Pasadas las cuatro, cinco décadas de transitar con este cuerpo de tierra y cielo las noches y los días del mundo, viendo que el calor, la humedad y el crecimiento de las plantas, todos juntos, se llevan muy bien, sintiendo el correr de arroyos que atropellan cuando llueve y que traen más especies de aguas arriba y las desparraman, en las aperturas de los bordes y las márgenes.
Las costas de los arroyos de Europa, norte de África y Asia están salpicadas por menta peperita y menta spicata y más allá de que se hayan adaptado en muchas partes del nuevo mundo, su origen es del antiguo, junto con los té verde y menta en Marruecos, salsas como el Zhug en Yemen, o las tradicionales saltas de menta para acompañar cordero en Reino Unido.
No faltan las ensaladas como el tabule de Medio Oriente, los chutneys de platos indios, las sopas tailandesas, y el sabzi khordan de Irán, donde se combina varias hierbas entre ellas la menta para alinear guisos y finalmente los postres, helados y dulces.
La menta en hojas frescas, secas, esencias, aromaterapia, velas y homeopatía. La menta que crece en el agua, curiosamente apaga calores, calma la mente, otorga saciedad, provee frescura, la menta que crece de golpe e invade, agradable invasión que además repele insectos y protege cultivos.
Cuando se combinan el calor, la humedad, el verano, el juego, los años. Se vuelve necesario el refresco en la frente, en el estómago, en la nuca.
Saborear una hoja de menta, tomar las hojas entre las manos, verterlas en agua en ebullición, sentir sus vahos en inhalación profunda, compartir la tasa de té, mirar como las horas pasan y el atardecer llega.
Se invita desde ecosanación a tomar una, dos y hasta tres tazas de té de menta si se pueden incluir sus flores mejor.
Vivenciar la frescura sin mezclar con otras hierbas dejar que la menta se meta en cada invaginación intestinal y haga de las suyas, ponga en vilo ese calor y nos deje ver qué cosas nos calientan tanto que transforman, desfondan y queman tanto que arden en la piel.
Dicen que la menta sirve para sosegar esos enojos que nublan la visión y enturbian el pensamiento. Sin duda en esos casos vendría bien un té de menta (*).
*La lavanda y el laurel poseen acciones semejantes. Seguimos en otro capítulo de Ecosanación.
Anahí Fleck
Magister en Neuropsicología. 0376-154-385152