La mañana del 2 de febrero de 2015, el jefe de Gabinete nacional, Jorge Capitanich, rompió todos los protocolos vigentes (al menos hasta entonces), en el marco de su habitual comparecencia ante los medios de comunicación, como vocero del Gobierno.
Ese día, ante la propia prensa, el funcionario rasgó dos hojas del diario Clarín para desmentir que el fiscal Alberto Nisman “haya pensado en pedir la detención” de la presidenta Cristina Kirchner en el marco de la causa AMIA, tal como había publicado ese matutino porteño.
“Esta mentira sistemática requiere no sólo respuesta de mi parte sino del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal número 4 a cargo del juez Ariel Lijo”, se quejó el funcionario sobre la nota publicada en ese diario, durante su habitual conferencia de prensa en la Casa Rosada.
Acto seguido, Capitanich sorprendió al romper dos notas del diario delante de las cámaras y de los periodistas presentes y, con esto, generó todo tipo de reacciones.
“Esta mentira sistemática a que nos tiene acostumbrados el Grupo Clarín (…) todo esto es basura, todo el tiempo es mentira y basura. Por eso es importante que el pueblo argentino sepa quién le miente”, argumentó.
Ese mismo día, la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (Adepa) emitió un comunicado en el que lamentaba la actitud del jefe de Gabinete, entendiendo que “esa concepción de la prensa como un enemigo de las mayorías es utilizada a menudo para sostener un relato político (…) pero en nada contribuye al debate de ideas y a la búsqueda de la verdad real”.