Mi hermano fue herido en la cabeza en la Guerra del Catorce (Primera Guerra Mundial). Durante tres años estuvo internado en diferentes hospitales de campaña o también hospitales. Luego de su recuperación, trabajó de nuevo en su profesión de estucador. Pero los tiempos, después de una guerra perdida, eran malos por lo que cada uno buscaba trabajo donde podía. Un día, como caída del cielo, llegó a Metterzimmern, una carta, proveniente de Montecarlo, Misiones, Argentina.
Como la carta era del compañero de escuela de papá, Gottlieb Durian, que en 1911 había emigrado a Brasil, y entretanto se había traslado a Argentina y nos animaba a venir, mi padre y mi hermano enseguida se mostraron entusiasmados. Mi papá se fue rápidamente a la oficina de migraciones y se informó sobre la situación y dónde quedaba en realidad Misiones. Así comenzó la historia de la emigración de la familia de Ernst Kimmich en 1921.
En 1921, o sea tres meses después de la llegada de la carta, mi padre había tomado la decisión de enviar a su hijo mayor, mi hermano, Ernst a la selva, en Argentina. Ernst estuvo contento en poder ser independiente por fin, aunque ya estaba comprometido con Marie Brosi de Hasslach (Hohenhasslach).
Papá le dio el siguiente consejo: “…cuando llegues al país desconocido en el que quieras trabajar como agricultor, fíjate que haya suficiente agua y también montañas y valles…”; a eso estábamos acostumbrados nosotros los suabos (Suabia es una región histórica, cultural y lingüística en el Suroeste de Alemania).
Los preparativos avanzaron rápidamente y, así, en abril de 1921, Ernst pudo largarse a Buenos Aires con un buque de carga desde Hamburgo. En mayo de 1921 llegó a Buenos Aires. Desde allí, el viaje siguió muy lentamente. Entre tanto comenzó el invierno argentino, que también puede llegar a ser sensiblemente frío en Misiones.
Mi hermano fue recibido amablemente por el compañero de colegio de papá, Gottlieb Durian. Trabajó durante unos meses por comida y alojamiento en lo de la familia Durian y así pudo conocer el lugar y su gente.
Ya después de unos meses escribió que estaba construyendo, que había reservado y comprado de la compañía, a través del señor Durian, algunos lotes de tierra -un lote en una colonia son aproximadamente 20 a 26 hectáreas). Preguntó si Pauline no quería venir también junto con su novia Marie. Que la tierra era buena y que todo crecía en abundancia; pero también el yuyo. Así empezaron otra vez los preparativos.
Para el viaje de Ernst, papá había vendido una res. Eso alcanzó para el viaje y un buen dinero de bolsillo. Para el viaje de Pauline vendimos una vaca. Aparte del pasaje, con lo que obtuvimos pudimos comprar también una máquina de coser. Así Pauline viajó con la novia de Ernst, Marie, desde Bremen hacia Buenos Aires a bordo de un buque de pasajeros. Pauline tuvo una angina y tuvo que pasar la mitad del viaje en el camarote. En el invierno salieron desde Bremen y llegaron en medio del verano a Buenos Aires. De Buenos Aires a Montecarlo la travesía siguió en el vapor de ruedas. La travesía duró una semana.
En enero de 1923, Ernst y Marie se casaron en Puerto Piray y vivieron en su casita de madera hasta que nosotros vinimos, dos años más tarde. ¡Ahora comenzaba de nuevo el desmonte y la construcción! Aparte de nosotros, vinieron cuatro hombres jóvenes; éstos también querían trabajar en la selva; pero el comienzo fue difícil y el dinero escaso. Así, tres de los hombres jóvenes trabajaban con Ernst en la compañía con asadas y palas en la construcción de caminos.
A un muchacho, Karl Reichert, papá le pagó el viaje, su profesión era carpintero. Él quería empezar enseguida, pero primero tenía que construirse un banco de carpintero. Pero más importante era conseguir un alojamiento, porque la casita de Ernst en realidad solo fue construida para los comienzos y estaba formada por cocina, una sala de estar y la baranda; esto solo alcanza para una familia chica, como para tres personas que ya estaban.
Pero nosotros llegamos con nueve personas: ¿dónde podíamos ubicar a todas? No lejos de la casita había una choza de paja. Allí Ernst había guardado forraje para su vaca en el invierno. Ahí acamparon al principio los varones y mi hermano Karl. Las otras siete personas se ubicaron en la cocina y en la sala de la pequeña casa.
