Todos venimos a esta vida con dones, que son como semillas que traemos al nacer.
Cuando va pasando el tiempo, vamos usando nuestras semillas y vamos plantando nuestras flores.
Pero muchas veces, solo usamos algunas semillas y vamos dejando las otras para “más adelante”.
A veces, pasa el tiempo, y ya nos olvidamos de aquellas semillas que trajimos al nacer y aún no las hemos usado, pensamos que quizás no tenemos ningún don especial, pero la buena noticia es que está ahí y siempre estamos a tiempo.
¿Cómo descubrir esa semilla olvidada?
El primer paso es sacarnos la presión de que debe salir perfecto y permitirnos experimentar como cuando éramos niños.
Lo segundo es conectarnos con el sentir, dejar por un momento nuestros pensamientos y permitirnos crear, dejarnos llevar por lo que va surgiendo, disfrutando el proceso. Finalmente, repetir esta experiencia de dejarnos llevar por el sentir, disfrutando como cuando jugábamos de chicos, sin apresurarnos por ponerle un rotulo o titulo a lo que estamos haciendo, solo ira tomando forma y se transformará en la flor que está destinada a ser.
Una parte de nosotros puede llegar a pensar que destinar tiempo en algo que no sabemos hacia dónde nos lleve, y que al menos en el corto plazo no nos da dinero, es perder el tiempo, pero nada mas alejado de la realidad.
Porque son estas actividades las que nos conectan con nuestro interior, con esa parte mágica que todos llevamos dentro y nos proporciona felicidad, hace que cada día sea diferente, nos aleja de la rutina y la apatía.
Vinimos a esta vida a aprender y ser felices, por eso, conectarnos con nuestros dones, permitirnos crear y sentir, saca lo mejor de nosotros mismos.
Cada uno tiene una luz única e irrepetible en el mundo, dejarla salir es una decisión personal, y sin duda es el secreto para sentir que cada día de nuestra vida cuenta, que no cambiaríamos nada porque todo tiene su encanto.
Natalia Moyano
Contadora con
corazón de escritora
[email protected]