Cuando María “Mutti” Efler de Feltan cumplió sus 80 años, manifestó que no se quería morir sin ver a toda su familia reunida. Entonces convocó a sus hijos y a sus nietos, y fueron todos hasta la casa de uno de los hijos, en Campo Viera, porque se necesitaba un importante espacio ya que el matrimonio había tenido una abundante descendencia (Reinaldo, Emilio, Arnoldo, Clara (Lala), Olinda, Erich, Oldina, Sigfrido (Bubi), Teodora y Teodoro (mellizos), Benjamín y Helga), y cada uno de los cuales tenía entre tres y cuatro vástagos. Es decir que se trataba de una familia numerosa.
Darío Feltan tenía quince años por aquel entonces y recuerda los primeros tiempos en este festejo que se prolongó en el tiempo y que el año venidero alcanzará los 50 años. “En esa primera ocasión nos juntamos en la casa del tío Reinaldo, y a partir de ahí todos los años nos juntábamos en la casa de alguno de los tíos. Ya no era la convocatoria masiva, pero íbamos la mayoría de los hijos y nietos”, contó.
“Cuando mi abuela muere, a los 94 años, es decir, 14 años después de ese primer encuentro, nos juntamos los nietos y tomamos la decisión de seguir encontrándonos. Es así que se eligió como uno de los últimos lugares donde nos juntábamos para festejar el cumpleaños de la abuela, que era en el Club Alemán de Oberá, porque estaba ubicado en una zona que quedaba más o menos equidistante para todos”, añadió.
“Que quisiéramos juntarnos los nietos de la ‘Mutti’, porque la conocíamos, porque la recordábamos, porque era una persona muy querida por todos nosotros, es lo normal, pero que mis hijos, que son los bisnietos o los tataranietos, quieran ir a la fiesta de la familia, me llama la atención”, reflexionó. Y agregó que su hijo, que no conoció a su abuela, “espera con ansias la fecha para ir a juntarse. Se encuentra con los primos y los hijos de los primos para compartir, para estar en familia, buscando que se mantenga la tradición”.
Para los encuentros, siempre se eligen los primeros días de diciembre, porque el cumpleaños de “Mutti”, que traducido del alemán significa “madrecita”, era el 8 de diciembre. María era una persona sumamente amorosa, simpática, muy atenta, servicial, con una memoria privilegiada, conocía la fecha de nacimiento de todos sus hijos, de sus nietos e incluso bisnietos y se interesaba por la historia de cada uno de los integrantes.
Había nacido en Brasil y contrajo matrimonio con Don Adolfo Feltan, también brasileño, en Leandro N. Alem. Su esposo fue uno de los primeros colonizadores de la Capital de la Alegría y juntos dieron vida a esta familia, con doce hijos. El abuelo también era hijo de una familia numerosa, así que el apellido Feltan se diseminó por la provincia.
Para Darío, este proceso fue “una revelación para entender la vida eterna o el concepto de vida eterna porque estaba mi abuela que, era la señora más anciana, estaban los hijos, que eran los adultos grandes, los nietos que ya eran adultos, que tenían hijos que jugaban. Yo estaba entre los adolescentes cuando empezó la reunión. Los chicos jugando, correteando por todos lados, los adultos charlando, los adultos mayores recordando viejas historias, al lado de los ancianos. Se murió la abuela y sus hijos ocuparon su lugar y la historia se fue repitiendo. Los jóvenes, los adolescentes, se casaron, tuvieron hijos, sus hijos eran los que ocuparon el lugar de ellos y toda la historia se repite. Las mismas caras, los mismos lugares, los mismos juegos, los mismos encuentros, la misma comida, así que todo esto es fascinante”, admitió.
Atenta, amorosa y simpática
Comentó que la abuela María con 12 hijos, no tenía opción más que la de ser ama de casa y ayudar en las tareas de la chacra. El abuelo había adquirido una propiedad y empezó a incursionar en el cultivo del té, al punto que construyó un secadero, cuando se produjo el boom de la producción en Misiones.
