Clotilde Elisa Pigerl (94) es la primera mujer escribana de la Zona Centro y la primera en ejercer un cargo en la Justicia Federal de Misiones, abriendo caminos cuando aún no existían. Con esfuerzo, amor y una fe inquebrantable en la educación, marcó el rumbo para muchas generaciones.
Con más de 70 años en la profesión, sigue siendo ejemplo de compromiso, ética y vocación. Su historia fue reconocida en una entrevista concedida a la revista de noticias del Consejo Federal del Notariado Argentino (CFNA).
Nació el 10 de diciembre de 1930 en el paraje Santa Inés, municipio de Garupá. Hija de Otto y María, inmigrantes alemanes, asistió a la escuela primaria en su pueblo natal y luego en el Colegio Alemán de Crespo, en Entre Ríos. De regreso a la tierra colorada, cursó el secundario en el colegio Santa María, de Posadas.
Recordó que, cuando estaba por terminar el secundario, “papá me preguntó si iba a seguir estudiando en el Santa María, donde se dictaba la carrera docente, o si deseaba continuar otra carrera. En ese momento, la región no contaba con una universidad y opté por escribanía, que fue y es mi pasión. Era una profesión que podía ejercer desde mi casa”.
En 1949, Clotilde y su familia recorrieron el camino que los separaba de la ciudad de Santa Fe para que la joven pudiera estudiar y lograr un título universitario. Se inscribió para las carreras de educación física y escribanía pública, carrera de la que egresó y el 18 de marzo de 1952 obtuvo el título. “Cuando volví a Misiones para ejercer, en Posadas había una sola mujer escribana. A medida que pasaron los años, muchas más comenzaron a interesarse y a ejercer la profesión, lo mismo que en otras disciplinas”, agregó.
Sobre las dificultades que debió atravesar, refirió que “en aquellos años era muy difícil para una mujer viajar sola a los grandes centros universitarios del país, transitar por caminos de tierra, alquilar una casa o buscar una pensión. Tuve la suerte de vivir el primer año en un colegio religioso y después en el pensionado católico San José, de Santa Fe, donde, reconozco, fui muy bien cuidada y gracias a eso pude estudiar y recibirme”.
Una vida sin pausa
Con el título en mano y un futuro por delante, Pigerl volvió a su provincia donde realizó junto al escribano Miranda, de Eldorado, sus primeras prácticas notariales. Bregando por los derechos de la mujer, en 1954 fue nombrada secretaria del Juzgado Federal de la Provincia de Misiones, a cargo del doctor Horacio Amuchástegui. Este nombramiento la ubica como la primera mujer en desempeñar un cargo en la justicia misionera.
El 16 de enero de 1956, en el Club Progreso, de Posadas, y ante la necesidad creciente de una universidad en el Nordeste del país, se creó la Comisión Nacional Pro Creación de la Facultad del Nordeste, que fue presidida por Pigerl. Durante su gestión se creó esa Casa de Estudios con la apertura de la Facultad de Medicina, en Corrientes, y la Agrotécnica, en Misiones.
El 31 de agosto de 1957, se casó con el doctor Héctor Ramón Pereyra Granado. Ese mismo año se creó la Justicia Provincial de Misiones y se estableció un juzgado en Oberá, creado a instancias de un grupo de jóvenes abogados entre los que estaba Pereyra Granado. La joven pareja se estableció, entonces, en la Capital del Monte. Fueron padres de: Silvia, Graciela, Laura, Rafael, Roberto, Susana (fallecida) y César.
En 1958, Pigerl se matriculó en el Colegio Notarial de la Provincia de Misiones y, el 11 de mayo de 1962, juró como escribana pública titular del Registro Notarial Nº27, con asiento en Oberá, cargo que aún mantiene, ejerciendo su profesión de forma intachable.
Siempre al servicio del notariado y abrazando la profesión como el primer día, con 94 años continúa participando de cursos de perfeccionamiento tanto en Misiones como en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA).
A su entender, “todo en el notariado tuvo un cambio y una evolución, aun difícil de medir. Y sigue evolucionando con la llegada de la tecnología. Durante muchos años se escribía el protocolo a mano y luego en las máquinas sin memoria, así que había que hacer el testimonio copiando el protocolo y las copias con papel carbónico. Imagínese un mutuo con hipoteca, que en algunas ocasiones comprendía varios inmuebles…nos moríamos haciendo copias”.
Con el tiempo “vinieron las máquinas eléctricas y, por último, las computadoras, que facilitaron mucho el trabajo del notariado. Hoy, en la era de la digitalización, todo se sigue haciendo más sencillo”, celebró.
Se mostró agradecida por tener “una familia unida y ejemplar. Mi esposo era abogado y cinco de mis hijos también lo son, y tres ejercen el notariado”. En Oberá, donde se desempeña desde hace más de 70 años, “logré el respeto de la comunidad. Después de tantos años de labor realicé escrituras a abuelos, tíos, padres e hijos. Soy conocida, respetada y tratada con un cariño. Tuve la suerte de vivir una vida plena antes de ejercer mi profesión de escribana. Ya recibida trabajé como maestra rural, viviendo en una de las chacras de mi padre. Desde 1965 ejerzo la profesión, y es algo que llevo adelante con mucho amor, pasión, estudio y respeto”.
Su hijo Rafael le agradeció “por tu lucha silenciosa, por tu coraje de pionera y por tu inmenso corazón. Sos raíz y faro para todos los que creemos en la justicia con humanidad”.
Capacitarse es lo importante
Además de recordar sus primeros pasos en el notariado, Pigerl brindó una mirada sobre la actualidad y destacó la importancia de la capacitación para ejercer el oficio de manera óptima y brindando siempre servicios a la comunidad.
Sostuvo que la creación del Colegio Notarial después de la provincialización de Misiones, como los cursos que se dictaban en Buenos Aires a través del Instituto Argentino de Cultura Notarial, creado por el Consejo Federal del Notariado Argentino -a los que concurría acompañada por sus hijos: Graciela, titular del Registro 50, de San Vicente; Laura, titular del Registro 69, de Aristóbulo del Valle, y César, adscripto a su registro-, “ayudaron a mejorar notablemente la legalidad de la profesión”.