El escultor y docente Arturo Luis Gastaldo nació en Posadas el 29 de noviembre de 1931 y desde su infancia se interesó por el modelado en arcilla. Entre las manifestaciones escultóricas que se alcanzaban a observar en la ciudad en la década del 30, no pasaban de algún busto de prócer en una plaza, imágenes para la devoción en la iglesia y unas figurillas moldeadas que se traían desde Paraguay y que representaban, entre otros personajes típicos, a las paseras. Estas pequeñas figuras lo fascinaron de niño, especialmente el desafío de adivinar cómo “se reproducían” y se podían obtener piezas iguales. Al enterarse que un artesano lograba replicar las piezas, una noche “tomó prestado” uno de los moldes para develar el secreto. Una vez deducida una aproximada y apurada teoría de la moldería, volvió a dejar el molde en su lugar. Es que, en el imaginario de la época, las figuras escultóricas se asociaban a la imaginería religiosa y a cosas cercanas al “payé”. Este texto, extraído del catálogo proyecto de la Casa Museo, pinta de cuerpo entero al artista -hijo de Rosa y Vicente- que comenzaba a gestarse en una pequeña habitación de madera cercana al río Paraná, más precisamente entre la Bajada Vieja y el mítico Cerro Pelón.
La familia Gastaldo tenía una fábrica de soda y una fábrica de hielo, pero a diferencia de sus hermanos que se ocuparon de cuestiones comerciales, Arturo se interesó por esta cuestión de las bellas artes ya en ese tiempo. Según su hijo Félix Javier Gastaldo, de la barranca del río y de algunos arroyitos cercanos, su padre acopiaba la milenaria arcilla (barro ñaú), comenzando a dar forma con sus manos a las primeras intuiciones. Durante la adolescencia se animó a modelar algunos bustos, retratos de próceres. El incipiente escultor autodidacta se ganó la aprobación de los estrictos profesores de la Escuela Normal, de Posadas, referentes del saber y la cultura de la época que buscaba en ese momento aproximarse a la historia del arte y la tradición de las academias europeas. Un busto de Domingo Faustino Sarmiento fue la primera obra que realiza a partir de la motivación y el impulso que le dieron cuando vieron que tenía habilidad para modelar. A partir de esas experiencias, Arturo empezó a vislumbrar la posibilidad de estudiar arte en Buenos Aires, que “era toda una aventura”.
Después de trabajar durante unos años como maestro normal, tomó una decisión absolutamente insólita para el contexto social posadeño: viajar a La Plata, a la gran Academia, a estudiar escultura. La gran ciudad le permitió estudiar, pero le exigió trabajar primero en otras actividades para ganar el peso como escardar lana de cuero de oveja, modelar réplicas de órganos para los estudiantes de medicina, entre otras changas. Luego, con el apoyo de una beca, al fin pudo dedicarse a la escultura con ciertas comodidades mínimas.
Gastaldo soñaba sus esculturas como mínimo a escala natural e idealmente en dimensiones monumentales por sobre los tres metros de altura. La mayoría de las obras exhibidas actualmente en la Casa Museo son bocetos en formato pequeño, ideados para concretarlos en formato mayor y emplazarlos en espacios y paseos públicos. El artista pensó su trabajo para compartirlo con los vecinos y para aportar a la construcción de la historia y la identidad regional.
La Escuela Superior de Bellas Artes de La Plata le posibilitó poner en marcha sus ideales de escultor en un ambiente donde se entrecruzaban sus maestros, artistas herederos de la tradición europea de comienzos de siglo XX y compañeros de estudio que empezaban a adherir a las nuevas tendencias de la época. Tuvo como profesores a los maestros Adolfo de Ferrari, Antonio Sibellino, César Sforza y Aurelio Macchi, entre otros. Los envíos al Salón Nacional de Escultura fueron experiencias doblemente valiosas. En lo individual, significaron un reconocimiento importante a un trabajo personal muy esforzado y solitario. En lo colectivo, representó la llegada y primera presencia de un artista plástico misionero a la gran capital cultural de la época.
