El 3 de marzo se celebra el Día Mundial de la Vida Silvestre, una fecha clave proclamada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 2013, a los 50 años de la aprobación de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres.
Se trata de una fecha clave para tomar conciencia sobre nuestras acciones y efectos sobre la fauna: la pérdida y degradación del hábitat debido al cambio de uso del suelo y la deforestación, la caza furtiva, el tráfico ilegal y el cambio climático son algunas de las causas principales de la pérdida de biodiversidad. Y en la mayoría de ellas tenemos mucho que ver nosotros.
Se calcula que en el último medio siglo se han perdido aproximadamente dos tercios de las poblaciones mundiales de mamíferos, aves, anfibios, reptiles y peces. Los daños en muchas ocasiones resultan irreversibles y generan consecuencias negativas de gran alcance, tanto en el ámbito ambiental como económico y social, poniendo en peligro la continuidad de la vida en la Tierra.
Los animales y las plantas silvestres, además de su valor por sí mismos, contribuyen a muchos beneficios ecológicos, genéticos, sociales, económicos, científicos, educativos, culturales, recreativos y estéticos del bienestar humano y el desarrollo sostenible.
Defender y multiplicar las áreas protegidas, pilares para la conservación de la biodiversidad y el funcionamiento de los ecosistemas que pueden aportar al mantenimiento de todas las formas de vida en la tierra, incluyendo a la humanidad, es uno de los ejes a los que merece la pena apostar a nivel planetario, siguiendo el ejemplo de algunos lugares como Misiones.
El otro, como siempre, es la educación: Hoy es un buen día para reflexionar y replantearnos la forma en que nos relacionamos con la naturaleza y lo vital que resulta ésta para la humanidad.