Ser irónico, manejar altos niveles de sarcasmo, reírnos del humor negro, ejercer o alentar la burla, todas maneras de expresión que enmascaran numerosas emociones a nivel individual y colectivo.
Cuando una sociedad entera se ríe de bromas de mal gusto que exponen la inocencia de terceros, puede resultar en indicadores de carencias, traumas pasados, defensas emocionales, inseguridades, frustraciones y enojos no resueltos. Cuentas en el debe del ser.
Ante la imposibilidad de atender lo que sigue en muchos casos es la desconexión, insensibilizarnos alejarnos del centro y subir el volumen.
Con el paso del tiempo el costo de la desconexión lleva a la confusión, tensión y más ira. Se suman situaciones de reclamos, victimizaciones y distintos tipos de violencias que ante la inmunización y falta de atención a lo que pasa de fondo, naturalmente las dosis aumentan, la violencia con violencia, pide y trae más violencia, siempre que sigamos desconectados, desconectadas.
Hay situaciones que cuando se desatan hasta que no se consume toda la energía disponible, no cesan, como el fuego en un bosque seco o la semelparidad (de una sola parición) en hongos, plantas y animales. Dedicar toda la energía a un solo acto o período reproductivo al punto de estresarse tanto el organismo que luego, todo conduce a perecer. Característico de organismos que no necesariamente requieren cuidados al recién germinar o nacer, pero volvamos al fuego, ya que en nuestra especie no nos caracterizamos por la semelparidad.
Son numerosas las representaciones donde el fuego evoca a la ira, al enojo de años, esos fuegos que habitan las mentes y que cualquier chispazo los enciende, a esos fuegos aliento desde la Ecosanación y en un espacio cuidado en prácticas meditativas que eleven sus llamas y en respiración profunda.
Alimentando con puro oxígeno que consuman todo cuanto se cruce, que esas llamas asolen llanuras, montañas, poblados, ciudades (¿qué nombres y caras aparecen, qué situaciones vienen a la memoria mientras el fuego todo lo consume?).
Respirar y vivir el fuego que también cotidianamente nos consume en capacidad de respuesta, en creatividad y comprensión, en calma y contemplación, consume la inventiva y la resiliencia consume todo lo bueno y lo malo que tenemos. Ahí volver a la respiración natural por nariz, sin abrir los ojos sentirnos y reconocernos tierra devastada, observarnos con esa capa de cenizas encima, con esas últimas brazas al rojo vivo viendo cómo el viento se lleva el humo gris, como remolinos levantan escorias, restos de vegetación, alitas de insectos, plumas de pájaros y pieles de reptiles.
Recordar y llevar la atención al banco de semillas del suelo, semillas que debajo de la tierra se quedaron aguardando el agua de lluvia que invite a la germinación, ¿puedes ver la lluvia que, de nubes grises también, baja suave sobre la tierra? ¿Ves cómo el agua integra los nutrientes de la tierra? Entonces las semillas despiertan y emergen como partes de la tierra, tenemos la oportunidad de elegir qué semillas van a germinar, qué situaciones, acciones, elecciones vamos a alentar en su germinación, ¿de qué manera queremos vivir?
Integrarnos desde la respiración y visualización a los procesos que ocurren en la naturaleza (pasando 30 minutos diariamente al aire libre) puede colaborar en el desarrollo de aptitudes y actitudes para prevenir incendios internos que consuman lo nuestro y lo de los demás.
Anahí Fleck
Magister en Neuropsicología. 0376-154-385152