PARAJE APARICIO CUÉ. Para llegar a la Escuela Bilingüe 909, de Aparicio Cué, se debe ingresar unos diez kilómetros por un camino terrado que se conecta con la ruta nacional 12, en la localidad de San Ignacio. Desde el camino se observa el cartel de chapa que anuncia el ingreso al terreno donde está enclavada la escuela. La tranquera de alambres y palos se abre y entonces es preciso desandar otros cien metros para poder ver el edificio escolar: una derruida vivienda de tablas, con un mástil hecho de tacuara en su exterior. Este establecimiento, es una de las todavía muchas escuelas rancho que existen dentro del sistema de educación, donde niños y docentes toleran como pueden, día a día, los embates de la precariedad infraestructural. En este caso, se da en una ciudad que recauda millones de pesos anuales en concepto de entradas a las Ruinas Jesuíticas de San Ignacio, segundo atractivo turístico con mayor afluencia de visitantes en la provincia. PRIMERA EDICIÓN visitó días atrás el paraje Aparicio Cué, y acudió a la escuelita 909, para conocer por dentro el sufrimiento diario de una comunidad escolar completamente olvidada por el Estado. Una precaria casa de maderaLa Escuela 909 se creó como tal el 9 de noviembre de 2010. Sin embargo, desde 2004 este mismo espacio funcionaba como aula satélite de otra escuela bilingüe de la zona, la Escuela 15. El establecimiento consta de una antigua casa de madera, que presenta un estado realmente deplorable tanto externa como internamente, y que se encuentra en un terreno fiscal, con permiso de ocupación a nombre de un vecino. Los pedidos de la comunidad escolar para que se construya una estructura digna, datan ya de 2004 y se reiteraron sin éxito, durante todos estos años. Todas las gestiones y funcionarios que han pasado por el Consejo General de Educación y el Ministerio de Educación de la Provincia, conocen el problema edilicio de la Escuela 909. La falta de voluntad política para acercar soluciones, se escudó siempre, en los inconvenientes vinculados a la tenencia y propiedad de la tierra. La directora de la escuela Beatriz Sequeira, contó a PRIMERA EDICIÓN que “llevamos muchos años pidiendo por notas y otros medios, que nos construyan una escuela en mejores condiciones, porque como pueden ver, es muy difícil dar clases en estas condiciones. Siempre nos dijeron que no podían construir por un problema burocrático con el tema del terreno. Ahora apareció un vecino que nos donó un nuevo terreno de media hectárea, y tendrían que venir a mensurar para poder avanzar con la construcción de la nueva escuela, y tampoco se ha dado lugar a eso aún”. Para la directora, la escuela “tiene características edilicias muy humildes, los baños son letrinas, cuando llueve se filtra mucha agua, cuando llueve es imposible dar clases, y cuando hace calor los chicos sufren muchísimo porque no hay ventilación alguna; cuando hace frío también se siente muy fuerte, porque las paredes son tablas por donde se filtra el frío. Además no se puede mantener en condiciones higiénicas adecuadas, hasta hay un nido de termitas en un aula, es insalubre”. Actualmente acuden 34 niños a la Escuela 909. Tres de ellos provienen de una comunidad mbya cercana: Katupyry. Los demás son hijos de pequeños productores locales. En cuanto al plantel docente, está compuesto por la directora, dos maestras y un auxiliar indígena. La escuela, además de sus paupérrimas condiciones edilicias, nunca tuvo portero, por falta de nombramientos.
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