Recordó a “Mutti” como una persona sumamente amorosa, simpática, con una memoria privilegiada, que conocía la fecha de nacimiento de todos sus hijos, de sus nietos e incluso bisnietos, y se interesaba por la historia de cada uno de los integrantes. “Era un ser muy atento, muy servicial. Cuando se producían los encuentros, ella recibía a quienes venían y le preguntaba: ¿cómo estás? cómo te fue, por ejemplo, con la cirugía. Conocía en detalle qué le pasaba a cada uno”.
La última vez que Darío vio a la abuela, “tendría 90 y pocos años y la encontré carpiendo en la huerta. Era cerca de mediodía, así que se fue a lavar las manos para ir a preparar la comida. Era una persona muy especial, toda la vida dedicada a la chacra y a sus hijos, que siempre se mantuvo muy vital”, celebró. Y cree que es por eso “que todos quieren ir a recordarla. Los que tuvimos el gusto de compartir con ella siempre recordamos y contamos historias”.
Por estos días, quedan vivos solo dos de sus hijos, entonces también se trata de recordar “a los otros que ya no están, sus historias, recordar a la familia, el paso del tiempo y que la vida no termina con la muerte. En esa fiesta también nos reímos, contamos anécdotas, compartimos las comidas” que hacían y que fueron heredadas por los descendientes”. Para el año venidero todavía no se estableció la fecha, pero sí se determinó que “vamos a tratar de convocar a la mayor cantidad de integrantes de la familia, de los nietos de Don Adolfo y de María, para recordar estos 50 años”.
Al referirse a los preparativos, indicó que son simples y que lo gastronómico se resuelve a la canasta. “El Club Alemán tiene una parrilla grande, entonces la mayoría prepara su asado y quienes prefieren otra cosa, traen su comida hecha, pero el tema es sentarnos a compartir en torno a una mesa grande que, por lo general, se triplica por la cantidad de comensales”, dijo.
Por lo general, el movimiento empieza a alrededor de las 9 y se extiende hasta las 18, aunque siempre quedan esas ganas de seguir charlando. “Somos tantos y queremos compartir con todos, que no alcanza el tiempo, y siempre quedan cosas pendientes. Este año mi hijo con sus primos implementaron una ‘previa’ para extender el encuentro. Fue así que se juntaron el sábado a la noche para empezar la juntada que siguió durante todo el domingo. Este año estuvo menos del 30% de la familia”.
El casamiento de María Efler y Adolfo Feltan. Tuvieron 12 hijos: Reinaldo, Emilio, Arnoldo, Clara (Lala), Olinda, Erich, Oldina, Sigfrido (Bubi), Teodora y Teodoro (mellizos), Benjamín y Helga.
Darío Feltan destacó la importancia “de mantener la familia unida porque en la medida que se mantiene unida uno toma conciencia que no está solo en este mundo, que hay quienes nos acompañan en este tránsito por la vida. Eso me parece importante de destacar y que se trata solo de la voluntad, que no se necesita mayor capital”.
A su entender, el valor del encuentro “es emocional, la fortaleza que uno recibe de saber que no está solo con su pequeña familia, sino que hay una familia más grande que nos contiene, que nos apoya, que nos impulsa, que nos sostiene, porque ahí vamos a llorar nuestras penas también, no son solo alegrías”.
Insistió con que “debemos volver a rescatar el valor de la familia, del encuentro de la familia, de potenciar los lazos sanguíneos. Con esto que los padres que se divorcian y de los hijos que quedan a la deriva -en la familia hay muchos divorciados-, igual se busca mantener el núcleo de origen. Algunos hijos de padres separados a veces vienen otras veces no. Pero es importante que puedan estar”.
La familia Feltan viene mayormente de Misiones, desde Puerto Iguazú hasta Posadas; también de Corrientes. “Una prima que vive en Buenos Aires y que nunca vino a la fiesta, porque se fue siendo pequeña, manifestó su compromiso de venir, estar y compartir” el próximo encuentro.