La liminalidad es un concepto que refiere a la fase de transición entre dos estados, es el umbral entre algo que se ha ido y otra cosa que está por llegar. Es ese espacio entre lo que fue y lo que será, es un estado que desestabiliza y, a la vez, enriquece.
En la liminalidad, todo parece incierto. Tanto en un equipo como en nosotros mismos se puede experimentar ansiedad, resistencia al cambio e incluso desorientación. Es un momento en el que el “terreno conocido” desaparece, y la seguridad de lo familiar se ve reemplazada por preguntas incómodas.
Para un líder, estos períodos son especialmente desafiantes porque exigen equilibrio: mantener la estabilidad mientras se promueve la evolución. La tentación de aferrarse a viejos paradigmas puede ser fuerte, pero hacerlo sería perder la oportunidad de construir algo nuevo y mejor.
El poder transformador de la liminalidad radica en su capacidad para crear posibilidades. Es un tiempo oportuno para cultivar la confianza en el equipo, quizás partiendo de la idea que la incertidumbre es más llevadera cuando hay un sentido de propósito compartido. Un líder debe comunicar una visión clara, aunque no tenga todas las respuestas, y fomentar la colaboración para avanzar juntos.
En el tiempo liminal es clave escuchar y validar emociones, pueden aparecer ansiedades, resistencias y miedos. Experimentarlos sin temer al error es clave. Un buen líder promueve un ambiente donde las ideas puedan probarse sin temor a ser juzgadas, permitiendo que el equipo se atreva a explorar nuevas posibilidades, celebrando cada paso por pequeño que sea.
Los momentos liminales son el corazón de la transformación. No son tiempos para respuestas rápidas ni para aferrarse a lo conocido, sino para explorar, construir y redefinir. Para un líder, esta es una oportunidad de guiar a su equipo no solo hacia un nuevo estado, sino hacia una nueva manera de abordarlo.
Valeria Fiore
Abogada-Mediadora
IG: valeria_fiore_caceres