Los proyectos de Arturo, tanto los escultóricos como los educativos, siempre tuvieron un sentido de construcción social. Desde lo artístico, la reflexión sobre el hombre misionero más pobre, su devenir, historias y particularidades. En el plano de la educación, la convicción de que el arte y la educación artística son aspectos esenciales para cimentar, comprender y desarrollar nuestra propia cultura.
Un gran revuelo
Al regreso, el joven escultor, oriundo de Posadas y graduado como profesor superior de escultura en la Universidad Nacional de La Plata, trajo la experiencia y formación en un campo que aquí no tenía muchos antecedentes, salvo el arte de las Misiones Jesuíticas y de los Pueblos Originarios. En 1960 llegó a Oberá con la intención de crear una Escuela de Cerámica. Cumplía el trayecto de cien kilómetros por caminos de tierra en una motocicleta.
En ese entonces iniciaban las primeras instituciones educativas de la zona centro y los pobladores se interesaban cada vez más por la visibilización de la cultura y la formación artística en sus distintos lenguajes.
Con la aprobación del entonces gobernador de Misiones, César Napoleón Ayrault, Arturo se presentó ante la docente Teresa Morchio de Passalacqua, a fin de explicar sus intenciones de iniciar una nueva institución y le pidió ayuda. La mujer aceptó el desafío y lo presentó a los integrantes de El Piolín, un grupo conformado con el objetivo de promover el arte y la cultura en Oberá, quienes se interesaron de inmediato y decidieron colaborar activamente con la futura escuela.
“El legado es el ejemplo de trabajo, de generar proyectos y de inculcarnos que nos formemos en una profesión. Dos hijos elegimos la docencia sabiendo que íbamos a estar limitados con los salarios, pero estamos muy contentos y felices de seguir el camino”.
El objetivo de Gastaldo fue posibilitar que los vecinos puedan apropiarse de los lenguajes artísticos visuales para comenzar a configurar un pensamiento visual regional a través del dibujo artístico, la pintura, la escultura, el modelado en cerámica. Es así que se iniciaron exploraciones sobre el barro ñaú, arcilla local en todas sus variedades.
Con la misma idea se presentó también ante Heriberto Ferreyra, uno de los primeros periodistas del lugar, que tenía dos hijos recién graduados del colegio secundario. Uno de ellos, Abelardo, ya mostraba su vocación artística y se había ganado una beca para estudiar en La Plata. Gastaldo lo instó a quedarse y convertirse en su alumno. Y así, sumando adhesiones, el 3 de abril de 1961 la incipiente Escuela de Cerámica y Dibujo, inició sus actividades académicas. No contaba con local propio, lo que llevó a peregrinar desde la cocina y el sótano de la Escuela N° 185 “Juan Areco”, a las más variadas locaciones, hasta llegar a un local propio sobre la calle Rauch, hasta la actualidad. Los primeros egresados fueron: Abelardo Ferreyra, Nélida Alberto, Nancy Ferreira, Waldemar Hedman y Gilberto Haselstrom, entre otros muy recordados.
Las arcillas con las que se trabajaba eran extraídas por los alumnos y el profesor Gastaldo de las afueras de Oberá. Las primeras cocciones se efectuaron en un horno a leña construido por los hermanos Haselstrom en su domicilio. Luego, con la ayuda de Heriberto Ferreyra, conformaron una cooperadora que les permitió adquirir un subsidio para comprar el primer horno eléctrico.
“Mi mamá, Elba Gsell (82), hizo carrera docente también en la Facultad y en la Escuela Normal. De los cuatro hijos, Félix y Ebal, nos dedicamos a la cerámica. Estamos alternando docencia e investigación en la Facultad de Arte y Diseño. Mi hermana María Florencia es odontóloga y Cristina, farmacéutica”.
