El hecho de que los jóvenes vivan más tiempo que antes (o bien se queden para siempre) en lo de sus padres tiene una raíz económica determinante: el encarecimiento del costo de vida y, en particular, del acceso a la vivienda, con alquileres estratosféricos y la práctica imposibilidad de comprar.
Pero también es un fenómeno global que se enmarca en el surgimiento de una sociedad del ocio y en donde prima la ley del menor esfuerzo y la falta de compromiso, algo que en la psicología se ha dado en bautizar como “síndrome de Peter Pan”.
Más allá del factor económico, los especialistas coinciden en que muchos de los casos de “jóvenes” mayores de 30 años -y que se van aproximando a los 40- que no salen del “nido” es porque están “anclados” en la eterna adolescencia, de donde no pueden emerger para realizarse en la vida como personas adultas.
Muchos de los que no se animan a salir del hogar son profesionales, tienen empleo y hasta pareja estable, pero evitan las responsabilidades que acarrea la adultez. Gastan la mayor parte de sus ingresos en ellos mismos y, sobre todas las cosas, no quieren asumir compromisos amorosos y mucho menos la paternidad, advierten.
Psicológicamente, el síndrome de Peter Pan se caracteriza por la inmadurez y el narcisismo. El sujeto crece, pero la representación internalizada de su Yo es el paradigma de su infancia, que se mantiene a lo largo del tiempo.
Fue en 1983 que el doctor Dan Kiley publicó su libro titulado “The Peter Pan Syndrome: Men Who Have Never Grown Up (“El síndrome de Peter Pan, la persona que nunca crece”). El correr de los años demostraría que la teoría de Kiley es un fenómeno altamente enfatizado por la sociedad pos-industrial.
Según él, “las características de un Peter Pan incluyen algunos rasgos de irresponsabilidad, rebeldía, cólera, dependencia, negación del envejecimiento, manipulación y la creencia de que está más allá de las leyes de la sociedad y de las normas establecidas“.
Como consecuencia, “son frecuentes las crisis de ansiedad, angustia y depresión“, debido a que “los años no dejan de pasar y el sujeto, protegido en su coraza psicológica para no advertir el paso del tiempo, de repente se encuentra desnudo, con las manos vacías y con una vida dolorosamente irrealizada“.
Un Peter Pan es “egocéntrico, inmaduro y narcisista. En su interior se siente vulnerable y temeroso, aunque puede mostrarse seguro de sí mismo, incluso arrogante y orgulloso, pero oculta indecisión e inseguridad tras su máscara. Pareciera ser que el único compromiso que asume Peter Pan es evitar todo tipo de compromiso”, describía Kiley.