El profesor nacional de música y creador de “Los tres del río”, Luis Fernando “Lucho” Alonso, se emociona al tomar en sus manos un libro de su autoría que refleja la historia de este trío, que recorrió buena parte del mundo llevando la música misionera. A lo largo de los años fue reuniendo abundante material y cuando el grupo cumplió 50 años, su amigo, Ramón Delgado Cano, le sugirió que escribiera su historia porque “lo que no se escribe, muere, desaparece”. Y así lo hizo. Compiló experiencias, testimonios, fotografías y recortes de diarios escritos en varios idiomas y dio vida a este ejemplar, que es su orgullo, y que presentará en sociedad, posiblemente en marzo, en el Museo Regional “Aníbal Cambas”, con un espectáculo musical de por medio. “Lo que hice con ‘Los tres del río’ está plasmado en este primer volumen. Esto es muy importante para mí, es como un hijo”, dijo Alonso, emocionado, mientras se ocupa de bosquejar “una segunda parte, porque la mía es una vida dedicada a la música”.
En febrero de 1973, comenzaron a actuar como “Los del Río”, cuando el grupo estaba conformado por Alberto Hugo “Beto” Encina, Héctor Fernando “Pochito” Méndez y Luis Fernando “Lucho” Alonso, y cuya formación se mantuvo a lo largo de 17 años.
Tras enumerar un sinnúmero de festivales a los que asistieron en la provincia, comentó que “trabajábamos para la Dirección General de Cultura, la Subsecretaría General de Cultura y para la Dirección General de Industria, que nos envió a la Feria Internacional del Norte Argentino (FERINOA) 77, en misión oficial”. También viajaron al Festival de la Chaya, en La Rioja, y al Festival Nacional del Poncho, que se hacía en un predio alejado de la ciudad de Catamarca.
“Tras el anuncio, entramos con la galopa ‘El Mensú’, seguimos con ‘Posadeña linda’, y temas de Alcibíades Alarcón. Gustó tanto nuestra música que no nos dejaban bajar del escenario. Cuando nos dispusimos a ir al hotel se acercó un miembro de la comisión del Teatro Central de Catamarca y nos contó que ‘en estos momentos’ se estaba llevando a cabo un concierto. ‘Dado el éxito que tuvieron aquí, los invito a actuar y hacer el cierre tras la actuación de Los Chalchaleros’. Cuando nos introdujimos al teatro con las tres guitarras, se escuchaban las voces inconfundibles de los ‘padres del folclore’. Entre bambalinas, los veíamos actuar. Y tras ellos, entramos e hicimos nuestro espectáculo, por el que recibimos la ovación del público”, rememoró Alonso, que hasta hace algunos años se desempeñó como profesor titular de música de la Escuela Normal “Estados Unidos del Brasil”, el BAPAyC y el Polivalente 8.
La música llegó a su vida
Su padre, Don Ricardo Alonso, era director de la Orquesta Típica y Regional en las décadas del 40 y del 50, que tocaba en el Club Sarmiento y en la fiesta de los carnavales. Era propietario de un negocio sobre la calle Bolívar y como era socio de SADAIC, a ese lugar le llegaban las partituras. Aunque se recibió en la Escuela Industrial como Maestro Mayor de Obra (MMO), trabajó en ese ámbito por muy poco tiempo porque era un apasionado de la música.
“Anduvo mucho tiempo con la música y cantaba muy bien en guaraní. Junto a mis hermanos Diego y Miguel heredamos la pasión por la música, aunque los siete hermanos nos criamos en un ambiente musical”, señaló el padre de Karina Esther, Luis Alfredo, Fernando Ezequiel y Ricardo Miguel Alonso, quienes le regalaron nueve nietos.
Es por eso que “Lucho” Alonso sostiene que “todo en su vida está relacionado al arte” y que buena parte de su familia se compone de artistas. Nacido y criado en el barrio Villa Sarita, cuando tenía apenas 12 años dibujó el puerto de Posadas en blanco y negro y se ganó el primer premio que consistía en un viaje a las Cataratas del Iguazú, otorgado por la Dirección General de Cultura de la provincia.
Alonso estudió en la Escuela Superior de Música cuando la carrera de profesorado nacional duraba nueve años. “La hice en tiempo y forma, con la presentación de una tesis final”, dijo. Como en la biblioteca de la institución no abundaba información sobre los cinco ritmos folclóricos que pertenecen a Misiones (galopa misionera, chotis, polquita rural, canción misionera y el gualambao -tema de proyección folclórica de Ramón Ayala-), se contactó con artistas de renombre como Vicente Cidade y el gran maestro Ricardo Ojeda, que también supo integrar “Los tres del río”.
