Nos encontramos a las puertas de una nueva etapa en la vida de cientos de niños y jóvenes que inician el año escolar con grandes proyectos e ilusiones. A pesar de las adversidades que siempre forman parte de la vida, este momento nos brinda una oportunidad invaluable para agradecer a Dios por un nuevo año escolar, lleno de esperanza, ánimo y entusiasmo. Es esencial reflexionar sobre el valor de la formación integral de nuestros niños y jóvenes, quienes serán los agentes de cambio en nuestra sociedad.
Es fundamental que en nuestro corazón reinen la alegría y el gozo al regresar a las aulas para reencontrarnos con quienes vamos a compartir este desafío. Esta socialización es sumamente apreciable y necesaria. En este sentido, la escuela se convierte en un lugar de encuentros significativos, repleto de aprendizajes valiosos. Estos encuentros permiten construir conocimientos y adquirir aprendizajes de manera conjunta, como comunidad. La presencia de cada uno de nosotros nos enriquece, fortalece, forma y enseña.
La educación nos brinda una gran oportunidad de construir juntos nuestro futuro. Centenares de niños, adolescentes, jóvenes, familias y docentes iniciamos la construcción de una nueva sociedad, preparada para enfrentar los desafíos del mundo moderno. Nuestro querido papa Francisco, en uno de sus mensajes, nos anima a “reconstruir el pacto educativo global”, una convocatoria a renovar nuestra pasión por una educación más abierta e inclusiva, basada en la escucha paciente, el diálogo constructivo y la mutua comprensión.
Es maravilloso comenzar este nuevo año escolar asumiendo el desafío que nos propone el Papa: “Hoy más que nunca, es necesario unir esfuerzos por una alianza educativa amplia, que nos permita formar personas maduras, capaces de superar fragmentaciones y contraposiciones, y de reconstruir el tejido de las relaciones por una humanidad más fraterna”.
La educación es un compromiso que corresponde a toda la sociedad. Aunque los docentes son expertos en el área didáctica, todos debemos aunar esfuerzos para acompañar a los niños y jóvenes en su formación. Como nos recuerda el papa Francisco, la tarea educativa conlleva un compromiso social que cita el proverbio africano: “Para educar a un niño se necesita una aldea entera”. La educación integral requiere una sólida colaboración y compromiso de todos los actores sociales: docentes, alumnos, familias, sociedad civil, conectando el mundo tecnológico con el artístico, y entre el pasado, el presente y el futuro.
Así, el compromiso con la educación nos llama a ser creativos y responsables, para que cada propuesta educativa se convierta en una oportunidad de transformación social a largo plazo. Necesitamos alternativas que aseguren una educación de calidad, formando individuos con capacidad de escucha, diálogo y reflexión, que sean el verdadero fundamento del futuro de nuestra sociedad.
El sistema educativo es un espacio de humanización, sustentado en el servicio desde el amor, que constituye la base de la convivencia social. Como nos recuerda el Cardenal José Tolentino de Mendonça, prefecto del Dicasterio de la Educación, “La educación es un acto de esperanza. Los educadores deben asumir el riesgo de educar, de amar y de mirar hacia el futuro. Un educador nunca es pesimista, porque el pesimismo por parte del educador conduce al desastre del alumno”.
Sin duda entonces, que es primordial comenzar este ciclo escolar 2025 con alegría y esperanza, agradeciendo a Dios por la hermosa misión que tenemos: lograr una sociedad rica en valores y conocimientos.
¡Dios bendiga este nuevo inicio!