Sobre las hormonas, neurotransmisores, bienestar, estrés, depresión, serotonina, dopamina y el temido cortisol, la luz azul y blanca en la retina, las 3, 4 o 5 redes sociales que visitamos, dormirnos pegados al teléfono, hablar con más de 15, 20 personas al día y a veces con 3 o 5 personas al mismo tiempo, algunos más, otros menos. La atención se divide, estoy haciendo muchas cosas a la vez y me siento fantástico, super eficiente, autosuficiente, mira todo lo que hago solo, sola.
Luego, más temprano que tarde, debo parar, debo ocuparme de mí, la higiene, la alimentación, el descanso, atender cuestiones médicas y espirituales. Cuando de pronto enfoco toda esa energía a una sola acción, sobre todo cuando la alimentación no fue natural y primaron los multiprocesados, también cuando el contacto con la naturaleza fue mínimo o nulo; cuando relajar músculos de mandíbula, oídos, frente, ojos tuvieron oportunidad.
¿Cuántos minutos pude reírme a carcajadas el último fin de semana?, ¿pude reírme solo y de mí?
¿Qué hice conmigo el último mes, me felicité, me reproché, me agradecí, me premié, me bendije, me elegí, me regalé, me dejé sorprender, me relajé, me dormí o me desperté?
Evolucionamos en contacto con la naturaleza, pasando mucho tiempo observándola, aprendiendo de ella, imitándola y a cambio, pudimos por cientos de años mantenernos en equilibrio.
La contaminación ambiental es una realidad, pero a ésta le sigue la contaminación social, seguimos y obedecemos a normas y patrones que poco tienen que ver con lo que realmente necesitamos.
Establecemos y damos por hecho que ahora, así es normal y además está bien.
No siempre lo normalizado está bien. Desde Ecosanación te invitamos a indagar qué cosas desde hace unos 100 años no eran normales y ahora lo son, pero además de haberse normalizado no nos hacen bien. Por ejemplo:
1. Irnos a dormir mirando una pantalla (celular, tablet, televisor, etc.)
2. Desayunar multiprocesados, harinas, líquidos envasados ricos en sodio y azúcares.
3. Pasar horas trabajando en soledad, consumir excesivamente información.
4. Uso excesivo de redes sociales lo cual provoca estrés y ansiedad.
5. Pérdida de interés en las conexiones intergeneracionales.
Así, podemos enumerar varios ejes y situaciones que se ven reflejados en contaminación social eso que ya como individuos y colectivo hacemos, pero que no logramos sentirnos en paz.
La vida moderna tiene su lado positivo, podemos encontrar gente que hace mucho no sabíamos de ellos, acceder a relatos y situaciones que no nos hagan sentir tan solos o raros, conocer métodos terapéuticos distintos que nos acerquen a la naturaleza, nos permitan una educación emocional y espiritual que orienten el discernimiento en la toma de decisiones. Decisiones que nos nutran, energicen y den paz.
Anahí Fleck
Magister en Neuropsicología. 0376-154-385152