Denunciar la situación de calle que enfrentan millones de niños en todo el mundo es la premisa de cada 12 de abril, fecha instituida para advertir cómo se vulneran los derechos educativos, económicos, sociales y familiares de los más pequeños.
Es, al mismo tiempo, una oportunidad para reflexionar acerca de la importancia de la inclusión social y la protección de los más débiles, por lo que resulta necesario implicarse personal y colectivamente en la protección y apoyo a los niños en situación de calle.
Al respecto, uno de los informes más recientes de UNICEF, describe que la indigencia en niñas y niños en Argentina aumentó al 14,3% y equivale a 1,8 millones de chicas y chicos. Más aún, de acuerdo con estimaciones del organismo, el escenario se habría agudizado hasta alcanzar al 19,4% de la población infantil. Son 630 mil chicas y chicos más que viven en hogares que no cubren la canasta básica de alimentos.
En tanto, la pobreza monetaria afecta al 57,0% de niñas y niños, lo que equivale a 7,1 millones de chicas y chicos. Algunos de ellos se encuentran incluso en situaciones de mayor vulnerabilidad: la pobreza se eleva cuando los referentes del hogar tienen muy bajo clima educativo (83%), en los casos de hogares monomarentales (68%) o cuando residen en barrios populares (84%).
Los niños en situación de calle encarnan con crudeza el paradigma de la exclusión social. Vivir en y de la calle trae consecuencias devastadoras sobre el desarrollo de los menores porque, a los problemas vinculados con la salud física y mental, se añaden otras como el consumo problemático de sustancias, la criminalización, el maltrato y la disrupción de la continuidad educativa, entre otros.
Trabajar sobre ello en todas las vías posibles, estatales y sociales, personales y colectivas, es una obligación actual e ineludible.