“Pensamos que nos íbamos a comer a Europa, pero Europa nos pegó una patada y nos obligó a hacer un montón de cosas impensadas como, por ejemplo, trabajar en lugares que acá nadie lo haría, sea por estatus o porque no hay necesidad”. De esta manera Walter “Teddy” Virasoro (58) describió el momento en que, junto a su amigo, Curt Foos, llegaron al viejo continente, allá por 1991, justo cuando transcurría la Guerra del Golfo Pérsico.
De regreso a su tierra para visitar a amigos entrañables, manifestó que “tengo muchas historias, de dormir en hospitales, en coches abandonados, en la guardia de la policía o en los hogares para vagabundos y transeúntes, donde éramos habitués, debido al frío que hacía. Pero sabíamos que en algún momento la situación iba a cambiar. Le metíamos para adelante, cuando estábamos bajoneados nos apoyábamos mutuamente, pero sabíamos que en algún momento íbamos a despegar. Acá mi familia no sabía lo que me estaba pasando, se hacía la idea que estaba en España, tomando sol”.
“Allá, al estar solo, uno hace de todo, desde robar moneditas de la fuente de la plaza. Creo que con mi amigo dejamos soltero a medio Madrid porque había una fuente en la que se tiraba monedas y se pedía el deseo de casarse, y nosotros íbamos y las sacábamos”, contó, entre risas. Y agregó: “hicimos de todo: seguridad, camarero, pedimos limosna, lo que se pueda ocurrir, pero todo dentro de la legalidad”.
Como no contaban con la documentación necesaria, los posadeños permanecieron “ilegales” hasta 1992, año en que Felipe González -expresidente del Gobierno español- dio una amnistía.
Vivieron tres años en Marbella, un lugar que tiene mucho trabajo durante el verano, pero decae en invierno, entonces decidieron ir a las Islas Canarias, donde es temporada alta durante todo el año. Aquí, además de poder trabajar, el clima se presenta agradable. Si bien el mar es frío, la temperatura se mantiene en unos 22 grados.
En ese sitio estuvo hasta 2012. En ese tiempo comenzó a venir con frecuencia a la Argentina y decidió volver a Misiones, a pesar que sus hijos: Olivia (vive en Tenerife) y Octavio (en Formentera), que se quedaron por allá.
“Estuve aquí desde 2012 a 2020, y a fines de la pandemia retorné a España después que fallecieran mis padres (Oriel Virasoro y María Clara Massena) y me quedara solo”, comentó. Con el dinero que enviaba desde España, en Posadas había construido unos departamentos de alquiler, que vendió antes de regresar. Con ese dinero adquirió un apartamento en España, que alquila a turistas, sobre todo, de los países nórdicos. Pero como tenía que vivir en algún lugar “me compré un motorhome (caravana) mientras alquilo la propiedad, además, de trabajar esporádicamente como recepcionista en un hotel”. De esta manera, “vivo donde me agarra la noche. Tengo muchos amigos con los que nos juntamos y conformamos un grupo de autocaravana que andamos por aquí, por allá”. Piensa que ya se quedará definitivamente, aunque “acá me quedan muchísimos amigos a quienes vengo a visitar, a comer asado, a compartir, a pasar los cumpleaños como fue el caso de Arnaldo Santa Cruz. Vengo a eso porque ya prácticamente parientes no tengo, solamente una tía y unos primos. Al que le vendí mi casa, en el barrio Villa Urquiza, donde nací y me malcriaron, es amigo mío (Víctor Larumbe) y me deja un apartamento libre para cada ocasión que vengo”.
Cuando su padre, Oriel Virasoro, se jubiló, después de una trayectoria impecable en el Ministerio de Economía, “le dieron una medalla y una palmadita en la espalda, y eso fue lo que me hizo click. Me hizo ver que no quería eso para mí, dentro de 40 años, con la medalla y la palmadita en la espalda. Tenía que haber otra cosa. Entonces me encontré con otro, con la misma idea, y dijimos: vamos a probar, total somos jóvenes, tenemos tiempo de equivocarnos, de empezar, de terminar, y la pasamos muy duro allá”.
Sostuvo que, “cuando uno se va, se sufre, pero, en realidad, no extraño el país, sino que extraño esto de tomar un café, hablar, tomar un mate, el compartir un momento con mis amigos. Lo que se extraña es la calidez humana, no las vivencias que uno tiene, porque por más que viva 20 años allá, con la gente con la que me crié acá tengo lazos indestructibles, que no se pueden olvidar. Eso es lo que se extraña”.
Cuando sube al avión de regreso, Virasoro tiene sensaciones encontradas “porque siento mi casa en los dos lugares: siento que mi casa es Argentina con mis amigos y siento mi casa también allá, donde están los chicos y otro montón de amigos. Es una sensación rara porque siento que estoy volviendo a mi casa, pero que estoy dejando mi casa, no se puede expresar con palabras, porque me siento bien en los dos lugares”, explicó quién es descendiente de quien fuera gobernador de Corrientes, y familiar de Ernesto “Che” Guevara, por parte de su abuela paterna.
Aseguró que las amistades “de acá pesan mucho y, obviamente, mi tía y mis primos. Porque comer algo, tomar una cerveza o ver un lindo paisaje, lo podés hacer en cualquier lugar. Todos los lugares son lindos, pero lo que pesa es la gente, los afectos”.
A los jóvenes que tienen ganas de irse, “les digo que prueben, que no se queden con las ganas. Es mejor decir: yo probé y no me salió, a decir: y si me hubiera ido ¿qué hubiera pasado?”.
Argentinos por doquier
Recordó que la final del mundial de fútbol la miró en la casa de unos amigos compatriotas. “Éramos alrededor de 20 personas de las cuales más de diez eran argentinas. En el sur de Tenerife, donde vivo, se miró en un bar que se llama La Pepa y la policía tuvo que venir a cortar la calle por la cantidad de gente que había, era un desborde. A los argentinos te los encontrás hasta debajo de las piedras, me pasó en Tailandia, en Marruecos, por todos lados, siempre hay alguno dando vueltas, algunos de vacaciones y otros viviendo”, narró, quien enseñó a hacer asado con el “método argentino”.
Sobre la situación política de nuestro país, reconoció que “casi no se habla. Nosotros sí porque tenemos un grupito de argentinos, pero no somos el ombligo del mundo, que creemos que somos. Allá viven en su mundo con problemas más reales y más cercanos como la invasión rusa a Ucrania. Si argentinos hay muchos, los venezolanos son el triple porque tienen mucha facilidad para obtener la nacionalidad o residencia. También hay mucha inmigración italiana”, aseguró.
“Lo volvería a hacer. Puedo administrar mi tiempo haciendo pequeñas cosas que enriquecen, que satisfacen. Es cuestión de largarse y de conocerse a uno mismo, decir: hasta qué puedo hacer, hasta dónde puedo llegar y mantenerse dentro de una conducta, firme en sus convicciones de salir adelante”.
Dijo que en las Islas Canarias reciben a mucha inmigración ilegal proveniente de África. Se trata de gente que viene mal, en pateras, muchas de las cuales se hunden.
“No se sabe en realidad la cantidad que muere en esos 200 kilómetros, pero se encontraron pateras, por ejemplo, en la costa de América, porque se equivocaron y siguieron de largo. Mientras tomaba sol en una playa, vi llegar un barco -botecitos de madera de unos 15 metros de largo-, con 70 personas. Llegan a la costa y se largan a correr por la misma desesperación de llegar. Muchos mueren por no saber nadar”.