Si de algo se jactaron varios municipios “innovadores y disruptivos”, fue el haber legislado hace bastantes años sobre el uso de la pirotecnia lumínica pero con prohibición de la sonora.
Posadas, Oberá, Eldorado, Puerto Rico, San Vicente son apenas algunas de las que cuentan con ordenanzas en ese sentido que en la pasada Navidad, parecieron no existir. Se incluye en la prohibición, el uso del petardo, fogueta, batería, mortero, volcán, cañas voladoras, fuente y tortas de estruendo que excedan los 90 db y 2 pulgadas, sin importar si son de venta permitida o fabricación autorizada.
De hecho, hubo ciudades donde la explotación de fuegos artificiales fue igual o mayor que los habituales cierres de año, como hacía tiempo no se veía.
El uso de pirotecnia prohibida generó también la llegada a Emergencias de los hospitales de varias personas accidentadas con la misma.
Esta normativa no solo protege a los animales sino a las personas que, por sus trastornos, son víctimas de los ruidos molestos que afectan su salud.
Entidades nacionales e internacionales (Organización Mundial de la Salud; Sociedad Argentina de Pediatría, entre otros) emitieron a lo largo de estos años varios documentos y mensajes sobre la no utilización de artículos pirotécnicos, debido a las secuelas permanentes que pueden provocar en la salud.
Pero hay una porción de adultos que no entendieron esos mensajes ni educaron a sus hijos, sobrinos o nietos sobre el respeto al prójimo.
Durante la previa a las fiestas de fin de año, se vio a policías e inspectores municipales recorriendo comercios para retirar los artículos que no contaban con las autorizaciones de venta. Pero los que contaban con la misma, seguían siendo ofrecidos sin reparos.
Mientras no se registre un cambio cultural en las personas, frente al uso de la pirotecnia sonora, no habrá posibilidades de mejorar la calidad de vida de quienes sufren y padecen estas fiestas de Navidad y Año Nuevo con los estruendos.