Estamos a punto de hacer lo que venimos planeado hace un tiempo, llegó el momento tan esperado, parecía lejano, pero es ahora, y estamos palpitando la experiencia.
Hasta acá ha sido un proceso, generar la idea, diseñar el “cómo”, conseguir el dinero, coordinar los tiempos y eso solo si miramos desde afuera, porque en realidad, todo empezó el día que sentimos que este sueño podría convertirse en realidad.
Puede ser un viaje, un nuevo proyecto, un cambio de ciudad, no importa de que se trate, es algo muy soñado, que ahora, por fin, se hace realidad. Pareciera que esta parte es la más sencilla y sin embargo, no lo es.
Ahora es el punto que divide todo, hasta aquí gobernaba “el hacer”, teníamos que hacer cosas para que esto se concretara. Sin embargo, ahora que estamos palpitando la experiencia, comienza la segunda etapa: “dejar de hacer”.
Es la etapa donde nos abandonamos a la experiencia, nos abrimos a todos los futuros posibles, sin intentar controlarlos. Se trata de manejar las expectativas, relajarnos, saboreando el instante que vivimos tal cual se vaya presentando.
También es aprender a manejar los miedos, porque estamos en alerta “para resolver cualquier cosa que pudiera pasar” y eso, sin saberlo, es un miedo escondido.
Esta etapa se trata de confiar, estar en paz interior en la confianza que lo que nos trajo hasta aquí, nos regalará momentos y aprendizajes buenos, y quizás sean diferentes a los planeados, pero de seguro serán enriquecedores.
Palpitar la experiencia es mirar lo que viene con ojos luminosos y decirle a la vida “¿Qué otra cosa es posible?”, y luego relajarnos, sumergirnos a la experiencia para saborearla segundo a segundo, con todo lo que tenga para ofrecernos.
Palpitar la experiencia es el minuto clave entre el hacer y el dejar de hacer, es cuando una aventura hermosa comienza ante nosotros, si aprendemos a soltar las expectativas y nos disponemos a disfrutar lo que comienza.
Natalia Moyano
Contadora con
corazón de escritora
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