En el transcurso de cada día vivimos distintas emociones, a veces las registramos, a veces no. Alegría, tristeza, frustración, ansiedad… cada sentimiento surge como respuesta a experiencias que vivimos. Aunque no siempre podemos controlar lo que sentimos, sí tenemos el poder de elegir qué hacer con esas emociones. Y es en esa elección donde radica la posibilidad de transformar un día común en uno mejor.
La mayoría de los problemas que enfrentamos diariamente provienen del ámbito personal. Relaciones familiares, amistades, colegas, e incluso con nosotros mismos. Estas interacciones y circunstancias pueden desencadenar una amplia gama de emociones, algunas de las cuales pueden ser desafiantes o incómodas.
El primer paso para gestionarlas de manera efectiva es abrazarlas, es decir, reconocerlas y aceptarlas sin juzgarnos. Cuando experimentamos una emoción intensa, es importante detenernos a sentirla. Reconocer que estamos enojados, tristes o ansiosos no significa que estamos fuera de control; significa que estamos siendo honestos con nosotros mismos.
Tomarnos unos minutos, cerrar los ojos, sentir el cuerpo y respirar eso que sentimos, aunque sea incómodo es una experiencia sumamente valiosa. Las emociones son energía y nos brindan información. Aceptarlas, nos permite una mayor claridad sobre lo que realmente está sucediendo en nuestro interior. Esta autoaceptación es esencial para manejarlas de manera saludable y efectiva.
Una vez que hemos reconocido y aceptado nuestras emociones, el siguiente paso es decidir cómo responder. Aquí es donde reside nuestro verdadero poder: en la capacidad de elegir nuestra conducta a pesar de lo que sentimos.
Por ejemplo, si nos sentimos enojados por un desacuerdo en el trabajo, podemos elegir entre reaccionar impulsivamente o tomar un momento para calmarnos y responder de manera constructiva. Del mismo modo, si nos sentimos tristes por una situación personal, sumergirnos en esa tristeza nos permitirá descubrir qué necesidad está insatisfecha y buscar formas de cuidarnos y encontrar apoyo.
Al decidir conscientemente nuestra conducta, estamos tomando el control de nuestras acciones y eligiendo cómo queremos que sea nuestro día. En lugar de dejar que nuestras emociones dicten nuestras respuestas, usemos esta información para crear un día más positivo y satisfactorio.
Decidir cómo respondemos a nuestras emociones no solo mejora nuestro propio bienestar, sino que influye en nuestras relaciones y el entorno.
Ahí reside la verdadera libertad, el control es una ilusión, solo seremos libres en la medida que podamos autogestionarnos. Aunque los problemas personales son inevitables, la forma en que los enfrentamos es una elección que hacemos a diario.
Valeria Fiore
Abogada-Mediadora
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