En el marco de la conmemoración del centenario de la Sociedad de Canto de Montecarlo, Sonia, Yvonn, Margarita, Eduardo y Otilia Ehling, presentaron la historia y algunos relatos que están en su memoria sobre quien fuera Hermann Alfred Todt, el querido e inolvidable abuelo, y primer director de dicha Sociedad de Canto (Gesangverein), que el 23 de agosto de 2024, cumplió 100 años, y de la que son parte cuatro de sus nietas. Todos ellos se sienten orgullosos y privilegiados de ser nietos de una de las primeras familias llegadas a Montecarlo.
Hermann Alfred Todt nació en Oelsnitz, provincia de Sajonia, Alemania, el 10 de julio de 1895, y falleció el 2 de noviembre de 1979, en Montecarlo. Sus padres fueron Friedrich Pablo Todt y Louise Linda Geipel. Sus hermanos: Kurt, Frida y Otto, también nacieron en la República Democrática Alemana. Los restos de todos los miembros de la familia Todt, menos de Frida, descansan en el cementerio de Montecarlo.
El abuelo Alfred Todt concretó sus estudios primarios y de formación musical en Alemania, y en el año 1910, recibió el sacramento de confirmación en una iglesia Evangélica, aun estando en su país.
En abril de 1914 la familia decidió emigrar a la República Federativa de Brasil, Colonia Erechin, Municipio de Boa Vista (Paiol Grande) Estado Río Grande do Sul, menos Kurt que lo hizo después de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), con el afán de buscar nuevos horizontes para encontrar la tranquilidad económica y política que ya no tenían en Europa. Y los comentarios y el sentir de la llegada de una guerra, eran fuertes.
Encontrarse en Brasil con la selva exuberante y la serranía hizo pensar muchas veces en el retorno, algo que fue imposible por varios motivos, lo que les obligó a adaptarse a la nueva situación: árboles de gran porte, terreno pedregoso, tacuaras, moscas, mosquitos, todo tipo de insectos y alimañas desconocidas e indeseadas. ¿Y ver qué hacer?
No fue la única familia que salió de Europa, entre ellas también se encontraba la familia Waker. Es así que conoció a Lydia Waker, que nació el 18 de mayo de 1902 en Lotz, Polonia, que estaba bajo dominio de Rusia, y falleció el 28 de agosto de 1988, en Montecarlo. Con ella contrajo matrimonio el 10 de febrero de 1923 en Boa Vista do Erechin, Brasil. Lydia era hija de una familia numerosa, una de los hermanos mayores que nacieron en Polonia.
“Estamos felices y orgullosos de ser descendientes de uno de los primeros inmigrantes que, junto a otros, con coraje y determinación, llegaron a la colonia como un lugar que, conforme a las ofertas, prometía bienestar, paz y abundancia. Sin embargo, no fue así. Pero gracias a la valentía, perseverancia y trabajo constante, aportaron su grano de arena para forjar lo que hoy es Montecarlo”.
Ella contaba a sus nietos que, por razones del trabajo de su padre, que venía a cumplir sus labores en Brasil, antes de los 10 años, ella cruzó cinco veces el Océano Atlántico con sus padres y hermanos Alma, Karl e Irma. Ésta última, falleció en Europa a causa de la viruela negra.
En Brasil nacieron los demás hermanos: Elsa, Clara, Olga, Frida, Inés y Arturo. También tuvieron la pérdida de dos niñas: Elsa y Clara, una de ella afectada por la pandemia de difteria.
Siempre la oma Lydia recordaba situaciones difíciles, tristes… sobre la guerra civil con los Bandeirantes en Brasil. Esto produjo una inseguridad imparable por incidencia de divisiones partidarias políticas, de religión y de la oposición de Brasil ante la Primera Guerra Mundial en Alemania, originando la merma de inmigrantes a la colonización de la región.
“¡Qué momento inolvidable y cuánto conocimiento tenía nuestro opa! Pero si muchas veces hoy nos arrepentimos de no haberle prestado más atención a sus relatos. ¡Éramos muy niños!”
Según relatos, en una ocasión, Carlos Culmey, estando en su casa en Brasil, reunido junto a amigos y el sacerdote Jesuita Max Von Lassberg, fueron atacados por una banda, motivo por el cual deja la colonización en ese país. Al poco tiempo, toma conocimiento de la oferta de Colonización de propiedades en Alto Paraná misionero, haciéndose cargo de la misma.
