La crianza de hijos en su etapa adolescente en la actualidad es un desafío que desborda los límites de la familia y se inscribe en un entramado social, cultural y tecnológico que impone múltiples presiones y demandas. La serie de Netflix adolescencia nos invita a reflexionar sobre los temores, las dudas y los fantasmas que atraviesan madres y padres en esta tarea.
Las redes sociales han reconfigurado el modo en que los adolescentes se relacionan consigo mismos y con el mundo. La inmediatez de la virtualidad, la sobreexposición y la constante comparación con estándares inalcanzables de éxito, belleza y masculinidad generan nuevas formas de ansiedad y sufrimiento.
La masculinidad hegemónica con sus estándares, aún vigentes, imponen mandatos que restringen la expresión emocional, sancionan la vulnerabilidad y glorifican la competencia y el dominio sobre los demás. En este contexto, el acoso escolar adquiere nuevas dimensiones, amplificadas por la tecnología y la viralización del escarnio público.
Estar disponibles emocionalmente, sostener y contener, establecer límites y transmitir valores dentro de las casas será fundamental, pero no alcanzará si no se promueven cambios estructurales que habiliten otros modelos.
La escuela, como espacio de socialización, tiene un papel crucial en la promoción de vínculos saludables, en la prevención de la violencia y en la construcción de una mirada crítica sobre los estereotipos de género.
La serie angustia porque todo lo que cuenta está a la orden del día, quien tenga un adolescente cerca sabe que las puertas de las habitaciones se cierran, que la conversación vía redes sociales queda en un punto ciego para los adultos, que algo de la construcción de ese mundo privado es definitoria de esa etapa y que, también, ese mundo privado no es de alguien completamente autónomo.
Es una etapa en la que la línea de dejarlos en libertad y dejarlos solos es muy delgada, porque efectivamente ese chico está entrando en el mundo adulto. Pero a la vez, está en medio de un duelo por su cuerpo infantil, por los padres de la infancia, y eso ya es muy movilizante. Dar una libertad completa es como olvidarse del hijo, que todavía necesita mucho acompañamiento. Si un chico está todo el día encerrado, algo pasa. Hay que acercarse de alguna manera y dialogar. Cuando un padre o una madre construyeron diálogo desde la primera infancia, van a poder sostenerlo durante la adolescencia, aunque se ponga más difícil.
Cobra importancia estar muy cerca de un hijo, porque es la manera de contenerlo y también de saber qué está atravesando. Hay que ofrecer todo el tiempo la casa como lugar de reunión con los amigos, hay que conocer a esos amigos porque son los que rodean a nuestro hijo, hay que ofrecer llevar y traer de una fiesta, porque los chicos cuentan mucho en esas situaciones y porque también uno puede ver cómo salieron de esa fiesta.
La serie es un recordatorio de la importancia de la detección temprana y el acompañamiento emocional en la adolescencia. Muchos de los conflictos emocionales que atraviesan los jóvenes pueden prevenirse o abordarse con intervenciones adecuadas, pero para ello es fundamental que padres, docentes y profesionales de la salud mental estén atentos a las señales.
Cecilia Castillo
Lic. en Psicología
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