Marcela Fabiana Barrios (54) está feliz por haber cumplido su meta: concretar el sueño de ascender al imponente volcán Lanín. Asegura que, a pesar de la exigente preparación, “fue algo único, realmente hermoso, una experiencia muy linda”.
A esta comerciante y artista plástica posadeña siempre le gustó el deporte. Siempre hizo bicicleta, salió a correr, fue al gimnasio, a natación, pero antes de la pandemia comenzó a dedicarse al trail running y a participar de las carreras. “Hice muchas carreras en Misiones, pero me gusta la montaña, entonces entreno para poder correr carreras en ellas, en lugares donde me gustan, que sean desafiantes”, manifestó apenas regresó de esta nueva aventura que aún la tiene maravillada.
“Cuando estas en la cima, las emociones fluyen. Todavía estoy emocionada porque fue un logro personal muy grande. Es realmente hermoso, es una experiencia muy linda”.
“Me preparo para eso, con todos los temores. Estoy muy bien asesorada por mi hijo, Josué Arrieta, que es profesor y licenciado en educación física y prepara a atletas de alto rendimiento, lo que representa un respaldo importante. En las pendientes de Cerro Corá, entreno desnivel positivo, por lo general sola. Al gustarme las montañas, siempre quise hacer el Lanín. Decidí hacerlo en diciembre de 2024 y justo coincidió con que la carrera del cruce -100 kilómetros en tres días- era alrededor del volcán. Estar sumergido tres días en la montaña es lo más, no sé por qué lo postergué tanto”, se cuestionó.
Sostuvo que “hice varias carreras a lo largo del año, entrené bastante y me preparé para eso. Sabía que iba a tener un día y medio de descanso para subir al Lanín. Lo hicimos en dos etapas. Tardamos cinco horas para llegar al refugio y a partir de las 3 de la madrugada hicimos la segunda parte hasta llegar a la cima a 3776 metros”.
Dijo que “esta vez se pudo dar. En ocasiones tienen todo organizado, pero cuando llegan al primer refugio y las condiciones climáticas no se prestan para hacer cumbre, deben regresar. El grupo que intentó hacerlo el día anterior al nuestro, no pudo lograr el objetivo. Llegó al refugio y tuvo que volver. Nosotros sí pudimos hacerlo. Amanecía mientras subíamos. Fue mágico”.
En octubre hizo el Ultra Trail Amanecer Comechingón (UTACCH) en Córdoba (una de las más antiguas del país y considerada una de las más duras de Sudamérica) y me empecé a preparar para estas dos. Ahora voy por el Aconcagua. Me tengo que reunir con unas amigas que fueron al Lanín diez días antes y poner fecha para ir a Mendoza”.
Se levantaron a las 2.30 bebieron un café, desayunaron, prepararon las cosas, se colocaron los grampones, se acomodaron la mochila y se abrigaron porque “hacía muchísimo frío”. En la primera parte de la subida, vivieron un clima variado: lluvia, sol, nieve, mientras que, en la segunda, debieron soportar mucho viento, pero sin nieve. “Tuvimos un amanecer espectacular. Ir subiendo y ver el sol asomarse, es increíble. Después de los tres mil metros, miraba hacia los costados y no podía creer que estaba ahí. Fui una bendecida”.
El grupo estaba compuesto por unas quince personas de distintas partes del país y Barrios era la única de Misiones. “Cuando estás en la cima, las emociones fluyen. Todavía estoy emocionada porque fue un logro personal muy grande. Hacer el cruce implicó mucha exigencia física. Llegar ahí arriba fue una doble satisfacción. Haber hecho el cruce y después subir al Lanín, no lo hace cualquiera. Estar arriba, ver el cerro Tronador, el volcán Villarrica, la inmensidad, es una experiencia muy linda que se la recomiendo a quien guste”, aseguró.
Las condiciones climáticas en el volcán varían mucho. Por más que el ascenso se realice en temporada estival, es posible encontrarse con el terreno nevado helado y condiciones poco seguras, que pueden influir en la continuidad del ascenso hacia la cumbre.
La experiencia implica “subir todo el tiempo, ayudado con los bastones. Quizás bajar es más difícil porque es muy empinado y clavando los bastones. Después utilizamos el culipatín y nos deslizamos hasta el refugio. Después de comer algo, seguimos viaje. Después de esto seguiré corriendo, volveré al cruce porque me gusta mucho la Patagonia. Aunque el grupo es desconocido, se unió y generó lazos muy lindos. Pero si se puede ir con amigos es una experiencia más linda aún”.
Barrios admitió que sintió temor. “Me pasó estando en el refugio. Me senté a la tardecita y es como que empecé a medir la magnitud de donde estaba, midiendo hasta donde tenía que subir. Cuando me acosté pensaba qué estoy haciendo. Si te resbalas, te caes, no hay quien te de la mano, y debajo de la capa de nieve hay piedras. Los grupos están súper preparados y en nuestro caso teníamos siete guías, que después de los tres mil metros nos preguntaban cómo nos sentíamos, cada hora se paraba un ratito, se comía algo, se hidrataba, nos poníamos bloqueador solar, y seguíamos. Si alguien se descomponía, enseguida lo bajaban”. Pero a todo esto, “mis amigos y mi familia, que es reducida, están felices por mis logros, siempre alentando. El apoyo, la contención, es muy importante”.