Era alumno de la Escuela 42 “República del Paraguay”, y su trabajo se expuso sobre la calle Colón. “Papá se alegró mucho al enterarse porque siempre me apoyó. Viajé a conocer las Cataratas junto a la directora de Cultura, el chofer, otro señor y yo. Fuimos a parar a un hospedaje que se llama La cabaña, que aún existe, con estadía paga. Era en la época en que cuando crecía el arroyo Piray Miní nadie podía pasar porque no había puente”, reseñó. Al año siguiente obtuvo el segundo premio, que era un kit de dibujo. Fue luego de dibujar un árbol del Parque Paraguayo.
El primer profesor que le brindó indicaciones al respecto, fue Lucas Braulio Areco, que era amigo de su padre. En una oportunidad, “papá dijo: lleva tu carpeta con dibujos para mostrar a Don Lucas, que vivía por calle Santiago del Estero, en una esquina. Toqué timbre y me hizo pasar. Vi un arpa, una guitarra, dibujos, cuadros, una biblioteca, un mundo de arte. Se disculpó porque no tenía tiempo para atenderme adecuadamente porque se estaba preparando para un viaje, pero, de todos modos, te voy a dar algunas nociones de cómo se enfoca un dibujo, no se llega a los márgenes, hay que dejar lugar en blanco y centrar”.
Luego, recibieron la visita de un tío “que le dijo a papá: Ricardo, a tu hijo me lo llevo a Córdoba, mirá los dibujos que hace. A lo que respondió: sí, le gusta la pintura y la música”.
Estaba en cuarto grado cuando cantó la Zamba de la Candelaria en un acto escolar “porque mi maestro de apellido Margalot también era bandoneonista. Mi mamá, Aurelia Benítez Aquino, una paraguaya nacida en Artigas, me vistió de gaucho y me colocó un pañuelo para la ocasión”, rememoró quien tiene una nieta que estudia el Profesorado Nacional de Bellas Artes en La Plata, una hija (Karina Esther Alonso) pianista y licenciada en música, y un yerno concertista de guitarra.
“Fuimos el primer conjunto de Argentina que grabó ‘Posadeña Linda’, de Ramón Ayala. Estábamos en una fiesta en casa de los Cidade cuando llegó Ramón desde España y dijo: ‘tengo un tema para ustedes’. Cantó y me dio la partitura. Ensayamos. Le dijimos a ‘Pochito’ Méndez, después de ‘Posadeña’ salí con un calderón -que es cuando uno alarga la voz-. Tomá aire y salí con todo y te comes el público. Y así fue. Cuando lo entrenamos, el público estalló en aplauso y vimos desde el escenario del anfiteatro que el público encendía antorchas hechas con los diarios, como se estilaba en aquella época”.
Es por eso que “me emocionan estos 50 años de vida con la música. Este libro no miente. Elegí ese sendero, muchas veces tuve que estar lejos de la familia, pero con un concierto en Alemania ganaba cinco veces más. Nuestra música misionera, la música del litoral gusta mucho en Europa al igual que la música cuyana (cueca, gato, zamba, chacarera) y el tango”.
Las puertas al mundo
La iniciativa de viajar a Europa nació en 1993, cuando el trío fue convocado por el maestro Ricardo Ojeda. Recordó el día que lo llamó por teléfono para avisarle que Misiones deberá representar a la República Argentina en el Festival Internacional del Folclore y las Artes Tradicionales, a realizarse en Italia y que viajarían 18 bailarines de la Escuela de Danzas “Ecos de Tradición”, dirigida por Amelia del Valle “Teté” Lacroix, y ocho músicos. Finalmente, formaron parte de la delegación: “Los tres del río”, el propio Ojeda como encargado del grupo; Abel Pérez, de la Banda de Música de la Municipalidad de Posadas; Daniel Fiorino; Javier Tello y Patricia Gaona.
La gira comenzó en Alatri, a 80 kilómetros de Roma, y siguió por todos los pueblos que están sobre el mar Mediterráneo, donde “teníamos que ejecutar instrumentos típicos, sin ninguna conexión. Con el traje típico acorde al tema interpretado (tango, canciones del Norte). Tocábamos de lunes a sábado, los domingos teníamos franco. Esa fue la primera gira que hicimos y el grupo estaba integrado por ‘Beto’ Encina, mi hermano Ricardo Diego Alonso y yo”.
