Por: José Alberto Ruiz Storni
La pintora de cuadros lindos,
mujer que a su arte amaba,
estaba llorando en silencio
Con un dolor en las mamas.
Tenía veinte años su vida,
en una soltería atesorada,
lazarillo fiel de su abuela,
una anciana que cuidaba.
Una vez un apuesto gavilán
se había enredado en sus alas
y casi le arrebata el corazón,
pero hubo una mala jugada.
La pintura borraba su desdicha,
era un refugio para su alma,
donde pasaba muchas horas
pintando lienzos a mano alzada.
Debía contarle a su abuela,
bajo el corpiño le punzaba,
que ya hacía más de un mes
que ese fueguito le quemaba.
_ ¡Hija mía!, pronto, ve al médico
ya no te demores por nada,
porque mil cuadros te esperan.
Aconsejó firme, la vieja sabia.
_Hija, estás a tiempo de atacar,
puede ser cáncer de mamas;
unos estudios te vendrán bien
para saber que, tal vez, es nada.
Piensa en ti y en tu futuro;
yo seré tu ángel de la guarda.
Salva y cuida de tus encantos,
que un hombre sabrá amarlos.
Hubo una vez una gran poetiza…
Ese cáncer la arrojó a las aguas,
ahogando en el mar mil poemas
que en su corazón guardaba.
_Hija mía, no te prives del amor,
de tu talento, de tu gracia…
Dejarás al mundo tus obras;
¡atiende pronto tus mamas!
Ve sin miedo, es tu destino;
después despliegas las alas.
Que tus logros en mi sombra
serán tiernas caricias al alma.
Seudónimo: Pluma Azul