El profesor Lucas Daniel Vogel (44), está feliz, exultante. Y no es para menos, porque recibió una noticia que le cambió la vida. Es que por su manera de enseñar en el Centro de Día como en el Hogar de Día de la ciudad de Oberá, estuvo entre los 50 finalistas al GEMS Education Global Teacher Prize que otorga la fundación Varkey en colaboración con la UNESCO. Durante los dos años que asistió a ambas instituciones este docente de educación técnica profesional demostró que se puede impartir una enseñanza diferente. El trabajo lo condujo al éxito y tras preparar sus maletas el fin de semana viajó a Dubái, Emiratos Árabes, donde junto a colegas de todo el mundo participará de varias jornadas de capacitación intensa.
Nacido en el barrio Krause, contó que culminaba sus estudios como Maestro Mayor de Obra (MMO) y suponía que, por añadidura, el paso siguiente era cursar ingeniería civil. Pero, de repente, sus compañeros le empezaron a pedir que les ayudara en física o matemática “porque era algo que me salía fácil. Me resultaba sencillo y era como darle la vuelta a entenderla”. Por esos días, en la Escuela de Comercio faltaban profesores de matemática y lo convocaron para cubrir una suplencia por un par de meses. “Le respondí que iba a experimentar. Entré al curso y me di cuenta que eran espectaculares las relaciones entre las personas, la forma de intentar que las otras personas presten atención, porque no era lo mismo una tutoría donde alguien pide: ‘quiero saber esto’ a entrar a un curso donde hay gente que a veces no tiene ganas de estar ahí”, señaló.
Agregó que en esa etapa supo “que había mucho que aprender de las relaciones entre las personas. Tomé unas horas más, pero seguían siendo pocas. No era redituable, perdía tiempo viajando, corriendo de escuela a escuela, cuando haciendo otras cosas tenía un mejor ingreso económico. Me quedó la chispa encendida pero no me convenía económicamente. A partir de ahí, estuve frente a un kiosco, instalé y arreglé aires acondicionados, realicé instalaciones eléctricas e hice un montón de otras cosas”.
Un día se acercó al kiosco el rector del Instituto Superior Belén, de Campo Grande, para ofrecerle veinte horas. “Era algo que convenía un poco más. Las tomo, pero, al mismo tiempo, empiezo a estudiar el Profesorado en Educación Técnica en el Instituto Saavedra de Oberá”, donde se cursaba los sábados. Al ingresar, se propuso terminar la carrera y, después, seguir ingeniería, que había quedado pendiente, “pero me di cuenta que no iba a estudiar ingeniería, sino pedagogía, didáctica, y todas las demás materias que me daban herramientas para entrar al aula y poder aplicarlas”.
Y en el profesorado “me explotó la cabeza conociendo autores, conociendo métodos, siempre un poquitito más. Cuando teníamos que leer el capítulo de un libro, a la semana me leía el ejemplar entero, ya sabía la historia del autor. Siempre fui muy curioso. Ahí me di cuenta que eso era lo que me gustaba”.
Soledad, su esposa, es acompañante terapéutica. Mientras estaban frente al negocio analizaban: “nos va bien económicamente, pero estamos perdiendo desafíos. El desafío más grande que tenemos acá es poner de oferta a dos alfajores. Quizás nos cueste más, quizás sea más difícil, pero decidimos vender el kiosco, dedicarnos a pleno a lo nuestro, y tener más horas. Además, nuestro hijo estaba creciendo en ese ambiente, que no nos gustaba. Nos jugamos. Yo terminé el profesorado en dos años y medio, ella continuó con lo suyo y los desafíos se volvieron totalmente diferentes. Inmediatamente me contacté con la Universidad de Quilmes para hacer la licenciatura, porque necesitaba más información, necesitaba más cosas. Y todo eso lo iba aplicando al aula de matemáticas donde daba clases, en Campo Grande”, relató quien también dio clases en la Escuela Normal 4, en la EPET 3, porque “todo el tiempo era sumar algo más”.
Contó que cuando empezó a cursar la licenciatura “a fondo” y a conocer otros autores, “entendí mejor cómo funciona el aprendizaje en general y me di cuenta que todos podemos aprender de todo a lo largo de toda la vida. Ya estaba demostrado, había neurocientíficos que vieron eso, pero necesitaba asumir el desafío y decir: ‘tengo que mostrar esto a todo el mundo’”.
