Hoy se cumplen 43 años de la gesta de Malvinas, una guerra que dejó 649 combatientes argentinos muertos y un sin fin de historias, de relatos de los misioneros que estuvieron en las islas durante los 74 días que duró el conflicto, quienes coinciden en que lo más doloroso fue “el posguerra, donde la sociedad nos dio la espalda”.
Oscar Valiente, un misionero nacido en Santa Ana, integró el Escuadrón 9 del Ejército y estuvo en combate al comando de un blindado en Malvinas, en diálogo con PRIMERA EDICIÓN, reflexionó sobre esta fecha tan especial para todos los argentinos y dijo que “para todos los veteranos que vivimos la experiencia de la guerra de Malvinas, esta fecha la tenemos presente bien en el fondo de nuestras mentes y corazones porque sabemos que hay que estar recordando a aquellos compañeros que quedaron, que no pudieron volver. Conforme pasan los años, la edad parece que nos va haciendo torcer esa dureza que teníamos en aquella época y por ahí los sentimientos nos dejan nostálgicos”.
Confesó que “para nosotros sería bueno que todo el año podamos recordar la gesta de Malvinas en distintos ámbitos pero faltaría una planificación y acompañamiento a nivel provincial, municipal y nacional, bien coordinado, cosa que el argentino tenga sembrado eso en forma diaria, semanal o mensual porque no es solo el 2 de abril sino todo el año que tenemos que recordar. Falta ese reconocimiento más específico para nosotros porque la gran mayoría en un principio era dejado a un lado porque nos decían ‘los locos de la guerra’ o ‘los chapitas’”.
Valiente recordó que “toda mi vida, cuando buscaba trabajo y nombraba mi antecedente que era excombatiente de Malvinas me iba mal pese a que nunca fui alguien violento o que salía a manifestarme pero la gente tenía cierto recelo de eso. Con los años me fui cuidando porque me di cuenta que decían: ‘Cuídate de ese porque va a reaccionar en cualquier momento y no sabemos con qué nos va a salir’. Tanto es así que me fui al sur porque acá yo pedía trabajo y me decían que no había. Me ofrecieron un trabajo en el sur y me fui a Comodoro Rivadavia, a pala y pico en una fábrica de sulfato de sodio”.
Comunicación
En otro momento de la charla, Valiente, del Centro de Ex Soldados Combatientes en Malvinas Argentinas “Alfredo Gregorio”, comentó cuándo y cómo le comunicaron que su destino sería el escenario del combate. “El 2 de abril, cuando ya estaba la operación Rosario en acción, yo estaba en Puerto Deseado, Santa Cruz, que era mi destino, en el Escuadrón 9 del Ejército Argentino. Me habían dicho que se iba a crear el Regimiento de Tanque 9 y así fue ”, dijo.
Detalló que “fui con el Escuadrón 9 destinado a Chubut, a la nueva guarnición militar en Río Mayo, precordillera de Colonia Sarmiento, donde está el lago Pueblo. Estuve una semana ahí y un día me dijeron: ‘Usted tiene una hora para prepararse, se va a Malvinas’. Así que esperamos que venga el carretón, alzamos dos tanques, fuimos hasta Comodoro Rivadavia, al aeropuerto, para esperar un vuelo Hércules que nos llevó a Malvinas. Salimos una medianoche oscura, muy cerrada y aparecimos en Malvinas entre el 7 y el 8 de abril. Yo tenía 20 años en ese momento y estaba haciendo la carrera militar”.
Valiente apuntó que él “manejaba uno de los tanques y el jefe me dijo que me habían elegido porque tenían que mandar a un mecánico armérico, otro mecánico de comunicaciones y un mecánico artillero pero como yo hice el curso, básicamente yo podía cumplir esas tres funciones. Un suboficial mayor vino y me dijo: ‘Pibe, no puedo hacer nada por vos, no puedo retenerte’. Como si fuera mi papá lloraba y me pedía perdón, pero yo le dije que yo me había preparado para eso”.
Desde ese momento, Valiente rememoró que “me puse en la cabeza que tenía que volver de Malvinas por más que tuviera que nadar arriba de una tabla y así fue. Cada vez que zumbaba un proyectil cerca, que me atacaba un avión Sea Harrier yo estaba pegado como gelatina al piso y eso en gran parte me salvó porque muchos no podían cumplimentar esa acción clave para evitar las esquirlas”.
Las adversidades que pasó Valiente, “fueron muchas, más allá del clima. Por suerte o bendición, antes de que comience el combate estuve bien armado. Estábamos integrando un regimiento de tanques, con el destacamento de SKEL-181, que era todo blindado y el Escuadrón 10 de la Tablada, con más de cien hombres que vinieron a pie y trajeron dos blindados. Éramos en total cerca de 10 blindados para recibir si había desembarco enemigo. Yo tenía una radio de largo alcance y escuchaba todas las noticias del mundo, sabía qué estaba pasando pese a que algún jefe decía que esos cobardes no iban a venir. Yo ya estaba enterado de que habían venido y los teníamos acá”.
En enero ingresó a la colimba y en abril estaba en Malvinas
Carlos Ángel Rivarola, integró la Primera Brigada Aérea del Palomar, Compañía de Defensa de la Fuerza Aérea Argentina y fue uno de los misioneros partícipes en el conflicto bélico de Malvinas. Hoy a la distancia recuerda aquello como una etapa compleja por todo lo vivido, en especial luego del regreso, cuando muchos les dieron la espalda.