Nosotros llegamos un domingo de mayo y ya el lunes se dijo: “…Ahora a construir…”; hacha, serrucho y machete no tuvieron descanso y a la noche estuvo terminada la ampliación de la casa. Allí pudimos guardar todas las cajas y cajones.
Entonces se empezó la construcción de un galpón que iba a servir de alojamiento para las personas. Además, debía ubicarse un taller para el carpintero, así como también debía almacenarse maíz y tabaco. La leña tenía que ser traída toda al hombro. Las paredes fueron revestidas con tacuaras y con tablas de timbó y de cedro cortadas a hacha, mientras que el techo se hizo con tejas de madera.
No pasó mucho tiempo y todo el grupo pudo instalarse. Nuestro carpintero Karl Reichert le dio al galpón el nombre de “villa sorgenlos”, es decir: “villa despreocupada”. Ahora también podíamos rescatar nuestro maíz. Antes buscábamos el maíz para el pan y para los chanchos de la chacra, según cómo íbamos necesitando. El maíz para hornear se secaba (en buen schwäbisch o suabo: gedrignet) antes en el horno y se desgranaba y se molía a mano; este era el trabajo nocturno para descansar.
Por nuestro terreno corre un hermoso arroyo, se llama Aterrado y tiene una cascada, unos dos metros por dos. Aquí mi padre construyó un pequeño tajamar e hizo construir por nuestro carpintero una rueda de agua que en agosto ya impulsaba nuestro molino: ¡Qué alivio!
En septiembre, Gustav Bochert se casó con nuestra hermana Pauline. Ernst también se mudó y se fue a su chacra (a unos 5 kilómetros cerca del puerto) donde entonces llegó en octubre el primer nieto Ernst. Ahora ya había tres Ernst Kimmich en Montecarlo: abuelo, padre e hijo (el abuelo era mi padre).
En noviembre comienza la cosecha de trigo en Entre Ríos, todo nuestro equipo completo levantó vuelo y nosotros éramos nuestros propios patrones. Eso fue en el año 1923.
Los domingos íbamos a la asamblea a lo de los hermanos Fischer, que vivían en nuestro valle; como aquí vivían en su mayoría suabos se lo llamaba “Schawabental” (valle de los suabos).
En 1926 construimos una vivienda de material y nos instalamos en ella en Navidad del mismo año. Gustav y Pauline se quedaron en la vieja casa, pero ya tenía planeado construir también un nuevo hogar. Ya tenían dos hijos, Fritz y Karl. Muy pronto también ellos tenían una hermosa y espaciosa vivienda.
A continuación, un galpón y un resguardo para el ganado, porque todo iba más rápido, porque ahora teníamos caballos y bueyes para ir al aserradero. También ya teníamos algunos ingresos de la venta de tabaco, maíz, chanchos, gallinas y huevos. Ya habíamos plantado naranjas y yerba mate, así podríamos contar aquí pronto con nuevos ingresos. ¡Dios daba el crecimiento y por añadidura su bendición!
Mi hermano Ernst sufría mucho dolor de cabeza por su herida de guerra en la cabeza. Con el tiempo, vinieron también ataques epilépticos. El 23 de enero de 1932 falleció mi (nuestro) querido hermano en mis brazos. Dejó huérfanos a cuatro hijos y a una hija.
Desde ahora, queridos sobrinos y sobrinas pueden orientarse por ustedes mismos. Vuestra tía Luise Kimmich de Frank. Montecarlo, enero de 1984.
Por Luise Kimmich
“Yo misma también me enfermé y me tuve que someter a una operación; después de mi recuperación acompañé a mi cuñado Gustav Bochert, que quiso visitar a sus padres en Alemania. Partimos el 15 de abril de 1933 desde Buenos Aires con los chicos Fritz y Karl. Llegamos en mayo a Bietigheim. La tía de Gustav dijo: ‘Hoy se decide si va a haber guerra o paz, porque había elecciones y Adolf Hitler ganó esas elecciones, para perdición de Alemania’. Entonces, partimos de regreso a Argentina. Gustav dejó a Karl en Alemania hasta que mi cuñado Adolf Pfitzer lo trajo consigo en 1939. Llegaron el 4 de septiembre y el 1 de septiembre se había desatado la II Guerra Mundial”.