Por: Evelin Inés Rucker
En mi pueblo, Montecarlo, cuando yo era chica no se tenían muy en cuenta las normas de tránsito. Para manejar un automóvil y recorrer rutas y calles no era necesario portar un carnet habilitante. Es que había pocos vehículos, en las calles de tierra no se podía circular a gran velocidad y además, nos conocíamos todos.
De alguna manera uno intuía hacia dónde iba don Juan; que había que tener cuidado porque allá venía Ana, que era distraída; que a Walter le gustaba correr y al solo sentir el acelerar de su Fitito metíamos los niños dentro de la casa.
Y todo estaba bien, nos entendíamos así. No recuerdo muchos accidentes de tránsito. Aunque sí, hubo uno dramático de un borracho que embistió a un Jeep donde viajaban, desde una colonia vecina, tres maestros.
Ahora es distinto. Mucho más en una ciudad donde circulan miles de autos, bicicletas, motos y monopatines (a estos tres últimos les tengo una mezcla de respeto y miedo cuando conduzco) a toda hora y en distintas direcciones. Es imprescindible conocer y respetar las leyes. Somos seres sociales y la convivencia lo exige.
Algo así ocurre con la escritura. ¿Debemos respetar a rajatabla a la ortografía?, ¿es necesario saber de gramática para expresarnos en un texto escrito? A las dos preguntas contesto: sí y no.
Si lo que escribo es, como en mi pueblo chiquito, para que lo lea alguno, hacelo como quieras; ¡si te entiende! “Se gual”, ¿no?
Pero, si tu herramienta de trabajo es la palabra, respetala. Esto vale sobre todo para docentes, escritores y periodistas. No tiene que ver con ser obsecuente con la Real Academia Española (a la que critico tan a menudo como acato) ni con cada una de las academias de letras que existen en los distintos idiomas.
Para que nos entendamos, para que podamos circular sin provocar accidentes, tenemos que respetar las reglas que están para eso.
Pero quedémonos con los escritores que serían, en el caso de los automovilistas, conductores de fórmula uno.Escribir (bien) es una de las tareas más complejas que puede realizar una persona.
Por lo tanto, la responsabilidad de un autor es, no solo preocuparse de decir cosas, sino ocuparse también por que el lector las entienda. Y para eso debe consultar el diccionario y repasar gramática.
La diferencia entre quien escribe bien y quien no, serán entonces, no las dudas sino tener más conciencia de ellas y tener más recursos para resolverlas.
El mejor escritor es el que más trabaja su texto llegando a una reflexión metalingüística, es el que entiende que la inspiración es solo la primera letra de la historia. Luego, trabaja organizando pensamientos dispersos, releyendo el borrador para comparar lo que dice con lo que le gustaría que dijera, aplica reglas de corrección ortográfica, pone una coma, cambia un acento, limpia el texto de errores y ruido.
Acordemos entonces que una buena meta es aprender a escribir mejor cada día, poder jugar con el idioma, darle matices, golpes y susurros. También saber, que cuanto más se aprende, menos tiempo se pasa corrigiendo. Pero que corregir, hay que corregir siempre.
Pero; pero pero pero diría mi prima Margarita, sabemos que en la historia literaria, grandes autores tuvieron problemas ortográficos graves.
Y sí. En estos casos, y para eso, están los correctores. ¡Fin del problema!, suspiro feliz.
Pero no, no a todo escritor le interesa y acepta ser corregido. Muchos prefieren conducir su automóvil por las calles a contramano y cruzar un semáforo en rojo.
Más allá del escritor que redacta como quiere, que se rige a las normas, las ignora o las rompe; de si acepta ser corregido o no, hoy un gran responsable del texto bien publicado (en todo el amplio sentido de lo que significa un texto publicado) es la editorial.
Considero que el editor debe ser el policía (aunque suene feo) de tránsito de lo que, bajo su responsabilidad va a publicar.
_ Según este control de alcoholemia tiene usted 2,5 de alcohol en sangre. Bájese del auto, no puede conducir; así no se lo publico.
Habrá editoriales a las que no les importen los errores, o que consideren que es una forma de rebeldía interesante; alguna otra dejará a consideración de sus autores el cómo escriban.
Todo esto está bien, que cada uno publique como quiera, o como pueda.Como lectora competente, considero a un texto con errores, como el de un autor irresponsable.