“En el año 82 me incorporé a la colimba como soldado. El 7 de enero me presenté acá en el Regimiento y ese mismo día al mediodía nos vinieron a buscar en un camión, nos alzaron a un avión y nos llevaron a Buenos Aires, al Palomar directamente. Allí hice toda la instrucción durante tres meses y un poquito más. De ahí directamente fui a Malvinas”, explicó Rivarola, .
Detalló que “yo era soldado fusilero, abastecedor. Llevaba los valijines con balas para mi compañero, aparte de mi fusil. Nosotros quedamos en Puerto Argentino, en la zona entre el Faro y el Aeropuerto. Ahí recibíamos bastante bombardeos, porque los ingleses querían destruir la pista del aeropuerto”.
Rivarola, dijo que “pasamos momentos difíciles, frío, principalmente, mucho viento al que no estábamos acostumbrados e influyó que nos llevaron de un día para el otro”.
Rememoró que “la rendición, llegó en la madrugada del 14 de junio , dijeron que habían capitulado, pero en ese momento se seguía combatiendo donde nosotros estábamos, se veían los dos montes con bengalas. A las 6 de la mañana yo estaba de guardia y vino un oficial y nos juntaron a cien soldados en una carpa. Ahí nos comunicaron sobre la rendición”.
Al regreso, todo fue muy difícil, “volvimos a Buenos Aires y nos encerraron en una piecita con una luz de frente alumbrándonos a la cara, obligándonos a no contar nada de lo que pasamos. Fue muy duro la posguerra”.
“Solo se acuerdan de nosotros los 2 de Abril”
Manuel Casais, es uno de los Héroes de Malvinas, que combatió como integrante de la Armada Argentina y destaca que cada 2 de Abril “nos encontramos con nuestros camaradas que compartieron distintos lugares en las Islas y se nos escapa un lagrimón en forma de desahogo por todo lo que vivimos allí y también después”.
El posadeño, aclaró que “cuando alguien nos pide hablar sobre el tema, nos ponemos nerviosos o lloramos. Pero principalmente es un desahogo de angustia porque a pesar de haber pasado tantos años seguimos un poco escondidos, como desde un principio cuando volvimos de Malvinas que no podíamos hablar nada del tema porque nos decían que nos harían juicio a cada uno que hablaba del tema de la guerra”.
Para Casais, “no se puede valorar lo que uno no conoce y al no conocer al veterano de guerra se nos encasilló como los loquitos de la guerra. Entonces la misma sociedad, el gobierno de ese entonces y los que siguieron hasta ahora, trataron siempre de tenernos escondidos y ser solamente excombatientes desde las 8 de la mañana hasta las 8 de la noche del día 2 de Abril y nada más. Y eso no es así”.
El excombatiente entiende que “como país, como argentinos, tenemos que tener una forma de enseñar a la juventud en los colegios sobre las Malvinas Argentina con una materia. Por eso es que siempre estamos luchando con los amigos y camaradas, de malvinizar nuestra nación a las nuevas generaciones que vienen para que sepan de qué se habla. Como siempre digo, la sociedad no nos puede querer o no nos puede reprochar nada si no nos conoce”.
Recordó que “en mi secundaria ingresé a la Armada en 1978 y nos recibimos en dos años en la Escuela de Mecánica ya con grado y nos fuimos a destino. A mí me tocó la base Aeronaval Espora, donde estuve un año y al próximo, la base aeronaval Puerto Belgrano, donde amarran todos los buques de guerra. Ahí tenía en el Comando la primera división de destructores, estaba como secretario del comandante de esas dos divisiones de la flota de mar, que eran la Hércules y la Santísima Trinidad”.
Sobre cómo se enteró que iban a formar parte del desembarco en Malvinas, Casais rememoró que “fue en un tempranero oscurecer del día 27 de marzo, nos dijeron que el 28 a las 8 de la mañana formábamos todo para embarcar y hacer desembarco. Cada cual con su ropa de combate, empezamos a subir y zarpamos con destinos desconocidos. A partir de ahí fue un derrotero”.
Siguió detallando que “antes de amanecer para el 1 de abril, después de haber navegado un montón, de estar tomando mate con los amigos, cantar las canciones de Gieco y Serú Girán, nos mandaron un comunicado número uno del Comando en Jefe de la Armada y el presidente de la Nación, con toda la historia de Malvinas, que estaba en manos de los ingleses, que fueron usurpadas y que íbamos a hacer historia recuperando a la hermanita perdida. Por supuesto, fue un jolgorio, un griterío entre nosotros… fuimos a cambiarnos para el combate y a cargar nuestros proyectiles porque los que teníamos eran de salva para los ejercicios”.
Indicó que “estuvimos a las órdenes para el desembarco, pero se suspendió y se dejó todo para otro día por cuestiones climáticas, según decían. Después no enteramos que no fue por una cuestión climática sino por un informe de los chilenos que les habían avisado donde nosotros bajábamos. Así se pasó para otro día el desembarco que lo concretamos. Teníamos que respetar a la gente del lugar, tirar para no matar, sino tratar de disuadir. Hasta ahí, puedo contar con mucha emoción y alegría”.