Alejandro Nazaruk (43) se convirtió sin querer en un apasionado de la numismática y ahora no concibe su vida sin esta cautivante actividad. Siendo muy pequeño desenterró una moneda de origen brasileño en el jardín de su casa y desde entonces no paró de investigar, coleccionar e intercambiar estos “metales” que adquieren más o menos valor depende de la situación y de las circunstancias que los rodean.
Desde ese primer momento, pasaron 35 años de mucha dedicación y trabajo. Contó que su familia vivía en el barrio Los Paraísos, en inmediaciones del Campus Universitario. Como al poco tiempo de nacer Alejandro, el padre falleció, quedó residiendo en el lugar junto a su madre, Sara, y su hermano Daniel. Siendo más grandes, la condición tanto para ir a jugar al fútbol como para salir, era ayudar a mamá en algún tipo de tareas del hogar. Y, justamente, a los siete años, haciendo tareas de limpieza en el jardín de la casa es que desenterró una moneda de origen brasileño. “En esa época era más común encontrar monedas, pero esa primera vez me impresionó por el tamaño, por la fecha. Con el tiempo pude entender de qué moneda se trataba. Fue tal el impacto que hasta el día de hoy sueño que sigo desenterrando monedas”, comentó, acompañado de su hijo Mariano (7), quien sigue los pasos del padre desde muy cerca.
Al principio, buscaba hablar del tema con sus amigos de la escuela y mostraba las monedas a sus maestros, que siempre terminaban regalándole alguna. “Un docente de educación física me dijo que por esa zona solían circular soldados de Brasil, que secuestraban a los originarios para trabajar como esclavos en el vecino país. Todo eso me fue fascinando y me llevó a ir descubriendo”.
La “iniciativa” sufrió una especie de “abandono” o parate en el tiempo en el que cursaba la carrera de ingeniería civil, en Oberá, pero una vez recibido, fue retomada. A partir de ese momento, la tecnología cumplió un rol preponderante. Las redes sociales favorecieron el contacto con personas de otros lugares y entre 2015 y 2016 logró sus primeros intercambios postales fuera de la Argentina.
“El primer intercambio lo hice con México, después con España y, así, sucesivamente. Iba enviando sobres y recibía sobres. El contacto era a través del Facebook y en uno de esos envíos que hice a Polonia, el receptor me habló de Miguel Pacheco, un coleccionista de Posadas. Nos pusimos en contacto, charlamos y creamos una especie de red. Armamos un grupo de WhatsApp y en 2017 fue tomando forma el Centro Numismático y Filatélico Misiones (CeNuFiM)” del que Nazaruk es secretario de la comisión directiva. A través de este organismo realizan gestiones ante la Federación de Entidades Numismáticas y Medallísticas Argentinas (Fenyma). Además, este logro permite que el centenar de asociados tengan acceso a las convenciones, exposiciones, disertaciones y charlas sobre monedas y billetes.
“Tengo monedas de todos los países. Hay países que cuestan un poquito más, como por ejemplo Albania. Hay países de las que tengo más porque hice varios intercambios, como México, que tiene lindas monedas. Junto una por tipo. Si te ponés a juntar cada moneda con los errores, con las variables, solo de Argentina, tenés para mucho tiempo. Tengo unos cuatro mil ejemplares de monedas, sin repetir. Y en billetes debo estar pasando los 1.000 ejemplares”.
La familia, involucrada
Admitió que hay momentos en los que “le dedico más tiempo y hay otros en los que estoy más ausente. Pero constantemente estoy mirando en los grupos de subasta, estoy viendo las noticias cuando un país emite una nueva moneda, como ocurrió en Brasil ahora hace poquito”. Para su esposa, Susana, e hijos: Mariano y Sara, es común viajar varias horas y llegar a un lugar donde se exhiben este tipo de objetos. “Para ellos es costumbre. Puedo decir que es como un estilo de vida. Más allá de mi profesión, del trabajo, de la familia, no me imagino la vida sin esto, sin la colección, porque constantemente estoy leyendo sobre el tema, buscando información, averiguando, viendo, dialogando con otras personas. Tengo colegas ingenieros que tienen como hobby, por ejemplo, practicar algún deporte, tocar algún instrumento musical. Lo mío es esto”.
