El 19 de marzo de 2005, un basural cercano al barrio Primero de Mayo de Puerto Iguazú se convirtió en escenario de un macabro y preocupante hallazgo: 22 fetos y órganos humanos.
Distribuidos en tres bolsas precintadas, los tejidos estaban a cielo abierto, sobre una pila de residuos, a unos 100 metros de la planta de transferencia.
Todo salió a la luz a media mañana de ese sábado, cuando algunas personas que habitualmente hurgan en la basura, como medio de subsistencia, observaron unas bolsas de plástico color bordó, precintadas. Con la esperanza de hallar comida, se abalanzaron sobre ellas y las desgarraron con sus manos.
Pero al abrirlas, aparecieron ante sus ojos gran cantidad de fetos y órganos, entre estos páncreas, hígados, pulmones, riñones, y una mano izquierda, embebidos en formol.
El lunes siguiente, el entonces director del Samic, Carlos Velázquez, admitió que los 22 fetos y restos de órganos humanos salieron de ese hospital, pero lo atribuyó a un error de la Comuna local: “Un empleado trajo las cajas al hospital y un empleado lo dejó en un lugar de residuos patológicos y desde el Municipio se equivocaron al llevarse las bolsas“, afirmó.
En cualquier caso, este material debía ser incinerado en el centro de tratamiento de residuos peligrosos de la provincia, en Fachinal, por lo que suponía una clara violación a la Ley 24.051 que regula la manipulación, transporte y tratamiento de ese tipo de basura hospitalaria en el país.
Para completar el despropósito, la Justicia dispuso que todos los tejidos fueran enterrados en el cementerio local, cuando debían ser destruidos en instalaciones adecuadas.