El año que está por concluir tuvo mucha exigencia para los argentinos en general y para los sectores más humildes en particular. Durante un momento hubo quienes de llegar a fin de mes debieron entender que engrosaron el índice de pobreza. Y muchos de quienes ya estaban en ese escalón tuvieron que entender que los esfuerzos debieron encararse a la alimentación y nada más. Ya en los últimos días los diferentes índices económicos y financieros hablan de una Argentina que encontró el piso de la crisis y ya siente los primeros síntomas de un hipotético rebote. Ojalá sea esa la tesis correcta y 2025 se transforme en el año en el que el país dejó atrás una de las peores crisis económicas y sociales gestada por sucesivos gobiernos que, sin embargo, se desentienden de su responsabilidad.
Con todo, en el medio de ese ir y venir de la economía miles de adultos, jóvenes y niños siguen en el fondo del barril buscando la forma de impulsarse hacia arriba. Son los que habitan las calles y las veredas, los que, por ejemplo, buscan ingresar a los bares y restaurantes para vender alguna golosina o alguna flor y que, sin embargo, reciben antipatía y hasta retos por intentarlo.
Cada vez que estuvo en crisis, Argentina salió adelante por gobiernos y empresarios que cambiaron las cosas de forma circunstancial, pero esencialmente fue siempre el pueblo el que salió en socorro del pueblo. Que no se nos olvide que somos todos parte de una misma sociedad y que quienes hoy ostentan una posición mañana pueden no hacerlo pese a los méritos que se hayan acumulado.
Que esta Navidad sea el puntapié para que la empatía, la solidaridad y la humanidad se abran paso por entre los intereses personales que suprimen lo mejor de nosotros.