Admitió que la moneda del jardín “me quemó la cabeza”. Alguna vez leyó en un libro de coleccionistas de monedas “donde decía que cuando tomás una, tenés que saber escucharla, escuchar los mensajes que te da. Si bien la ves a través de los ojos, también tenés que escucharla. Y fue eso: desenterrar una moneda, limpiarla y a partir de ahí la cabeza se me llenó de preguntas ¿Cómo llegó esa moneda a este lugar? ¿Por dónde? ¿Por qué manos pasó? ¿Cuánto vale? ¿Qué tiene? Porque en ese entonces la figura era la de un hombre barbudo que, para mí, no representaba nada, pero con el tiempo pude entender que era emperador de Brasil, que se instaló en el vecino país, escapando de Napoleón Bonaparte. Toda esa historia la vas desentrañando con el tiempo. Cada moneda cuenta una historia y está en el coleccionista, justamente, el saber buscar, saber interpretar y transmitirla, en el caso que sea necesario”.
En esta actividad, Mariano es un colega más. Suelen compartir largas charlas y el niño no pierde oportunidad de realizar preguntas. “Cuando vamos a las exposiciones, mientras observa consulta cuál conviene comprar o cuál es la más difícil de conseguir, además de fijarse si no tiene repetida en su colección. Va aprendiendo a través de eso. Y es lo más lindo, es lo más hermoso. Tener un hijo que siga mis pasos es algo gratificante”.
En esas confesiones, el heredero comenta al padre que “le gustaría hacer una casa que tenga una especie de museo para que asistan los compañeros de la escuela, porque de eso también se trata: podés coleccionar y guardarte o mostrar, exhibir, que es un modo de impartir enseñanza”.
A modo de anécdota confió que se levantaba los sábados, “me ponía a ordenar y Mariano con Sofía querían tocar las piezas, pero no les permitía, no les daba el espacio. Cuando íbamos a las convenciones, a las reuniones, él se quedaba conmigo y era de los más aficionados, buscando observar con la lupa. Después me dibujó un billete para que lo tuviera en mi colección, en la carpeta de fantasía. Lo que me llamó la atención es la capacidad de observación que tiene y que debe tener todo coleccionista. Porque la gente común, ve una moneda y pasa de largo y el coleccionista tiene que tener curiosidad, ver lo extraordinario en lo común, en lo ordinario. A partir de ese momento me fui dando cuenta que le gustaba el tema”.
Necesidad de guantes
Para cuidar las piezas, para valorarlas, para cuantificar, el coleccionista, el numismático, tiene que tener ciertos elementos como un par de guantes, un paño donde apoyar las monedas, la lupa, una balanza electrónica, un escalímetro, para medir el diámetro de la moneda. Es que “cuando te facilitan una moneda es necesario basarse en información precisa a fin de percibir si es verdadera o falsa. Para hacerlo hay que consultar los catálogos profesionales donde ves cuánto pesa, qué diámetro tiene. Lo que es más difícil de cuantificar es el valor de venta de una moneda”.
En ese caso hay que valerse de la experiencia y consultar. “El catálogo especifica que una moneda sin circular vale tanto y una que circula, en buen estado, tanto. A una moneda se la puede ver sana, pero si la llevás, por ejemplo, bajo una lupa o un microscopio, vas a ver que tiene un aspecto como si le hubiesen pasado una lija, lo que quiere decir que es una moneda que se limpió. Y eso le quita valor a la moneda”.
Dijo que pasa mucho, por ejemplo, con los patacones que son las primeras monedas que se acuñaron en Argentina y que son muy buscadas por los coleccionistas. Además de ser escasas, porque se acuñaron pocos ejemplares, “un elemento que jugó en contra o a favor, que fue que los gauchos correntinos utilizaban para hacer cintos, para forrar las botas, para forrar las pecheras de los caballos. Entonces, prácticamente extinguieron esa moneda”. Cuando se encuentra un patacón en buen estado, “lo primero que se hace es sospechar si realmente es una buena moneda. Si es así, estamos hablando de un valor de mercado muy elevado. Para eso hay que valerse de la lupa, de la balanza, para ver si es realmente un patacón y pesa lo que lo que tiene que pesar”.
A la persona que quiere iniciarse en esto, aconsejó que “valen más las cuestiones internas que lo externo. Podés iniciar una colección sin lupa, sin guantes. Tenés que tener el deseo, la constancia y la capacidad de ver lo extraordinario en aquello que es ordinario o común”.