La vida, la situación social y trabajar la tierra en Brasil fue complicado, volver a su país natal imposible, pero la ansiedad de buscar otros espacios siempre estuvo presente. En eso, las familias Waker, Stensler y Todt llegan a conocer la propaganda que se denominó “Compañía Colonizadora Alto Paraná”, del agrimensor Carlos Culmey, de nacionalidad brasileña, administrador de dicha compañía, cuyo objetivo era la colonización, explotación y venta de tierras en Argentina (Alto Paraná Misiones), iniciándose así la colonización de las localidades de Puerto Rico, Capioví y Montecarlo.
Según relatos, fue así que, en 1919, “nuestro opa Alfred, su hermano Otto junto a Otto Stenzler, decidieron venir a conocer la colonia Montecarlo. No encontramos documentación sobre cuándo lo hicieron y por dónde ingresaron a la Argentina desde Brasil, pero sí, dentro de nuestra memoria sabemos que vinieron por Uruguayana-Brasil, Paso de los Libres-Corrientes, y de ahí a Posadas para continuar el viaje hasta la colonia de Montecarlo, en barco, único medio y vía de comunicación en esos años”, por las aguas del Río Paraná.
La tierra colorada de la colonia Montecarlo se convirtió en un nuevo sueño, desafío, proyectos, actividades y obligaciones para la familia Todt como también las familias Waker y Stenzler. Al llegar en 1919 no estaban iniciadas las mensuras, fueron recomendados a ubicarse en la Línea Paraná. Después de estar un tiempo aquí, deciden venir a la Argentina, Colonia de Montecarlo. “Nos contaba nuestro abuelo que, cuando ellos llegaron a Colonia Montecarlo en 1919, tenían como vecino a Durian, sobre la costa del río Paraná, denominada también como Línea Paraná. Decidieron abrir una picada desde la chacra de Durian, del remanso hoy conocido como Remanso Henrici, hasta el Puerto Montecarlo, lugar donde se buscaban alimentos, correspondencias y otros artículos, único punto para adquirirlos pues llegaban en barco. Esa picada –trillo, camino, espacio en el monte despejado con machete y hacha para circular a pie o a caballo- facilitó la tarea, por lo que lo hacían a pie, ya no necesitaban remar con el bote ida y vuelta”, manifestaron sus descendientes.
“Nos sentimos muy orgullosos de él por haber sido el primer Director del Coro de la Sociedad de Canto, tarea que desempeñó por muchos años con pasión y en forma voluntaria. Actualmente, el escenario de esta institución lleva su nombre”.
En las largas noches, “nuestro opa Alfred, su hermano Otto, junto a Durian y otros vecinos, se sentaban a la luz de la luna o de un fogón a cantar canciones populares alemanas, acompañado por su violín, para apaciguar tristezas por añorar su lugar de origen y su familia que todavía se encontraba en Brasil”, expresaron, y añadieron que respecto de la llegada de “nuestro abuelo en 1919, no se tiene documentación, solo conocemos a través de sus relatos”.
En el libro de “Historia de Monte Carlo” Huellas del Pasado III de Federico Walter Plocher, página 333, también se relata el ingreso Alfred Todt al país, llegando a Montecarlo en el mes de abril de 1919, con su hermano Otto, siendo vecino de la familia Durian, lo que produjo una gran alegría a esta última, también recién llegado. Según documentación, arribó al país en el año 1924.
En 1920, los hermanos Todt vuelven al Brasil para buscar a sus familiares. Estando allá, el abuelo Alfred contrajo enlace matrimonial con Lydia el 10 de febrero de 1923. Conforme a documentación, en Posadas, el 11 de mayo de 1920, Alfred confiere un poder especial a favor de su hermano Kurt, domiciliado en Brasil, para que, en su nombre y representación, venda la propiedad ubicada en Colonia Erechin.