Contó que al mar Mediterráneo “lo cruzamos en un ferry que podía cargar diez colectivos de tres pisos, coches. Llegamos a Mesina, en Sicilia, para comenzar a actuar en los diferentes pueblos de la isla. Esa gira duró 30 días”. Mientras los espectáculos se sucedían, Alonso se conectó con amigos de Francia y Suiza que armaron la gira de “Los tres del río”, que se extendió por 60 días más. Es decir, que esa primera gira duró tres meses en total. “Nos desprendimos de la delegación oficial a la entrada de El Vaticano”, acotó quien también es instructor de formación profesional egresado del CONET.
Alemania y Austria
Ricardo Ojeda había viajado por muchos países, menos a Alemania y a Austria, por lo que siempre decía a Alonso: “¿cuando vayas, me llevas Lucho? Cuando se enfermó la esposa de uno de los integrantes, lo llamó y preguntó: maestro, ¿qué está haciendo? Reparando un acordeón. Prepárese que tenemos que viajar. Está en marcha el viaje a Austria y a Alemania que usted pedía realizar”. Esa gira se cumplió en 1997. Fue entonces que Alonso conoció en una peña, en Múnich, al matrimonio compuesto por Peter y Renée Günther, que quedó embelesado con la música argentina, al punto que “nos propusieron buscarnos del hotel para llevarnos a su casa y ofrecernos una cena. Durante la velada, sugirieron convertirse en nuestros representantes”.
En las iglesias luteranas cantaron el “Ave María”, de Franz Schubert, en latín y en castellano, tras la misa concelebrada. También estuvieron en iglesias católicas, entre ellas, la Santa Teresa, de Viena, “donde trabajamos diez días y conocimos uno de los brazos del Danubio azul”. Además, en uno de los castillos había una exposición del pintor simbolista austríaco Gustav Klimt “que fuimos a conocer gracias a un miembro del Consulado argentino. Había pinturas que se habían traído del Museo del Louvre, de París. Las giras se fueron sucediendo. Peter nos preparaba los conciertos. Hasta el 2001 trabajamos en Europa y resultó una experiencia maravillosa”.
“Siendo profesor nacional de música nunca pude ir a ver una ópera al Colón. Y en Alemania, Peter y su esposa sacaron entradas para ver una obra de Giacomo Puccini, en el Teatro Nacional de Alemania. La obra duró 4 horas y fue una cosa majestuosa”.
Cuando el maestro Ojeda, tocó “Adiós Nonino” en el teatro, “parecía que se venía el teatro abajo, era un silencio absoluto y cuando terminó fue una explosión de aplausos. Antes de salir de la casa de Peter le advertí que tenía que tocar solo, y así lo hizo. Después ejecutó ‘La Cumparsita’. También resultó impresionante. Maravilloso”. La Academia de Guitarra, Canto y Música se llama “Peter y René Ghünter”, en agradeciendo por “todo lo que hicieron por ‘Los Tres del Río’ en Alemania, donde el alcalde de Vaterstetten nos hizo firmar el libro de oro (goldenes buch) como ilustres visitantes. Tenía una partitura escrita en ritmo de galopa y quería regalarles un tema. Cuando viajamos con Ojeda, el maestro tocó el bandoneón y nosotros cantamos el tema en su casa, justo para Navidad. El matrimonio lloró de alegría. Después puse su nombre a mi academia porque es una forma de agradecer. Mi padre me enseñó a ser educado, agradecido y buena persona”, aseveró el creador del grupo, ganador de dos premios “Arandú”.
Mozart y Beethoven
En el cementerio antiguo de Viena conocieron la tumba del gran músico Wolfgang Amadeus Mozart, que fue sepultado como un indigente. También fueron hasta la casa donde nació, en Salzburgo. Allí se conserva su cama, sus partituras, las sillas. “Me resultó muy emocionante. En el cementerio nuevo está enterrado Ludwig van Beethoven. Tiene un monolito cubierto de oro, demostrando la diferencia entre uno y otro. Uno fue enterrado como indigente porque si bien era un músico mundialmente conocido, finalmente no contaba con un soporte económico. Quería conocer porque me faltaba cerrar mis estudios de música, la historia. Sacamos la guitarra y comenzamos a cantar una zamba y después una canción de Ramón Ayala. La gente se fue acercando y algunas personas tenían lágrimas en sus ojos. Luego nos explicaron que Mozart fue el niño mimado de Austria. Esas vivencias las compartía después en mis clases de música con mis alumnos de tercero, cuarto y quinto año”.