En las formas escultóricas de Gastaldo se observa, por, sobre todo, la decisión de pensar al ser misionero en su tiempo y espacio. Buena parte de sus producciones se refieren a personajes de la historia económica y social de Misiones, mensúes, colonos, guaraníes, selva espesa, oficios, situaciones, explotación laboral y la esperanza marcada que la vida del trabajador rural mejore. Esta impronta se puede ver también en parte de la producción de quienes fueron sus alumnos.
En 1974, la escuela pasó a ser Instituto Superior del Profesorado en Disciplinas Estéticas, y se posiciona en la órbita de la naciente Universidad Nacional de Misiones. Su crecimiento continuo de manera acelerada.
En 1985 se constituyó en Facultad de Artes; en 1993, se incorporó la carrera de diseño gráfico. En 2011, se agregó el arte audiovisual con la creación de la tecnicatura en medios audiovisuales y fotografía. Este crecimiento propició la materialización de un cambio de paradigma en las artes visuales que, de artísticas, pasan a reconocerse también como proyectuales. Es así que, en 2012, la institución adoptó el nombre de Facultad de Arte y Diseño.
Con los 50 años de la UNaM y 62 de la Escuela de Cerámica y Dibujo, se incorporó la carrera de Arquitectura, Urbanismo y Territorio que marca un nuevo hito en la institución. Entonces, lo que comenzó como una modesta Escuela de Cerámica y Dibujo, con un taller ubicado en una casa particular, se erige con orgullo como una institución universitaria que cuenta con más de diez carreras de grado, pregrado y posgrado.
En sus instalaciones se encuentran talleres de dibujo, escultura, grabado, pintura, fotografía y cerámica, además del Centro de Producción.
En la década del 70 Gastaldo decidió volver a La Plata donde nacieron dos de sus hijos. Allí produjo obras y fue docente en las ciudades de Chascomús y Chivilcoy. A principios de la década del 80 decidió volver a Oberá y se reincorporó a la institución como profesor, hasta su jubilación, etapa en la que desarrolló actividades en el taller particular.
En la Capital del Monte se pueden apreciar cuatro trabajos de Gastaldo. Dos murales (uno en la Cooperativa Eléctrica y uno en la Cooperativa agrícola) hechos por encargo; el Monumento a la Madre, una de sus primeras obras, muy sencilla, y el Monumento al Cooperativismo. El resto se encuentra en otros lugares de la provincia y del país.
Tras el deceso de escultor, el 15 de septiembre de 1995, su familia construyó un salón donde resguarda las obras en las que siempre referenciaba historias de personajes locales (figuras de mensúes, tarefero, jangadero, hachero, entre tantas otras) y algunas cuestiones sociales, de reclamo. También una serie de homenaje a próceres como José de San Martín y Manuel Belgrano, al escritor Horacio Quiroga o el retrato del teniente Roberto Estévez, un posadeño, héroe de Malvinas.
Orgullosos
Para la familia, “siempre es una alegría ver alguna obra de papá. Siempre sentimos orgullo. Decimos que su obra está repartida entre lo que pudo construir en la docencia, que fue como un campo nuevo, los alumnos. Después eso se fue ampliando y expandiendo hasta ser parte de la UNaM”.
Sus obras artísticas están bastante repartidas, “aunque, quizás, no tan difundidas todavía, por eso estamos tratando de hacer un trabajo de registro fotográfico, de ficha técnica y de difusión en las redes para que tanto la información como las imágenes estén disponibles”.
Recordó que en el taller de su padre “siempre veía un trabajo muy apasionado, con mucho esfuerzo, porque el artista plástico siempre está invirtiendo en materiales y haciendo todo lo posible para que la obra se pueda exponer. A papá le tocó una época de recursos de comunicación reducidos, por eso hay pocas fotos. Cuando había que hacer una fotografía tenía que llamar al fotógrafo, hacer la sesión y no era muy común. Esa es la parte que estamos tratando de hacer ahora”.