Posadas. Las madres desamparadas del barrio San Lucas se sienten más olvidadas que nunca. En el pequeño hogar que fue abierto por María Galván, ya fallecida, siguen viviendo cuatro mujeres con doce niños de distintas edades y juntos sobreviven día a día, con necesidades de todo tipo. En la pequeña casa que habitan, precaria, de madera, apenas entran los deteriorados colchones que son colocados en el piso para descansar. La humedad y la lluvia de los últimos días complicó aún más la situación de las mujeres y los chicos, ya que la poca ropa no se seca y sólo sirvió para empeorar la salud de los menores enfermos. Silvia Galván (40) es una de las hijas de María, quien desesperada pidió ayuda y dijo que cualquier cosa les sirve, ya que no sabe a quién recurrir para atender las necesidades de los chicos a quienes cuida como sus propios hijos. “Yo estoy muy desesperada, ya no sé a quién pedir, sigo con esto porque era el deseo de mi mamá, pero desde que ella murió nadie nos ayuda”, manifestó la mujer con lágrimas en los ojos. A pocos metros de la Escuela 205, por calle Larrea, se encuentra la casita que tiene un cartel que cuelga de un árbol que dice: “Madres desamparadas, niños con hambre”. Sin agua potable y cocinando lo poco que tienen en un fogón viven diariamente, sólo cuentan tres veces por semana con la ayuda alimentaria de la cocina centralizada de Miguel Lanús, según dijo Silvia, quien ya no sabe cómo seguir. “No tenemos nada, ni cucharón para servir, ni hablar de detergentes y jabón para lavar la poca ropa”, agregó la mujer que también se encuentra superando un problema de salud. Los colchones colocan en el piso, no tienen camas, ni muebles. “Desde que no está mamá no tenemos nada, nadie más nos ayuda”, agregó.María Galván (27) es la hermana menor de Silvia, aunque cuenta con la ayuda del Salario Universal porque tiene tres hijos, dijo que prácticamente todo el dinero se invierte en la medicación para una de sus hijas, Yésica (4), quien padece un serio problema en los huesos. “Nosotros cuando podemos salimos a vender plantas, pero ni siquiera para eso nos alcanza, como para comprar y poder revender”, indicó Silvia, quien dijo que solamente percibe 150 pesos de los tickets para comprar mercadería. “Cuando cobro ni siquiera sé qué comprar primero, porque todo falta”, lamentó.Ayer en la casa también estaba Rosa Aguirre (31) con cuatro chicos, quien llegó hace un par de años porque no tenía donde ir. A metros del pequeño “hogar”, se encuentra otra casita donde reside Silvia junto a otra mamá y una nena. “Necesitamos chapas de cartón, ni siquiera pedimos de cinc”, dijo y criticó a los candidatos que están haciendo campaña. “Por acá nadie quiere venir, se reunieron acá cerca, pero nadie quiere meterse en el barro y la humedad, y ya no sabemos a quién recurrir”, insistió.
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