo, cargado de desafíos, momentos de dudas y, sobre todo, de amor. En el contexto del mundo actual -un entorno vertiginoso, digitalizado y marcado por modelos familiares cambiantes- ser madre se ha vuelto un reto aún más complejo, especialmente cuando se trata de equilibrar el mundo laboral y familiar, manteniendo siempre presente nuestra función como guías.
Uno de los mayores desafíos es encontrar el equilibrio adecuado entre cercanía y autoridad. En la búsqueda de una relación cercana con nuestros hijos, podemos caer en la tentación de querer ser sus “compinches”. Sin embargo, esto puede desdibujar los roles esenciales para su desarrollo. Cuando nos convertimos en amigos en lugar de figuras de referencia, los hijos pueden perder la estructura y la guía que necesitan para crecer de manera saludable.
Lucas Raspall, un experto en la materia, lo explica de manera simple pero contundente: “Si el adulto se pone a la altura del adolescente, deja de ser la guía que el chico necesita”. Es decir, una buena guía no es aquel que se pone a la par, sino quien, con sabiduría y experiencia, sabe cuándo ajustar los movimientos, cuándo apoyar y cuándo imponer límites. Los límites, aunque a veces nos provoquen culpa, son necesarios para el bienestar emocional de nuestros hijos.
La relación entre madres e hijos evoluciona con el tiempo. No es la misma manera de vincularnos cuando son pequeños que cuando se acercan a la adultez, y aceptar esta transformación es una prueba de amor.
Renunciar al control para fomentar su autonomía es un acto difícil, pero esencial. Al hacerlo, fortalecemos una relación que será la base para una sociedad más sana y equilibrada.
En este Día de la Madre, celebraremos todas las formas en que el amor se expresa. ¡Feliz día!
Valeria Fiore
Abogada-Mediadora
IG: valeria_fiore_caceres