Adentro de nuestras células existe una organela llamada mitocondria*, la cual heredamos única y exclusivamente de linaje materno, todos los seres humanos en la tierra tienen mitocondrias provenientes de sus madres. El material genético que poseen las mitocondrias no se expone al entrecruzamiento y mezcla, como si lo hace el material genético de los cromosomas que nos constituyen dentro del núcleo celular.
Como decíamos, la mitocondria es una organela y su origen dentro de nuestras células es endosimbionte, esto quiere decir que alguna vez fue un organismo independiente como una bacteria por ejemplo y que en coevolución se y nos adaptamos a convivir siento útil la interacción para ellas y para los organismos que la portan.
Entonces al heredar solo de linaje materno y no presentar grandes variaciones genéticas, es posible, comparando el ADN mitocondrial, con fragmentos de ADN mitocondrial de bases de datos de linajes puros (dentro la pureza que nos podemos permitir rastrear hoy, después de 140 mil años de evolución) la ascendencia del organismo del cual se extrajo ese ADN mitocondrial.
Cuando nacemos en un lugar en la tierra, y contactamos con la profundidad del territorio, nos involucramos y vivenciamos en cada latido la realidad del lugar, con sus sonidos, sabores, rostros, fríos, calores, humedad y sequía, colores, dulzores y amargores y todo lo demás, es posible involucrarse tanto pero tanto que la genética de define nuestra ascendencia y cultura pase a ser insignificante, emocionarnos con lo que pasa en el territorio y las vivencias que modelan nuestro vivir puede tomar el tono del lugar haciendo que los cientos de años que le requirió a nuestra genética constituirse no limite las posibilidades de volver a enraizar a pesar de portar genes de otros climas, altitudes y experiencias.
¿Pero qué pasa si no nos logramos adaptar? ¿Cómo moldear el carácter en la agonía de suponernos la misma especie, pero no encajar?
Los pueblos originarios que aún subsisten en la tierra, tal vez tengan algo que aportar, la seducción de sus costumbres y la conexión con la madre prima, tierra nuestra, entraña esa manera de sobrellevar el desarraigo y la desaprensión de pertenecer y no poseer.
Tal vez la falta de costumbre, la ausencia de ritual, el desapego y la soltura están muy bien, pero a veces nos hace falta enraizar, porque volar está bien también, pero toda ave se detiene a descansar.
Somos distintos e iguales a la vez, eso confunde, adentrarnos en las personalidades incluye conocer el origen de las mismas, ese origen está grabado en cada una de las células y a la vez es moldeado por cada territorio. Abrazar las diferencias ambientales, sociales, económicas y políticas confronta ideales que suelen limitar las experiencias, pero que sin embargo las hacen únicas. Somos el territorio que pisamos cada día con los pies, el estómago, los ojos y el corazón, somos lo que decimos y lo que callamos, Tenemos la memoria de las estrellas, de las olas del mar y de las raíces de los árboles, somos todo eso y mucho más.
Te guste o no. (J. M. Serrat)
(*) Organela de los organismos superiores encargada de la biosíntesis metabólica convirtiendo los alimentos en energía útil para la vida.