La respuesta que la Justicia de Familia le dio a la joven que desde septiembre del año pasado lucha por volver a ver a sus hijas de 9 y 6 años en esta localidad la imposición de un bozal legal y una prohibición de acercamiento y contacto con el padre de las menores, suboficial de la Policía de Misiones que fue denunciado por echar de la casa a la progenitora de las niñas.
La decisión correspondió a la jueza de Familia de Garupá, Miryam Elizabeth Guideck, y fue firmada y notificada a Cintia Postel el jueves pasado y la obliga a no contactar a ningún medio de comunicación para reclamar públicamente que hace seis meses no puede restablecer el vínculo con sus hijas.
El 13 de septiembre de 2024, la joven de 25 años corrió hasta la Comisaría de la Mujer del barrio Fátima, desesperada para denunciar atemorizada que su pareja, un suboficial de la Policía provincial, abusaba sexualmente, ejercía violencia de género económica y psicológica, la amenazaba de muerte y se negaba a cumplir con la promesa, que llevaba ocho meses, de abandonar el hogar en Garupá.
Sin embargo, cuando llegó a la dependencia de la Unidad Regional X la esposaron y detuvieron sin dejarla contar su verdad porque el agente que se desempeña en la división Depósitos Judiciales de la Policía, la había acusado a ella, horas antes, de ejercer violencia y ya la orden de la jueza Guideck indicaba que la aprehendieran en “averiguación de antecedentes”.
La nueva orden judicial se firmó seis días después que PRIMERA EDICIÓN publicara el relato de la mujer. Sin vueltas, la notificación la intima a respetar las disposiciones “o se procederá a su arresto”.
Postel explicó lo que padece y por qué lucha: “Fui víctima de abuso sexual, de violencia de todo tipo desde 2018, trabajaba como inspectora de tránsito en Garupá, no me dejaba estudiar ni a distancia una carrera terciaria. Yo cuidaba de mis hijas, las llevaba a todos lados, monté el negocio (pizzería delivery) en la casa que se construyó con los recursos que conseguí, peso sobre peso, y me detuvieron a mí, la Policía no me ayudó ni para avisarles a mis padres en Puerto Rico. Me encerraron más de 24 horas y no me dejaron volver a mi casa, me quitaron a mis hijas de 9 y 6 años. Perdí todo lo que había conseguido, mis pertenencias, toda la pizzería”.
“Un día después que me dijo que iba a pedir un fletero para retirar sus cosas de la casa e irse porque la situación ya era de terror, no solo no buscó cómo mudarse sino que organizó con sus conocidos de la Comisaría de la Mujer y el Juzgado de Familia, la denuncia falsa para volver a la noche y amenazarme y mentirme”.
“Horas antes llevó a las niñas a la casa de sus padres, yo no sospeché nada malo, creí que iba a cumplir lo hablado, se iba a ir sin que ellas lo vieran hacerlo. Por eso fui rápido a la comisaría a denunciar todo y me esposaron a mí, no me escucharon y solo me dijeron que me iban a dar una orden de restricción, que no podía volver a mi casa y que mis hijas se iban a quedar ahí con el padre. La excluida fui yo”.
“Pasé un día detenida sin llamar a mis padres, me trataron de loca y yo les mostré los hematomas de la violencia que sufrí. No me dejaron explicar nada, la jueza no me escuchó y desde hace cinco meses no puedo ver a mis niñas, me dieron un régimen de comunicación por celular. Desde entonces reclamo la tenencia o al menos un régimen de visitas, además del divorcio para que me devuelvan la casa”.
“Mi madre después que me liberaron fue a mi casa con la orden de retirar mis cosas y mi expareja le tiró tres bolsas con ropa y zapatos usados que yo guardaba para darle a otras personas.‘Acá ella no tiene nada’ y todo lo que se compró y construyó allí fue por mi esfuerzo. De cero armé una pizzería y se sumó una chica que me ayudaba en todo, hasta un motodelivery habíamos conseguido”.
“En 2018 yo lo ayudé a que terminara el curso de agente de policía, yo hice de todo para salir adelante. Y ahora miente en la Justicia que me impide ver a mis hijas. En octubre y una sola vez pude verla a una de ellas, me bloquea como contacto en el celular que yo le di para comunicarme con las niñas. Borró todos los videos de las cámaras de seguridad de mi casa y vendió todo lo que yo tenía allí. Me dijeron que lo hizo con otros policías amigos suyos”.
Sobre la violencia psicológica que padeció, agregó: “Hasta había comenzado una carrera de marketing que tenía clases un viernes por mes en modalidad presencial, pero me obligó a abandonarla. ‘Yo no puedo cuidar a las nenas’, me repetía y complicaba poder estudiar, además me insistía: ‘Vos sos la negrita que vende pizzas, tenés que limpiar’”.