Vaya por delante la tesis de esta columna que se “desenvolverá” en unos cuantos párrafos más adelante. El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla y lo vuelve a esconder. Gozoso por ello va y vende todo lo que tiene y compra aquel campo.
Jesús usó muchas veces las parábolas a modo de analogía inspirada y extendida de una historia terrenal, pero con significado “celestial”.
Los discípulos preguntaron a Jesús: “¿Por qué le hablas a la gente en parábolas?”. Él respondió: “Porque a ustedes les es dado saber los misterios del reino de los cielos; más a ellos no les es dado. Por eso les hablo en parábolas, porque viendo no ven, y oyendo no oyen ni entienden”.
En la era de la globalización, lo tecnológico, lo instantáneo, de la Inteligencia Artificial, cuánta presión tenemos todos por esta suerte de “corriente impetuosa” que reconocemos y que, aunque parezca una utopía, intentamos trasponer.
Pero íntimamente algo nos indica que no sabemos muy bien dónde vamos a terminar y casi que no podemos detenernos unos minutos a pensar si es lo que realmente anhelamos.
Durante estos días tuve una experiencia especialmente hermosa en mi hogar. Observaba a mi esposa y a una de mis hijas mirando, sentadas cómodamente en el sillón, fotos viejas impresas que sacaban de una gran caja. A esa entretenida búsqueda se sumaron mis pequeñas nietitas y, para perpetuar el momento, otra hija tomaba fotos con su celular.
El escenario ofrecía una suerte de progresión del tiempo: fotos pequeñas en blanco y negro de ancestros, fotos en colores y, finalmente, algunas muy diferentes con evidente producción artística (algo muy común hoy) con la imagen de bebés y niños.
Estimado lector, siendo preadolescente -hace ya muchos años- tuve la experiencia y pude aprender a revelar fotos en blanco y negro con el antiguo sistema analógico. Fue algo maravilloso y casi mágico, sobre todo el momento del proceso cuando, ya en el papel sumergido en la cubeta del líquido específico, literalmente aparecían las imágenes.
Permítame contrastar y relacionar esta experiencia con la palabra “escondido” que Jesús usó en la parábola. La Biblia contiene textos en los que se usan también términos como “misterio” y “revelación”.
Recurro a todas estas herramientas para poder dejarte un mensaje que incluso puede desafiar la hoja de ruta de tu vida, los paradigmas de las tradiciones y las idiosincrasias familiares y culturales que experimentaste.
El factor clave en la “revelación” de las fotos, con los métodos antiguos y los actuales, es la “luz”.
Cuando una persona encuentra ese tesoro escondido y vende metafóricamente todo lo que tiene para comprar el campo (para detenerse y plantear un cambio de vida), está escrito en la Biblia que su vida pasa de las tinieblas a la luz admirable de Dios.
Es entonces que comienza a ver lo que “estaba”, pero no veía y a “oír” el llamado de Dios que no oía.
El propósito eterno de nuestro Padre es que la humanidad lo “encuentre”. La comunión con Él produce gozo y la posibilidad de vivir una vida plena y diferente.
Jesús nunca dijo que el tesoro escondido era la “religión”, no. El tesoro a ser revelado, descubierto y vivido a pleno es la comunión con Él más allá de lo natural.
Su Espíritu Santo es la luz que revela la imagen de la sustancia y esencia de Dios a los corazones.
Por todo ello es que te bendigo y te animo a que “descubras” ese tesoro maravilloso a partir de abrir tu corazón para buscar de Dios.
Pastor Pablo Daniel Seró
cielosabiertosposadas.org