Un día como hoy, hace exactamente 31 años, comenzó el grupo Renacer en la ciudad de Posadas. Personas unidas por la muerte de un ser querido que calman el dolor de la pérdida en solidaridad y servicio.
“Mi hijo Andrés murió el 25 de diciembre de 1993 y poco después me enteré de Renacer Argentina a través del programa de Mirta Legrand. Llegué a Río Cuarto donde está el fundador, el doctor Gustavo Berti y su señora Alicia Schneider, el 21 de febrero de 1994, es decir antes de cumplirse los dos meses del fallecimiento de mi hijo. Cuando lo escuché a Berti sentí que me leía el alma, y cómo no iba a ser así si él había pasado por lo mismo. Me provocó un shock, asistí a la reunión de ellos que se hizo en el Círculo Médico de Río Cuarto y, luego de capacitarme un poco, traje a Renacer a Posadas, comenzamos el 8 de marzo de 1994”, recordó Norma Cabral en diálogo con FM 89.3 Santa María de las Misiones.
“Partimos de acá para adelante”
A su regreso de Córdoba, Norma y su familia comenzaron a buscar a las personas que también habían perdido un hijo. “Me acuerdo que en la primera reunión tuvimos 74 personas. La esencia de Renacer es ayudar a enfrentar a los padres que sufrieron la pérdida de un hijo. Antes nuestro grupo se llamaba ‘Renacer, grupo de padres de ayuda mutua’, pero luego en Córdoba se decidió cambiar por ‘padres que enfrentan la muerte de un hijo’ porque el objetivo de nuestro grupo es acompañarnos, compartir las experiencias y trascender nuestro sufrimiento”, explicó.
Para Norma, “trascender el sufrimiento” es “no quedarse solo con el dolor por la partida de nuestros hijos sino ir más allá y vivir nuestra vida dignamente, honrando no solo nuestra vida sino también la de nuestros hijos que partieron y la de la familia que sigue acompañándonos cada día”.
Según aseveró, “es posible trascender el sufrimiento, en nuestro caso lo hacemos con el grupo. Partimos de acá para adelante, lo que pasó no se puede cambiar, no nos detenemos en cómo fue la causa de la muerte”.
Calmar el dolor
Según confesó Norma, “si hubiese tenido que sufrir sola, hubiese hecho los períodos del duelo, atravesando sentimientos de culpa, rencor, entre otros. Y nosotros en eso no entramos, tenemos que tratar de trascender el sufrimiento a través del servicio que es lo que calma el dolor y el sufrimiento va desapareciendo. Si estoy pensando qué puedo hacer por el otro, el sufrimiento se va calmando”.
No se trata de negarse a sentir dolor por la pérdida de un hijo o un ser querido, sino de no quedarse para siempre en ese dolor, vivir en estado permanente de duelo. “Si tengo que vivir como duelo, significa vivir solo ese sufrimiento… ‘cerrado por duelo’ o ‘no se atiende por duelo’ implica siempre un aislamiento, y en la soledad la mente es voraz”, remarcó.
En este contexto, indicó que “el padre que entra por primera vez al grupo no nos encontrará llorando, sino de pie, nuestro eslogan es ‘a pesar de todo, apostando a la vida’”.
“Fabricamos la culpa”
Mabel Crubelier Renacer es otra de las integrantes más antiguas de este grupo que no tiene autoridades, estructura ni personería civil. Solo personas que perdieron a seres queridos enfrentando esa pérdida.
“La primera vez que ingresé, me impactó el abrazo de los otros padres. Esto es algo que todos los que van por primera vez siempre recuerdan porque es algo que llena el alma. Cada uno llega con distintos fantasmas y cosas que aparecen cuando se muere un hijo”, recordó Mabel. El común denominador de esos fantasmas es la culpa, “explicamos que la culpa no existe, sino que cada cual la fabrica… algunos padres expresan su culpa porque no llevaron a sus hijos a otro médico o no probaron con tal o cual tratamiento alternativo, pero no son culpables por eso y les hacemos ver. Culpables serían si les hubieran dado veneno o tirado por el balcón. Pero es distinto si eso te dice una persona que no perdió un hijo o alguien que pasó por lo mismo que vos”, reflexionó. Según indicó, la culpa generalmente está asociada a los porqué “y nosotros trabajos con los para qué; al cambiar la pregunta encontramos un motivo para trabajar y dignificar nuestra vida y la de nuestros hijos. Es encontrarle un sentido a ese sufrimiento”.
Abrazar la tristeza es una decisión, “si me paro en el dolor y en el momento de su partida, lógicamente no sentiré alegría. Pero tenemos toda una historia de vida con nuestros hijos, desde sus travesuras infinitas y las experiencias hermosas compartidas. Por eso me molesta mucho que me digan ‘pobrecita’”, destacó.