Cosas de la vida
La solidaridad y ayuda mutua existía entre los primeros colonos como también entre la familia, ya que fue duro, difícil desmontar y trabajar el terreno con pocas herramientas manuales, con las únicas que contaban: hacha, machete, serrucho, troseadora (serrucho para dos personas que se tomaba en los extremos), pala, asada, y más adelante el arado estirado por bueyes o caballos. Es así que la familia decidió realizar la limpieza y comenzar con las primeras plantaciones de mandioca, maíz, poroto, tabaco, entre otros, para alimentar a la familia, a las aves y a los animales que se criaban en toda chacra para su sustento. Primero una, y luego las demás, siempre entre todos. Las semillas, plantines, ramas de mandioca, gallinas, vacunos, en otras cosas, eran traídas desde colonia San Lorenzo, Paraguay. “Esta solidaridad familiar se trunca por un mal entendido cuando llega a la colonia Montecarlo, su hermano Kurt junto a su esposa Helma Milda Buschner y su pequeño hijo Werner. Es así que nuestro abuelo Hermann Alfred decidió abrir una pequeña parcela de monte en su chacra Línea Paraná. Allí levantó su vivienda de tres paredes con troncos para ir a vivir con su esposa Lydia, donde nació su única hija Erna Herta, el 22 de febrero de 1926, quien, siendo una niña de apenas nueve años, se tuvo que hacer cargo de los trabajos de la casa por razones de salud de su madre, nuestra querida e inolvidable mamá, a la que le debemos todo lo que somos”, recordaron.
En la localidad de Montecarlo hay una calle con su nombre: pionero Alfredo Todt. “Eso lo debemos gracias a la constante insistencia de su bisnieto Estéban Mudry”.
Aseguraron que Hermann Alfred, “nuestro abuelo, fue un hombre de perfil bajo, de 1,80 metro de altura aproximadamente, cutis de color blanco, cabello castaño, delgado y musculatura fibrosa, definida por los trabajos pesados que realizaba. Siempre de un muy buen apetito. Lo recordamos como un hombre muy tranquilo, de hablar poco, hizo mucha negación para aprender el idioma castellano, hablaba solo el alemán. En forma muy pacífica promovió la música y el canto, siempre acompañado de su infaltable violín, su pipa, y en ocasiones de algún cigarro”.
Como buen misionero aprendió a tomar mate y lo que hacía tres a cuatro veces al día. Generalmente, el mate antes del almuerzo era compartido con una vecina, la señora Elfride Reineke, momento en que socializaban las actividades diarias que realizaban en la chacra.
Gran lector, leía todo material de lectura que aterrizaba en sus manos. En esos tiempos, un diario en alemán “Deutsche La Plata Zeittung” (Diario La Plata en alemán) publicado alrededor del año 1880. Este diario debía ser abonando semestralmente con anticipación, y llegaba con el barco de pasajeros que venía desde Posadas hasta Puerto Iguazú, recorrido que hacía todas las semanas. Más adelante, por correo recibía el diario llamado “Freie Presse” (Prensa Libre), que compartía con su hermano.
No era cazador ni pescador. Contó que un día, mientras abría un claro en el monte para construir su rancho en Línea Paraná, escuchó un ruido no lejos de donde se encontraba; yendo a ese lugar solo con su azada y machete pensando que había de ser un tateto (chancho de monte). Pero qué susto cuando llegó allí, las huellas indicaban que era algo mucho más grande, probablemente un yaguareté. Sin pensarlo dos veces, dio media vuelta para refugiarse en el rancho.
Con mucho esfuerzo, hasta avanzada edad, plantaba mandioca, tabaco, maíz, y lo mantenía limpio con azada y machete. Por mucho tiempo, la limpieza de su plantación de yerba y tung era realizada con arado estirado por su caballo Max. En los últimos años, “nosotras, las mayores, teníamos que ayudar a recolectar los frutos”.
La música, su todo
Apasionado por la música y la necesidad de reunirse para mitigar su decaimiento y debilidad como muchos otros inmigrantes europeos e hijos de alemanes brasileños, dieron cabida a momentos de evocación musical, entonando canciones populares, acompañado de su violín, en las distintas casas vecinales. De esa forma, el 23 de agosto de 1924, se gestó primer el coro masculino, y en 1963, por interés de las mujeres hacia el canto coral, se presentó un nuevo desafío para “nuestro” abuelo. Realizó esta tarea de forma voluntaria, trasladándose semanalmente al encuentro coral con su yegua blanca llamada Mansa, “día que nosotras esperábamos ansiosas porque, una vez ensillada la misma, teníamos la oportunidad de dar una vuelta por el patio”.
