El mundo cambió para siempre el 11 de marzo de 2020. Fue ese día cuando el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), declaró que la enfermedad por el coronavirus, conocida como COVID-19, había alcanzado el estatus de pandemia.
Lo que había comenzado como un brote en Wuhan, China, se convirtió en una crisis global que puso a prueba a toda la humanidad. Cinco años después, el evento global dejó lecciones que se aprendieron y otras que se pasaron por alto. Una especie de amnesia colectiva autoimpuesta se derramó sobre la mayoría y ello impide dimensionar la magnitud de una nueva crisis sanitaria a escala mundial. El médico infectólogo Hugo Pizzi se refirió a esto en un diálogo exclusivo con la FM 89.3 Santa María de las Misiones.
¿Aprendimos algo?
“Creo que hay muchas cosas que no aprendimos, aunque en otros aspectos logramos avances a nivel hospitalario y en tecnología médica”, equilibró el especialista.
Sin embargo, enseguida lamentó lo que ya no tiene retorno: “La pandemia fue un golpe durísimo, nos quitó prácticamente veinte millones de personas en el mundo. No son solo los ocho millones registrados oficialmente. Se deben tener en cuenta los estudios multicéntricos que indican que la cifra real podría ser de 24 millones de muertes. Además -agregó-, según esos estudios hemos perdido 18 meses de expectativa de vida debido a las secuelas que aún hoy estamos tratando de subsanar”.
Pizzi sostiene que “a nivel poblacional hemos aprendido poco. Recuerdo que, en pleno invierno, cuando los micros urbanos tenían carteles que decían ‘ventile el coche’, la gente discutía. Algunos querían cerrarlos por el frío, sin entender la importancia de la ventilación”.
“Las cosas cambiaron mucho. Ya no veo en los restaurantes el frasco de alcohol en gel en la entrada. Tampoco es común ver a las personas llevar su propio desinfectante en la cartera o el uso estricto del barbijo”, describió el entrevistado.
El rol de las autoridades
En tanto, el infectólogo reservó una crítica para la entidad sanitaria global. “La Organización Mundial de la Salud también cometió muchos errores. Politizó y burocratizó la pandemia, como cuando en un momento recomendó dejar de usar barbijo”, explicó.
“Nosotros desde la Universidad de Córdoba insistimos en que la gente lo siguiera usando porque era real y absolutamente certero. Es una enfermedad de aerolización, es una enfermedad que tiene que ver con la parte de nariz, boca y respiración”, recordó sobre aquella polémica.
El valor a la investigación
Por otra parte, el galeno resaltó los avances que se produjeron con la irrupción de la pandemia.
“En infraestructura hospitalaria, estamos mejor. Tenemos más camas, más respiradores y nuevas habilidades en terapias intensivas”, dijo al respecto.
“El desarrollo de la vacuna fue impresionante. No teníamos la experiencia en este tipo de inmunización y ahora contamos con opciones como la vacuna Arvac, que ha demostrado ser bastante efectiva”, abundó.
Al mismo tiempo profundizó en las causas que “abonaron” el éxito de la crisis sanitaria en Argentina: “La pandemia nos mostró lo mejor y lo peor del ser humano. Aunque muchos de mis colegas insisten en que el problema radica en la falta de educación, también hay una falta de responsabilidad social. Hay doce millones de personas que no estudian, no trabajan, no interpretan un texto y no comprenden la importancia de la salud pública”.
Para reforzar su tesis, el infectólogo puso de ejemplo la vacunación contra el dengue. “La vacuna es gratuita para jóvenes, pero apenas el ocho por ciento de los adolescentes entre 15 y 20 años se la ha aplicado. Esto refleja la misma falta de compromiso que se vio durante la pandemia, cuando muchos organizaban fiestas clandestinas”.
Futuras pandemias
Posteriormente y consultado por futuros eventos similares a los del coronavirus, el especialista explicó que “con el calentamiento global, el efecto invernadero y otros factores ambientales, vamos a enfrentar constantes desafíos sanitarios. Quien piense que esta fue la última pandemia está desinformado”.
Al respecto, señaló que “China ya ha generado preocupación dos veces, primero con un virus respiratorio y luego con un nuevo coronavirus. El mundo entero está en alerta ante la posibilidad de que surja otro agente patógeno con gran capacidad destructiva”.
“Hoy, vivimos bajo constantes alertas. La crisis climática también está impactando en la salud: inundaciones en Córdoba, Bahía Blanca y eventos climáticos extremos afectan la propagación de enfermedades”, manifestó.
Consecuencias un lustro después
Consultado sobre si es posible padecer efectos en la salud a cinco años de dar positivo, Pizzi advirtió tajante: “Absolutamente. Hoy, los hospitales siguen tratando secuelas del COVID-19. Muchos han desarrollado problemas neurológicos, demencia, tinnitus, problemas oculares, renales, digestivos y de locomoción”.
En el amplio contexto el médico recordó que “en Argentina, tuvimos 131.500 fallecidos. No hay jurisdicción que no haya perdido a un amigo, vecino o familiar. Las secuelas son tantas que los estudios estiman que la humanidad perdió 18 meses de expectativa de vida”.
¿Hay que preocuparse por el resurgimiento de patologías como el sarampión?
“Sin duda”, indicó y agregó que “hay un problema de adhesión a la vacunación. El sarampión estaba erradicado y hoy hay brotes en Estados Unidos, Canadá, Brasil y Argentina. En Buenos Aires, hay casos que no tienen conexión con viajes, lo que indica una circulación comunitaria”.
“Cuando nos referimos al sarampión estamos hablando de una cosa que tiene vacuna gratuita con una efectividad extraordinaria. Si se utiliza en el momento adecuado no habrá problemas, pero hay que fijarse en lo que ocurre en Estados Unidos donde en cinco estados tienen problemas”, sostuvo.
“En Texas se registraron 164 casos con un fallecimiento por sarampión, un problema que estaba erradicado. Canadá tiene problemas, Brasil tiene problemas, Argentina tiene problemas en Buenos Aires, inclusive hay algunos que tienen conexión con viajes, pero hay otros que no”, abundó.
“Si la población estuviera vacunada, estaríamos tranquilos. Mire lo que sucede en Bahía Blanca: si todos estuvieran vacunados contra la hepatitis A, no habría riesgos de brotes tras las inundaciones”, ejemplificó.
“Muchos expertos coinciden en que la clave es la educación. Si tenemos doce millones de personas sin formación básica, es esperable que haya un problema de comprensión sobre la salud pública”, profundizó el especialista.
Finalmente, se refirió al impacto que dejó la crisis sanitaria en la detección de cánceres y otras enfermedades debido al confinamiento.
“La pandemia retrasó diagnósticos y tratamientos, lo que también ha influido en el aumento de la mortalidad. Muchos pacientes no acudieron a controles por miedo al contagio, y en algunos casos, cuando lo hicieron, ya era tarde”.
Pizzi abundó en esta explicación con la siguiente descripción: “He perdido la mitad de mi equipo en esta pandemia. Si visitan nuestro centro de investigación en Córdoba, verán una placa con los nombres de todos los médicos y enfermeras fallecidos. Leerla lleva diez minutos”.
“Por eso, la indiferencia es peligrosa. Como decía Hipócrates hace más de 2.000 años: ‘No hay peor elemento en una sociedad que el indiferente’. Y es verdad”, concluyó.