Aquel 1 de noviembre de 1999, la plaza 9 de Julio de Posadas se convirtió en escenario de una “batalla entre el bien y el mal”, o al menos así lo plantearon partidarios y detractores de la muestra “Plantíos”, del artista eldoradense Ángel Kusiak, que se instaló al anochecer de esa jornada y debía extenderse hasta entrado el día 2, tanto en el espacio público en el “corazón” de la ciudad como en distintos museos capitalinos.
La idea era plasmar un homenaje a la tradición popular mexicana del Día de Muertos, en una época en la que todavía tal vez la comunidad posadeña no estaba del todo preparada. Seguramente hoy podría haber pasado hasta desapercibida esta propuesta, pero hace un cuarto de siglo, y más allá de la calidad o no del hecho artístico en sí, la mera alusión a los difuntos en una fecha tan “sagrada” dividió las aguas y siguió haciendo olas durante meses.
“Plantíos” pretendía recrear el hecho cultural mexicano a través de la plástica actual, valiéndose de una instalación multimedia plasmada en un laberinto de ataúdes al aire libre, contenedores de basura que se recicla y plantines de árboles (reales) que cada uno podía tomar y llevarse a casa… si se atrevía a meter la mano en el cajón correspondiente.
Hasta la Estatua de la Libertad participó, involuntariamente pero haciendo honor a su nombre, al ser disfrazada con una calavera de utilería.
También se integraban la poesía la música, muchas flores y velas repartidas por toda la plaza, como un altar sacro-pagano a medio camino entre la religiosidad y el pensamiento filosófico.
No se entendió así -al menos mayoritariamente- aquel 1 de noviembre de 1999. Y tampoco salió todo según lo previsto por el artista. La intervención urbana era un montaje ambicioso que excedió la capacidad de producción de su ideólogo, quien -sin personal suficiente y golpeado por intensas lluvias y no menos agresivos ataques de algunos sectores de la comunidad, que llegaron hasta las agresiones físicas– debió recurrir a familiares y jóvenes alumnos para llevar adelante todo.
Varias organizaciones religiosas no cesaron de pronunciarse en contra de la instalación artística, algunas de forma civilizada y otras al mejor estilo medieval, con exorcismos incluidos. Pasada la medianoche, un nutrido grupo de fieles cristianos irrumpió en la muestra y, aunque no pudo vandalizarla como habrían querido, se entrelazaron en una cadena de oración en mitad de la plaza que se extendió durante casi toda la madrugada.
Aunque las primeras luces del día fueron apaciguando los ánimos y los guías pudieron cumplir su función de explicar a los transeúntes en qué consistía la función, ésta quedó trunca (no completó las pretendidas 24 horas de efímera vigencia), rodeada por el escándalo del momento y una profunda polémica que se siguió rumiando en la ciudad hasta mucho tiempo después.
La inconclusa “Plantíos” terminó penduleando de suceso artístico a fenómeno mediático y de ahí al hecho policial. A fin de cuentas, Kusiak acaso logró la mejor instalación jamás soñada, con protagonistas de carne y hueso: comunicadores indignados, evangelistas enardecidos, artistas solidarios, funcionarios arrepentidos, policías confundidos y público asombrado, en un cóctel de lo más jugoso que se vio en los últimos 25 años en la provincia.