El 20 de marzo de 2016, el cuerpo sin vida de Giselle Rodríguez, de 26 años, fue encontrado por su madre, tendido sobre el sofá del living de la casa que alquilaba en el barrio Residencial Sur de Posadas.
Estaba boca arriba, pero oculto bajo de un montículo de toallas y sábanas. Presentaba severos golpes en todo el cuerpo y principalmente, en el rostro. Las lesiones fueron con tanta violencia que la desfiguraron, casi por completo. Aunque la muchacha murió estrangulada.
Por las intensas heridas que sufrió Giselle en las manos, se evidenció que hasta último momento luchó por su vida.
El carnicero Carlos Martín Ruiz Díaz (por entonces de 29 años y pareja de la joven) se convirtió de inmediato en el principal sospechoso del crimen.
El femicidio ocurrió entre las 8 y las 10 de la mañana del día mencionado. Una vez cometido, el sujeto tomó en brazos a la hija de 3 años que tenía la pareja y la llevó a casa de la madre de Giselle. Allí
la dejó sin dar explicaciones y huyó al mando de su Peugeot 405.
Fue la pequeña la que dio la primera señal de alerta a su abuela: le dijo que sus padres “pelearon fuerte”. Temiendo lo peor, la madre de Giselle la llamó por teléfono. Al no tener respuestas, se dirigió hasta la vivienda ubicada sobre calle 55 casi Japón. Ingresó y se encontró con el peor de los escenarios.
Al llegar los investigadores a la escena del homicidio, notaron que el autor ordenó y limpió cada rincón de la vivienda. “Se tomó el tiempo para acomodar las cosas por lo que es claro que intentó borrar sus huellas y toda clase de pistas. Incluso acomodó el cuerpo en el sofá del living y lo ocultó debajo de las toallas y sábanas”, precisó un vocero ese mismo día.
Al revisar los dormitorios, además, se percataron que el sujeto se llevó todas sus ropas y zapatos. “No dejó nada. Antes de irse cerró todas las puertas y ventanas”, detalló.
Fuga, confesión y condena
Entretanto, el femicida escapó a Paraguay cruzando el puente Internacional San Roque González de Santa Cruz. Fue detenido al día siguiente cuando deambulaba cerca de la terminal de colectivos de Encarnación y en pocos minutos fue expulsado del país.
Antes de regresar, en la cabecera paraguaya del puente y frente a una cronista del portal de noticias Más Encarnación, admitió que había asesinado a su pareja. “Es cierto. Lo hice por cuestiones personales, por cosas mías”.
El testimonio, aunque sin valor judicial alguno, contrastó con el silencio que mantuvo luego ante el juez instructor en su indagatoria y en todos los pasos siguientes. Nunca declaró una palabra al respecto, se abstuvo y jamás dio su versión.
Hasta el 3 de marzo de 2021, casi cinco años después del crimen, cuando Ruiz Díaz confesó y acordó ante el fiscal del Tribunal Penal 2 de Posadas una condena de prisión perpetua, todo ello por videollamada desde la Unidad Penal VI, por los protocolos vigentes en esa época por la pandemia de COVID-19.
Durante el procedimiento de juicio abreviado, el femicida admitió que no quería sentarse en el banquillo de los acusados para “no someter a su hija y a sus familiares a revivir los hechos de los cuales se hace responsable” y que terminaron caratulados como “homicidio doblemente calificado por el vínculo y por ser cometido contra una mujer en contexto de violencia de género”.
Confirmó también que el domingo 20 de marzo de 2016, entre las 5 y 7 de la mañana, le causó de manera violenta la muerte a Giselle Vanesa Rodríguez, que le propinó varios golpes en distintas partes del cuerpo y posteriormente la tomó fuerte a la altura del cuello provocándole una asfixia por estrangulamiento hasta consumarse el deceso y dándose a la fuga en su automóvil.