Hoy te dejo un cuento para que disfrutes en esta Navidad y te preguntes: ¿Qué colores le pusiste a tu árbol y por qué?
En un pequeño pueblo rodeado de montañas, la Navidad siempre llegaba con una magia especial. Cada año, los habitantes se reunían para decorar el árbol más grande del bosque, un árbol que, según la leyenda, tenía el poder de reflejar las emociones de quienes lo adornaban. Este año, como nunca antes, los colores iban a jugar un papel crucial, pues un misterioso anciano había dejado un mensaje en la plaza del pueblo: “Los colores del corazón determinarán el brillo de esta Navidad”.
El mensaje parecía enigmático, pero pronto comprendieron que los colores no solo decoraban, sino que influían en sus sentimientos. El pueblo, que estaba acostumbrado a usar los clásicos rojo, verde y dorado, decidió que este año sería diferente.
Lucía, una niña curiosa, decidió comenzar su propia búsqueda por descubrir cómo los colores podían cambiar las emociones de las personas. En su camino, encontró a su abuela, quien se encontraba añadiendo un hilo de azul celeste a una corona de flores. “Abuela”, preguntó Lucía, “¿por qué elegiste el azul para la Navidad? Siempre hemos usado el rojo y el verde”.
La abuela explicó: “El azul es el color de la paz. Mi abuela me decía que este color calma el corazón y la mente. Este año, quiero que la Navidad nos traiga serenidad. Con todo lo que hemos vivido, necesitamos un poco de calma”.
Lucía entendió. Continuó su paseo por el pueblo y encontró a su amigo Marcos, quien decoraba la puerta de su casa con cintas de color verde.
“Marcos, ¿por qué verde? Siempre el verde, ¿no se cansa un poco?”.
Marcos se rió y le explicó: “El verde es el color de la esperanza nos ayuda a sentir equilibrio y renovación. Esta Navidad quiero que todos tengamos esperanza”.
Lucía continuó caminando, sintiendo cómo los colores que la rodeaban parecían tener un propósito más profundo. Llegó al centro del pueblo, donde los adultos estaban decorando el gran árbol de Navidad. Se sorprendió al ver que el árbol ahora tenía una mezcla de colores: rojo, amarillo, azul, verde y hasta un poco de lavanda. “¿Por qué estos colores?”, preguntó Lucía.
El anciano que había dejado el mensaje en la plaza se acercó y le respondió: “Cada color refleja una emoción diferente. El rojo la pasión y el amor. El amarillo, alegría y energía. El azul es paz y el verde, la esperanza. Todos trabajan juntos para crear un equilibrio, que es lo que necesitamos en Navidad”.
Lucía comprendió lo que el anciano había querido decir. Los colores de la Navidad no solo decoraban el árbol, sino que influían en cómo se sentían todos en el pueblo. Cada color era como una nota en una melodía que, cuando se combinaban, creaban una armonía perfecta.
Esa noche, al caer la nieve, los habitantes del pueblo se reunieron alrededor del árbol iluminado. Los colores brillaban con una luz especial, reflejando los sentimientos de todos: paz, amor, esperanza, alegría. La Navidad nunca había sido tan brillante.
Lucía entendió que, al igual que los colores, nuestras emociones también tienen un poder transformador. La cromoterapia había revelado el verdadero significado de la Navidad: un momento para equilibrar los sentimientos, para traer paz al corazón y para compartir con los demás lo mejor de nosotros mismos.
Aquella Navidad, el pueblo no solo celebró con luces y adornos, sino con los colores del alma. Y desde ese día, nunca volvieron a ver los colores de la misma manera. Fin. ¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!
Gabriela Gómez
Especialista en Cromoterapia
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