“Tsundoku” es un término que surgió en Japón en la era Meiji (1868-1912), coincidiendo con un momento de rápida occidentalización. De pronto, la gente tuvo acceso a multitud de títulos y empezó a comprar más libros de los que podía leer.
Se compone de las palabras “tsunde” (apilar cosas) y “oku” (dejar algo para más tarde). Por aquel entonces, se refería a un fenómeno social, pero con el tiempo ha llegado a asociarse con una práctica comportamental sobre la cual reflexionar.
“Nuestra pasión por los libros nos puede llevar en ocasiones a la adicción. Es una conducta que define a todo buen amante de la lectura”, asegura Valeria Sabater, especialista en psicología social y psiquiatría. “Es tal el interés que nos generan los títulos que vemos cada día en las librerías, en las redes sociales o que nos comenta nuestro entorno, que terminamos tapizando la casa entera de novelas, ensayos, poemarios…Hay lectores que sienten felicidad al ver toda esa biblioteca de obras por descubrir”.
De hecho, hay quienes definen el tsundoku como el arte de acumular libros por placer. “Quien ama leer tiene condicionada la imagen de los libros: su olor, su tacto, su forma. Son estímulos placenteros para nuestro cerebro porque los asocia a momentos gratificantes que ha ido construyendo a lo largo de la vida y desde la infancia”, describe Sabater.
Sin embargo, el ensayista Nassim Nicholas Taleb comenta que este tipo de conducta demuestra nuestra humildad, porque esos libros pendientes de leer nos hacen ser conscientes de todo lo que nos falta por descubrir o aprender.
Así, acumular títulos en la estantería -y en la lista de pendientes– puede traducirse en toda una ilusión: “Leer es, por encima de todo, un acto emocional y ese deseo siempre persiste, tanto en el acto de compra como en la espera por sumergirnos en la lectura”, añade Sabater.
Sin embargo, coleccionar libros se puede convertir en un arma de doble filo: muchos de ellos quedan en el rincón del olvido, sin leerse por falta de tiempo.
Paralelamente, a raíz de la eclosión de las redes sociales y del ansia de muchos por mostrar en ellas su vida (incluidos los libros que adquiere o lee), ha surgido un nuevo tipo de lector: los “lectores de vidriera”, que compran grandes clásicos o los últimos bestsellers para llenar su biblioteca y aparentar, sabiendo que, en realidad, nunca los abrirán.
Además, acumular grandes cantidades de libros puede derivar en ansiedad, al convertirse en la representación visual de nuestra falta de tiempo o la mala gestión de él. De forma inconsciente, los libros no leídos actúan como recordatorios de nuestras “tareas pendientes” o metas incumplidas”.
En cualquier caso, las pilas de libros pendientes en las casas y oficinas de los tsundokus pueden llegar a ser un reflejo de su personalidad o de las emociones que atraviesa. Por ejemplo, una conducta muy frecuente es ir a comprar un libro después de haber tenido un mal día, a modo de “parche emocional”. Pero también ese impulso puede estar motivado por el famoso FOMO, el “miedo a perder oportunidades”.
Consejos para tsundokus
Para quienes sufren ansiedad o incomodidad frente a las pilas de libros pendientes, los psicólogos recomiendan hacer un filtro de reflexión antes de adquirir un nuevo volumen:
- ¿Hago esta compra por un interés real o por mero impulso y ansiedad?
- ¿Para qué me sirve este libro?
- ¿En qué momento voy a leer este libro? ¿De verdad voy a leerlo?
- ¿Cuántos libros tengo pendientes por leer?
- ¿Me siento mal después de haber adquirido X libros este mes y no haberlos leído?
- ¿Disponer de esta biblioteca es algo que me enriquece y que está en sintonía con mi personalidad?
Aconsejan también llevar un registro de compras y lecturas, ya sea anotándolas en una libreta o en aplicaciones móviles. Si no he leído ninguno de los libros que he adquirido en el último mes, lo recomendable sería frenar las compras en los siguientes 30 días y dedicar tiempo a los anteriores.
Otro paso indispensable es llevar a cabo una gestión del tiempo y, por tanto, crear un hábito real de lectura.“Para ello, es importante establecer rutinas pequeñas pero constantes: dedicar aunque sean 10-15 minutos diarios a la lectura, en un espacio cómodo y libre de distracciones.
Un tip extra sería acordar con un amigo, nuestra pareja o un familiar el inicio de la lectura de un título a la vez, lo cual puede motivar a ser más diligentes a la hora de “saldar cuentas” con esos libros pendientes.
Antes de “qué hacer” es importante preguntarse “qué significa hacerlo”. Es decir, conocer las emociones que guían estos comportamientos, para de ese modo garantizar que no se es víctima de un problema psicológico sino un “tsundoku” que sí disfruta del placer de amontonar libros en casa.
Fuente: revista Vogue