Camino a la gloria
Enterado de una convocatoria del Centro de Día, para personas con discapacidad – a cargo de Cynthia Wendlinger-, Vogel se “asomó” para ver de qué se trataba. Observó las actividades que se desarrollaban en la institución y propuso a la secretaria de Desarrollo Humano y Acción Social de la Municipalidad de Oberá, Betiana Avancini, “hacer acá un espacio educativo. Quiero mostrar que se puede aprender a lo largo de toda la vida. Antes había hablado con el director del Hogar de Día, por lo que preparé los dos proyectos, armé las dos ideas base, y me contacté con Silvina Martínez, que era la encargada de Discapacidad, que me miró como diciendo: ‘es algo loco lo que estás pensando’. Empecé a planificar e instalar un espacio educativo o de aprendizaje basado en evidencia adentro de un Centro de Día para personas con discapacidad, mayores de 14 años, dando una referencia diferente a lo que es el aprendizaje en sí”.
Aseguró que “hacerlo fue fantástico. Me apoyé en muchos libros. Siempre digo que, si me animé a hacer esto, si pude ver un poquito más lejos y tener esta referencia, es porque me paré en el hombro de gigantes, de gente que ya lo hizo, tanto en Argentina como en el mundo, que ya estuvo investigando, que está intentando tumbar barreras. Muchas veces esas investigaciones no llegan a quienes tienen que llegar, porque son investigaciones más duras, que, si podemos leer y podemos entender, podemos traducir y demostrar a todos, que hay cambios que se pueden hacer”.
Comentó que durante la primera parte de su experiencia en el Centro de Día “fue como frustrante, pero a la vez desafiante, porque lo primero que quise hacer es programar el tiempo (de marzo a julio tengo que terminar un proyecto). Las primeras veces venía simplemente a hacerlos jugar, viendo cómo iban desarrollando estas actividades y muy rápido me di cuenta que me tenía que hacer foco en las habilidades que ellos tenían, en las capacidades que ellos tenían, y no preocuparme por las discapacidades que presentaban. No soy especialista en discapacidad, por lo tanto, no hice más de lo que se estudia en la formación docente sobre discapacidad y me apoyé en las capacidades que ellos tenían. Para eso tenía que ir investigando, dándole herramientas para poder ver hasta dónde podían o qué podían hacer”.
En esa primera etapa se percató que el tiempo era mucho más flexible que en el colegio, donde existe un trimestre, donde hay que presentar notas y es necesario hacer un seguimiento. “Acá ese tiempo no contaba de la misma manera. Lo que no se hacía hoy no era grave, servía para que ellos se den cuenta que no todo siempre funciona, que no se puede todo a la primera y que errar está bueno porque hace que nos desafiemos más. Eso me dio tiempo a hacer proyectos que planificaba para una semana o para tres clases y a veces pasaban cinco clases y no terminábamos. Y no pasaba nada, porque en ese proceso era muy importante todo lo que se iba aprendiendo”, repasó el papá de Osías y Ulises.
Todo eso aprendió “en ese primer trimestre, en ese primer espacio de tiempo, porque me di cuenta que era muy lindo poder darle el tiempo e ir desarrollando ese conocimiento, venir y decirles: ¿qué hicimos la clase pasada? o ¿qué hicimos la vez anterior? y que nadie tenga idea. Pero, de repente, ibas mostrándoles o contándoles algunas cosas, y se iban enganchando de manera diferente. Eso me parece que fue fundamental”, señaló.
“Tengo expectativas de que todos puedan tumbar o ayudar a tumbar las barreras que nos detienen para pensar, para ser mejores personas, para ser más críticos. Para todos los mensajes de odio que van por un lado o por el otro y que nos intentan dividir, que nos intentan hacer pensar que somos diferentes, tenemos una herramienta fantástica que es la educación y el aprendizaje que todos podemos aprender a lo largo de toda la vida”.
Vogel entiende que quienes asisten al Centro de Día pueden seguir creciendo. “No creo que este sea su techo. En mis planificaciones o en la forma que hago para idear mis guías, siempre pienso en un piso muy bajo, sin escalones, donde todos puedan entrar, donde el desafío sea para todos, de manera que todos puedan alcanzar, pero que no tenga un techo o que el techo sea muy alto. Entonces que todos puedan seguir desarrollando ese conocimiento”, expresó, al tiempo que apuntó que “la mayoría de las veces estamos esperando que el conocimiento nos sirva para algo tangible o para algo que el resto vea, y a veces el conocimiento nos da una especie de poder entender cómo funcionan las cosas que nos hace una mejor calidad de vida”.
Rumbo al premio
Todos los años la Fundación Varkey lanza una convocatoria para que los docentes del mundo muestren lo que están haciendo y cómo influye eso dentro de su sociedad, de su entorno. “Con esta iniciativa ayudan de alguna manera a cumplir objetivos de la UNESCO, para que tengamos una sociedad un poco más justa. Todos los años miraba quiénes eran los 50 seleccionados, miraba qué hacían. Tengo newletter de docentes que escriben en el mundo, sobre biología, sobre filosofía, sobre ciencia, que a veces entiendo, otras veces tengo que traducir o preguntar, pero siento que tengo que estar actualizado, y en esa actualización está la Fundación Varkey que todos los años motiva diciendo: ‘Muestren lo que hacen’. En Argentina, si estás mostrando lo que haces, es menos mérito y es como que uno tiene ese rechazo. Al pasar estos dos años y confiando en este proyecto o en este método para dar clases, dije: ‘voy a contar’, esperando el mail que recibí después de la nominación con un ‘muchas gracias, está rebueno lo que haces, te invitamos a que te postules la próxima vez’. Alguien leyó, a alguien iba a servir. Ese era mi objetivo. No tenía otro”, explicó.
