Tal día como hoy, un 4 de febrero, pero hace 120 años, comenzaba la “Revolución de 1905”, una sublevación organizada por la Unión Cívica Radical y dirigida por Hipólito Yrigoyen contra el gobierno del Partido Autonomista Nacional (PAN) en reclamo de elecciones libres y democráticas.
Hacía pocos meses que había asumido como presidente Manuel Quintana cuando el caudillo radical dirigió la sedición desde el Arsenal de Guerra, cuya oficialidad lo respaldaba, y durante una semana se combatió en las calles de casi toda Argentina.
La proclama de la Unión Cívica Radical decía que representaba una fuerza “de ideas y de aspiraciones colectivas” y que combatía “un régimen, no hombres”.
Triunfó en Rosario, Bahía Blanca, Córdoba (el vicepresidente José Figueroa Alcorta fue apresado como rehén) y Mendoza, pero fracasó rotundamente en Buenos Aires, lo que hizo fracasar la revolución en el resto del país.
Yrigoyen se mantuvo en la clandestinidad durante varios meses, hasta que el 19 de mayo de 1905 se entregó a las autoridades, declarándose único responsable de la fracasada revolución.
Pese a la derrota y al calificativo de “locos de verano” que les endilgó la revista Caras y Caretas, el radicalismo y su líder salieron fortalecidos ante la opinión pública.
Al año siguiente se aprobó un proyecto de ley de José Figueroa Alcorta que allanó el camino hacia la “Ley Sáenz Peña” y el voto secreto y obligatorio quedaba entonces sembrado, aunque tardaría todavía casi una década en concretarse.