Por: Marcos Ruiz Díaz
¿Dónde he de ladrar mis versos? Envidio al lobo invisible.
Que aúlla y eriza antebrazos de héroes que hace tiritar los pinos empalomados que afloja el paso del corcel infinito de la noche que arrastra consigo al olvido mis noches de borroso llanto que erosiona mi sombra con el que desentierro fósiles de amores ignorados.
¿A quién he de invitar mi poema remojado en el vino sagrado de lo post-ordinario, si aún naciones enteras yacen mudas, sin poder susurrar sus tragedias, que viven como si el canto de las aveshubiese para siempre cesado?.
¿Cómo es posible que leas esto cuando los niños de la calle aún no han dormido por su madre espantados que con frío y hambre tiembla de vértigo ante el día que nace de nuevosin ocaso de ilusiones rosado?.
No importa. ¡Escribo! Escribo porque te amo porque tengo la esperanza de abrazarte, de darte la mano con mis palabrasde quedar contigo entre acentos y comasun instante aunado.
Como hermanos, como amantes, en una comunión de destinos soslayados.