La más antigua
Entre las más antiguas, Nazaruk atesora dos monedas griegas, del año 300 antes de Cristo. Explicó que tiene la figura de dos hermanos de la mitología griega. Se trata de los Dioscuros, Cástor y Pólux, hijos de la reina Leda. “Ahí es donde ves la magia de la moneda porque hablar de esa moneda, por ejemplo, es contar que Leda era una mujer hermosa y que Zeus la admiraba desde el Olimpo. Al ver que ella tomaba un baño en un lago lleno de cisnes, hizo la metamorfosis y se transforma en una de las aves acuáticas. Baja, se baña con ella, tiene contacto y ella queda embarazada. Tiene a sus dos hijos, uno del esposo Tindáreo y el otro Zeus. Crecen, van a la guerra, uno muere, el otro sigue vivo, desolado y pide a Zeus que lo lleve a donde está su hermano. Zeus, se conmueve y lleva al cielo a ambos, los coloca en el firmamento dando lugar a la constelación de Géminis”. Es decir que, más allá de la historia, “una moneda te habla de mitología, de astrología, porque estamos hablando de la constelación de Géminis y hasta de cine, con Helena de Troya”.
A su entender, la moneda más escasa es la del Reino de Tonga, en Oceanía, donde se acuñaron 30 mil ejemplares conmemorativos de su adhesión a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). “Son pocas porque en la isla hay pocos habitantes y, por ende, se emitió un bajo número de monedas. Son rectangulares y difíciles de conseguir”.
Comentó que el coleccionista define una temática. Según Nazaruk, una colega colecciona las monedas por formas raras. Las elige cuadradas, triangulares, pero es muy limitado el campo. “Las hay de la época colonial, las primeras que se acuñaron en el Potosí o las que circulaban en la época de la colonia, eran con forma de corazón, que representaban al Corazón de Jesús. Son sumamente escasas, difíciles de conseguir”.
Entendido en la materia, indicó que una moneda tiene tres tipos de valores: uno facial, asociado al poder adquisitivo que tiene la moneda, vinculada justamente con el respaldo que le da la autoridad que la emite. Posee un valor intrínseco, vinculado al material del que se compone (porcelana, plástico, oro, plata). “Un chatarrero, por una moneda de 1 peso bimetálica, te paga 14 pesos. En este caso el valor intrínseco supera el valor facial o valor nominal de la moneda. Hay un tercer valor que es el que tiene que ver con el contexto histórico de la moneda ¿dónde estuvo? ¿qué cantidad hay con la rareza de esa moneda? Por ejemplo, los patacones, que prácticamente se extinguieron, están vinculados no solamente al período histórico, sino a la escasez de monedas. Para el coleccionista tal vez ese es el valor más importante”.
Sostuvo que cuando termina el período de Calígula, uno de los personajes más infames del mundo romano, quieren hacer desaparecer su figura y arrasan con bustos, monedas de cobre, por lo que hoy es prácticamente imposible conseguir una moneda con su rostro. “Si vas a una casa de cambio y comprás una moneda de oro, tiene su valor en oro, pero si al coleccionista le das a elegir esa moneda de oro a una de Calígula, sin dudas elegirá la segunda por el contexto histórico. Una moneda de cobre puede valer más que una moneda de oro, por el criterio que tiene el coleccionista. En ese caso, el valor histórico supera al valor intrínseco de la moneda”.
El coleccionista posee, entre otras, monedas de India -rondan los 600 años a.C.-, Chile, Gran Bretaña, de países extintos como la Unión Soviética (una conmemorativa del nacimiento de Carlos Marx, del primer viaje del hombre al espacio Yuri Gagarin, de Lenin). También monedas de la Alemania nazi, billetes de la Alemania nazi que circularon dentro del territorio y billetes de ocupación, billetes del imperio ruso de grandes dimensiones, billetes de la Revolución Francesa, billetes y monedas de mundiales.
En una carpeta, prolijamente acomodados, están los billetes de fantasía. Se utilizan al momento de asistir a las exposiciones, a fin de resaltar los elementos que forman parte del patrimonio cultural de la ciudad y de la provincia. Por ejemplo, en el de Posadas, se aprecia la Catedral San José, con parte de la letra de Posadeña linda.
Nazaruk consideró que “es hermoso conocer la historia a través de la moneda”. Recordó que la colección más importante de Argentina se encuentra en el Banco Central de la República Argentina (BCRA) y fue donada por el coleccionista Héctor Carlos Janson. “A los 72 años tuvo ese desprendimiento y su colección es hoy patrimonio de los argentinos. Gracias a su generosidad se puede ver y palpar, por ejemplo, la moneda de dos escudos, de 1813, acuñada por Manuel Belgrano en el Potosí. Es el único ejemplar conocido en el mundo, a pesar de que existen registros que se hicieron más. Para quien estudia historia o busca conocer la historia de la numismática argentina, verla es como un tesoro. Es algo a lo que los chicos, las futuras generaciones, pueden acceder gracias al altruismo de ese hombre. Me gustaría hacer algo similar pero entiendo que mi colección tal vez no se equipare con el contenido de Janson”.