En una de esas noches, cuando regresaba del ensayo montado en su “Mansa”, de repente el animal se empacó y detuvo su marcha. Ante la insistencia y negación de la yegua a seguir avanzando, contaba el “Opa” que sacó su linterna para inspeccionar el lugar y ver cuál era el motivo. ¡Oh sorpresa! Se encuentra con un alambre que atravesaba de lado a lado la picada, justo a la altura que lo podía echar al suelo. ¿Una broma de mal gusto? ¿Con qué intención? Su sospecha de quién o quiénes la colocaron fue muy clara para él, pues se sumaba a otros hechos dañinos de similares características. En esos tiempos, no todos los vecinos actuaban bajo los principios comunitarios, de solidaridad y ayuda mutua, también había algunos con ocurrencias muy pícaras y de mal gusto, que en la mayoría de los casos resultaban muy perjudiciales para quien las recibía.
Cuando ya no tenía a Mansa, y por su edad, se trasladaba al ensayo a pie. De regreso a la casa, lo traía algún coreuta. Es entonces que Ernesto Hahl se hizo cargo de la conducción del coro, y jubilado nuestro abuelo, organizaba su salida de cobro el día del ensayo coral para compartir ese momento de música y canto con el grupo coral, muchas veces acompañado por Otilia, su nieta menor.
Organizaba las partituras y practicaba las canciones para el coro apoyado por su violín, en verano durante la hora de siesta, y los días de lluvia cuando no podía ir a la chacra. Con mucha responsabilidad y entusiasmo preparaba a los coreutas para compartir sus canciones en Eldorado, Paraguay y Brasil. La música y el canto fueron su pasión.
Para dar el tono a los coreutas, no empleaba el violín, utilizaba el Diapasón Funafo en 880 ciclos que sería el “LA”. A partir de ahí, el director tiene que buscar los semitonos ascendentes y descendentes, por lo que se llama intervalos. Esto requiere tener muy buen oído y mucha práctica. En algunas oportunidades también usaba el Diapasón Cromático que tiene una escala graduada con los tonos, marcadas las notas se acciona soplando como una flauta porque tiene una embocadura.
No tuvo la paciencia “de enseñarnos música ni canto”, pero en las noches de verano a la luz de la luna, cuando se compartía el mate antes de la cena, “entonaba con nosotros” canciones populares y navideñas. En ese momento también observábamos también el cielo, enseñándonos el nombre y ubicación de estrellas y constelaciones; además de anécdotas y cómo era la vida al principio aquí, en Brasil y Europa.
Dentro de sus relatos “recordamos cuando participó de la apertura de la picada que hoy es la Avenida El Libertador. Todos los que estuvieron trabajando en ese momento se enfermaron de Paludismo, enfermedad transmitida por el mosquito y desconocida para ellos, no pudiendo continuar el trabajo y con dificultad para regresar a sus hogares. Tampoco se contaba con médicos ni medicación alguna, por lo que recurrían a la medicina natural (yuyos), conocimientos transmitidos por personas con más experiencias. Según testimonio del abuelo, en una ocasión, en pleno verano, los afectados por esa enfermedad se acostaron en el arenal bajo los rayos del sol del mediodía para apaciguar los escalofríos que les producía. En ese instante justo llegaba un barco con tripulantes, correspondencia y mercadería, quien no ancló pensando que estaban locos, continuando su viaje”.
Rememoraron que “muchas veces nos contaba con angustia y tristeza que, en octubre de 1933, y en dos oportunidades más, el paso por la colonia y ataque a los cultivos de una importante manga de langostas. Eran tantas que cuando llegaron volando, el cielo se oscureció, lo que dio a pensar que se encontraban ante una tormenta. Los insectos devoraban toda plantación, dejando solo los troncos y gajos sin hojas, ocasionando graves perjuicios económicos, psicológicos, sin ganas de volver a cultivar la tierra”.
Participativo
En 1930 formó parte de la fundación de la Cooperativa Agrícola Mixta de Monte Carlo Limitada, bajo los principios cooperativos, la que surge por necesidad de poder comercializar las cosechas de sus productos y poder progresar.
También fue socio de la Industria Oleaginosa – Eldorado Sociedad Anónima, ingresando el 16 de abril de 1945 con cinco acciones ordinarias, un valor nominal de 500 pesos moneda nacional.
Por razones de su personalidad, distancia, medio de trasladase y de la salud de su esposa Lydia, le resultaba difícil integrar y participar en las distintas comisiones de la colonia.
Colaboración: Yvonn Ehling