La violencia sexual infantil es una crisis de derechos humanos y de salud pública que atraviesa todos los países y estratos sociales. De acuerdo con la ONU, alrededor de 120 millones de niñas y adolescentes menores de 20 años han sufrido alguna forma de violencia sexual en el mundo.
Estos abusos tienen efectos devastadores y de largo alcance en la salud física, mental y emocional de los menores, muchas veces afectando su vida adulta. Además, la vergüenza y el miedo al estigma son barreras que impiden que muchas víctimas denuncien, buscando justicia y apoyo para sanar.
En este contexto, noviembre ofrece una oportunidad para reflexionar y actuar en pro de la infancia, conmemorando tres fechas claves de forma consecutiva desde hoy hasta el miércoles.
Cada uno de estos días aborda aspectos distintos pero complementarios de la protección infantil, y juntos refuerzan la necesidad de una respuesta integral.
Así, el 18 de noviembre fue declarado por las Naciones Unidas como el Día Mundial para Prevenir la Explotación, los Abusos y la Violencia Sexuales Contra los Niños y Promover la Sanación de sus Efectos. La efeméride no solo se centra en la prevención de la violencia sexual infantil, sino también en la sanación y la recuperación de las víctimas, un aspecto clave para ayudar a los supervivientes a reconstruir sus vidas y recuperar su dignidad.
Mañana, 19 de noviembre, es el Día Internacional para la Prevención de la Violencia y el Maltrato Contra Niños, Niñas y Adolescentes, que busca visibilizar todas las formas de violencia que afectan a los menores, desde el abuso sexual hasta el maltrato físico, psicológico y emocional.
Y el 20 de noviembre es el Día Mundial de la Infancia, proclamado por la ONU para conmemorar la adopción de la Convención sobre los Derechos del Niño en 1989.
En síntesis, una tríada para reflexionar y actuar entre todos en consecuencia, con la vista puesta en proteger a quienes más lo necesitan.