Al sur de Estados Unidos y en gran parte del Caribe poblaciones vulnerables se caracterizaban por tener una organización matrifocal, esto es una organización donde el núcleo madre e hijos constituye de por si el seno familiar, (Fernós, 2001).
De acuerdo con “La Matrifocalidad, el Matrimonio y la Familia en el Caribe” de la Procuradora de las Mujeres en el Caribe, María Fernós, la familia en el Caribe presenta características diferentes a las halladas en familias “tradicionales”, ¿qué será tradicional? ¿qué es común? ¿dónde están los parámetros, los límites y los tiempos para definir hasta dónde, cómo y cuándo?
¿El comportamiento humano es más del campo de sociología o de la neuropsicología?
Lo cierto es que nos caracterizamos por distintas culturas que se van envasando una dentro de otra, y todas adentro nuestro, en el Caribe esa ancestralidad está definida por línea materna y presentan una relación consensual frecuente y no tanto el matrimonio, existe poligamia sucesiva o simultánea y el hombre por lo general está ausente o relegado a una posición secundaria.
La matrifocalidad se define por una mujer al mando, no porque ella lo quiera así, sino porque no hay una figura masculina estable y por tanto su rol en la familia es secundario.
Las raíces de dicho comportamiento, en tanto lo que define a la matrifocalidad se deberían rastrear en el comportamiento cultural de las tribus africanas, en donde se irrumpió y movilizó.
Algunos estudios sugieren que el núcleo madre-hijos o matrifocalidad es el resultado de la poligamia del viejo mundo, en un intento por sostener una monogamia impuesta la cual se transformaría en una monogamia sucesiva y sostenida. Por otro lado, se dice que la misma esclavitud fue la que influyó en los arreglos sociales que los negros podrían haber sostenido por entonces y hasta el día de hoy.
Ninguna de las concepciones analizadas por varios autores analiza la posibilidad de que culturas íntimamente relacionadas con la naturaleza, no posean por naturaleza, comportamiento monógamo. Es más, cuando el sentido de propiedad privada no toma cuerpo hasta que su propia identidad y cultura fuese ultrajada, ¿no sería común o natural o tradicional la poligamia? ¿Acaso somos hipocampos, lobos, cóndores o gibones? Las múltiples formas de expresar amor aún en la etología zoológica, comprende cópulas fuera de la pareja habitual.
En consultorio los blancos presentan culpa ante la infidelidad (parámetro que se desprende netamente del sistema monógamo), mientras que los negros no toman sentimiento alguno, aunque si, no llevan una vida polígama pública, sino más bien, aceptada pero no consentida, claro está, por los miembros femeninos de estas familias matrifocales.
El trabajo esclavo, entre otras cosas deviene de ambientes exigentes*, hostiles, donde fue necesario incluir fuerza, que claramente no todos podían o disponían. Un ambiente exigente y un esfuerzo exacerbado debe equilibrarse con tiempos de relajación, recreación, creatividad. Que pasen por la mesa de un taller, una cocina o una cama ya es tema de otro capítulo. Adentrarnos en el equilibrio de nuestro ser, siendo blancos, negros, mestizos, pueblos originarios o colonizadores no tiene relación, todo exceso derivará en más excesos, alcanzar la línea media requiere meditación, pausa, silencio.
La energía del amor es solo una y cuando esta crece, la irradiamos a grandes distancias despertando sentidos guardados.
Desde la ecosanación trataremos en lo sucesivo de amar más y analizar menos. Son los hechos de la historia los que muestran el legado de nuestras costumbres.
(*) Ambiente exigente aquí refiere a lo que la naturaleza requiere en fuerza trabajo, producto de ideas productivas/industriales/capitalistas.
Anahí Fleck
Magister en Neuropsicología. 0376-154-385152