“Todos podemos aprender cualquier cosa a lo largo de toda la vida. A veces son otros caminos, a veces tenemos que pensar en herramientas diferentes porque alguna persona anterior nos bloqueó en algún momento”.
Dos semanas después que llenar un formulario contando lo que hacía (metodología, quién era, cómo plantea la biodiversidad, cómo plantea la Agenda 2030), debía responder ¿qué haría si ganaba el millón de dólares?”. La respuesta fue “capacitarme e intentar que más personas se capaciten”. Pero Vogel no pensaba que podía llegar. Una semana después le enviaron un mail invitándolo a una entrevista virtual. “Me fijé que coincida el horario en que pudiera estar enfrente. Preguntaron cómo me preparé y dije: ‘no me preparé, simplemente busqué el horario y acomodé la computadora para charlar’. Pero sí me preparé porque soy muy curioso, porque leo todo el tiempo, porque estoy queriendo explicar estas cosas, pero indirectamente. Si uno cuenta algo sin tener que leer es porque lo aprendió, porque lo entendió. Tuve una charla hermosa, de media hora, con dos personas de la Fundación, donde hablamos de autores, de métodos, de lo que hice y de lo que hago”, manifestó el hijo de Carmen “Chuly” Korol y de Jorge Vogel, y hermano de: Carina, Lorena, Melissa y Florencia.
Entendió que la entrevista fue “una charla más” y pensó que “terminó acá”. Más adelante, recibió otro mail donde pedían especificar algunas referencias que apuntaban a un proceso normal. Pero el docente sospechó cuando “solicitaron el certificado de buena conducta emitido por la Policía”. Se ilusionó, pero no creía que fuera posible. “Cuando me mandaron el mail desde Dubai, se leía: ‘no puedes decir nada’. No podía creer, no entendía nada”. Llegó otro mail. “Le digo a Sole que se fijara. Grita: Lucas, estás en el top 50. Me puse a llorar, a gritar”.
Enseguida, lo llamaron desde la Fundación. Estaba en casa, sin remera, jugando con sus hijos. “Eran Yasmín y Pamela para felicitarme y decirme que mi trabajo es espectacular. No entendía nada, fue una locura. Días más tarde, cuando se hizo el anuncio, explotó todo y de una manera increíble. Me llamaba gente de todo el país para decirme: estoy orgulloso de vos como argentino, te estamos apoyando. Me llenó el alma”.
Y en el profesorado “se me explotó la cabeza conociendo autores, conociendo métodos, siempre un poquitito más. Cuando teníamos que leer el capítulo de un libro, a la semana me leía el ejemplar entero, ya sabía la historia del autor. Siempre fui muy curioso. Ahí me di cuenta que eso era lo que me gustaba”.
Eran 11 colegas de Latinoamérica y dos de Argentina. Se contactó con Karina Sarro -seleccionada entre los 10 finalistas- y viajarán juntos a Dubai donde el 11, 12 y 13 de febrero recibirán capacitaciones intensas para pensar una educación para todos y de calidad. “Ya me pasaron el workshop del que voy a participar y ver como estoy con el idioma para contemplar la necesidad de un traductor. Comparto el grupo con 49 grosísimos”, sostuvo quien se convirtió en Embajador, que es un representante de Varkey en el mundo.
Orgullosos
El intendente Pablo Hassan manifestó que para el municipio el logro de Lucas “es un orgullo inmenso. Nos pone muy felices y también nos reafirma el camino iniciado. Desde el día 1 de nuestro gobierno venimos trabajando para lograr una sociedad mucho más inclusiva, pensando en herramientas para las familias y para las personas que tienen alguna discapacidad, tomado como un objetivo y una política pública de gobierno. Orgullo es la palabra, por el logro de Lucas y por el trabajo que hizo con los chicos del Centro de Día y del Hogar de Día”.
Dio instrucciones de abrir el Centro de Día, convirtiéndolo en algo más didáctico, de aprendizaje, donde los chicos no solo transiten la jornada, sino que aprendan a valerse por sí mismos, a salir a hacer actividades en la ciudad. Se creó el primer ballet folclórico del Centro de Día, que participa de los actos. “Muy pocas veces se ven personas tan apasionadas con lo que hacen”, dijo, aludiendo a Vogel.