Durante la noche del viernes 13 de septiembre de 2024, Cintia Postel corrió sola hasta la comisaría de la Mujer del barrio Fátima, desesperada para denunciar atemorizada que su pareja, un suboficial de la Policía provincial, abusaba sexualmente, ejercía violencia de género económica y psicológica, la amenazaba de muerte y se negaba a cumplir con la promesa, que llevaba ocho meses, de abandonar el hogar en Garupá.
Cuando llegó a la dependencia de la Unidad Regional X se encontró con una situación más dura: la esposaron y detuvieron sin dejarla contar su verdad porque el agente de la Dirección Seguridad Vial, la había acusado a ella horas antes de ejercer violencia y ya la orden de la jueza de Familia, Miryam Elizabeth Guideck, indicaba que la aprehendieran en “averiguación de antecedentes”.
“Fui víctima de abuso sexual, de violencia de todo tipo desde 2018, trabajaba como inspectora de tránsito en Garupá, no me dejaba estudiar ni a distancia una carrera terciaria. Yo cuidaba de mis hijas, las llevaba a todos lados, monté el negocio (pizzería delivery) en la casa que se construyó con los recursos que conseguí, peso sobre peso, y me detuvieron a mi, la policía no me ayudó ni para avisarles a mis padres en Puerto Rico. Me encerraron más de 24 horas y no me dejaron volver a mi casa, me quitaron a mis hijas de 9 y 6 años. Perdí todo lo que había conseguido, mis pertenencias, toda la pizzería”.
Cintia Postel tiene 25 años y el policía de 31 al que denunció en el Juzgado de Instrucción 3 de la Primera Circunscripción Judicial, presta servicio en la fuerza provincial.
“Un día después que me dijo que iba a pedir un fletero para retirar sus cosas de la casa e irse porque la situación ya era de terror, no solo no buscó cómo mudarse sino que organizó con sus conocidos de la comisaría de la Mujer y el Juzgado de Familia, la denuncia falsa para volver a la noche y amenazarme y mentirme”.
“Horas antes llevó a las niñas a la casa de sus padres, yo no sospeché nada malo, creí que iba a cumplir lo hablado, se iba a ir sin que ellas lo vieran hacerlo. Por eso fui rápido a la comisaría a denunciar todo y me esposaron a mi, no me escucharon y solo me dijeron que me iban a dar una orden de restricción, que no podía volver a mi casa y que mis hijas se iban a quedar ahí con el padre. La excluida fui yo”. “Pasé un día detenida sin llamar a mis padres, me trataron de loca y yo les mostré los hematomas de la violencia que sufrí. No me dejaron explicar nada, la jueza no me escuchó y desde hace cinco meses no puedo ver a mis niñas, me dieron un régimen de comunicación por celular. Desde entonces reclamo la tenencia o al menos un régimen de visitas, además del divorcio para que me devuelvan la casa”. “‘Te ganaron de mano’ me llegaron a decir en la comisaría de Garupá”.
“Pasé por los test psicológicos y psiquiátricos, presenté las pruebas, reclamé hasta en la Jefatura de Policía y en el Palacio de Justicia y hasta hoy no vinculan a mi abogado al expediente, no podemos saber en qué estado está el expediente en el Juzgado de Instrucción 3 tampoco”.
“Angustia y desesperación”
Postel recurrió a PRIMERA EDICIÓN porque “ya no sé más que hacer, estoy angustiada, desesperada porque no puedo ver a mis hijas, me mandan dibujos y mensajes de celular, pero la jueza de Familia no resuelve la tenencia, no me escucharon”.
Sobre el contexto de violencia que le tocó enfrentar, recordó: “Mi madre después que me liberaron fue a mi casa con la orden de retirar mis cosas y mi expareja le tiró tres bolsas con ropa y zapatos usados que yo guardaba para darle a otras personas”. “‘Acá ella no tiene nada’ y todo lo que se compró y construyó allí fue por mi esfuerzo. De cero armé una pizzería y se sumó una chica que me ayudaba en todo, hasta un motodelivery habíamos conseguido”.
Vale remarcar que el emprendimiento le facilitó reinventarse: “Sin nada en estos meses, conseguí resurgir, alquilé otra casita en Garupá y armé otra pizzería gracias a los clientes que organizaron rifas para poder comprar lo básico de elementos y comenzar de cero, una vez más”.
“En 2018 yo lo ayudé a que terminara el curso de agente de policía, yo hice de todo para salir adelante. Y ahora miente en la Justicia que no me impide ver a mis hijas. En octubre y una sola vez pude verla a una de ellas, me bloquea como contacto en el celular que yo le di para comunicarme con las niñas”.
“Borró todos los videos de las cámaras de seguridad de mi casa y vendió todo lo que yo tenía allí. Me dijeron que lo hizo con otros policías amigos suyos”.
“Había comenzado una carrera de marketing a la que tenía clases un viernes por mes en modalidad presencial, pero me obligó a abandonarla. ‘Yo no puedo cuidar a las nenas’, me repetía y complicaba. Violencia psicológica constante”.
“‘Te quedás a limpiar, vos sos la negrita que vende pizzas en Garupá, a vos nadie te va a creer’, me gritó una noche que entró a la cocina de la pizzería y desparramó harina por todos lados, tiró las cosas, fue horrible. La mujer que me ayudaba me dijo que lo denunciara, tuve miedo, sufrí ataques de pánico y me dieron clonazepam. Una mañana desperté abusada, tenía las lesiones en la entrepierna”.