POSADAS. “Tenemos una bala para vos”, alcanzó a advertirle alguien en medio de la confusión. A un costado volaban palos, botellas, piedras y puñetazos. El estampido del disparo retumbó en los pasillos del barrio. El joven de 19 años sintió por primera vez cómo el proyectil se abría camino por las fibras de su pierna sin pedir permiso.La escena parece extraída de una vieja película de gangsters. Pero sucedió. Y pasó en Posadas. Lo testimonia el “plomo” que aún lleva en una de sus piernas el muchacho de la casa de ladrillos a la vista y patio de tierra, en el corazón de la chacra 112. Él prefiere no dar la cara ante la prensa. Tiene miedo, como casi todos en la calle 113, a no más de 5 minutos del centro de la capital provincial. A metros del cruce de las avenidas Almirante Brown y Lucas Braulio Areco (115).“Nosotros hablamos, pero no queremos fotos ni que se publiquen nuestros nombres”, le advierten los vecinos a PRIMERA EDICIÓN. El miedo, pero también la bronca, afloran en cada palabra. Desde hace más de un año se transformaron en víctimas periódicas de “La emboskada”, la nueva pandilla delictiva que atemoriza a varios sectores del oeste capitalino.Son adolescentes, casi todos de entre 15 y 17 años. Y son muchos: los investigadores calculan que cerca de 200. Así, como si fueran “pirañas”, arrasan con los barrios, incluso con armas de fuego. Generalmente no roban, sino que salen de madrugada a “marcar territorio” o, como se los escuchó decir, “a buscar quilombo”. Poder territorial“Los chicos de ‘La emboskada’ vienen, y destruyen todo. A mí me ‘reventaron la casa’. Y andan con armas, porque nosotros nos despertamos a los tiros, llegan a las 3 de la mañana y arrasan con todo. Es algo impresionante: entran por la calle y desde el primero hasta el último hay como cien metros. El otro día, cuando le dispararon a mi vecino en la pierna, eran como 70. Cualquiera que ande por el barrio corre riesgo”, cuenta una vecina en la reunión improvisada que se formó ante el cronista de este diario.“La emboskada” nació hace poco más de un año en el seno de un grupo de jóvenes. Los detectives creen que la génesis tuvo lugar en la chacra 130 (rodeada por las avenidas Martín Fierro, Chacabuco, Jauretche y De Andrea). De allí son varios de sus integrantes, aunque ahora parece que el “centro neurálgico” está en la chacra 111 (Areco, Blas Parera, Brown y Zapiola). También hay presencia fuerte de la banda en el barrio Santa Rita.Como en toda organización delictiva, más aún al tratarse de menores de edad, no resulta fácil distinguir un líder. Sin embargo, los investigadores ya tienen identificado a quien manejaría los hilos de “La emboskada”. Se trata de un adolescente de 17 años, el mismo al que en la chacra 112 sindican como el autor del disparo contra el joven de 19 años.La banda tiene sus códigos, como se puede observar en la red social Facebook, en los perfiles de varios de sus integrantes, que posan en innumerables fotos con los dedos de la mano en forma de arma de fuego, una señal que los investigadores consideran, no es casual. Tampoco un tatuaje en forma de “estrella” que identifica a la mayoría de quienes forman parte de la “hermandad”.Como se mencionó anteriormente, el grupo no tiene como principal objetivo el robo. En realidad, todo se trata de una cuestión de “respeto”, algo así como una lucha por poder territorial a lo largo y ancho de los barrios en los que han sabido generar bataholas, siempre enfrentándose con los grupos de jóvenes “locales”.No obstante, quienes más han sufrido a “La emboskada” en estos últimos meses son los vecinos de la chacra 112, quizás por una cuestión geográfica: la pandilla tiene actualmente como centro de reuniones la chacra 111, cruzando la avenida Almirante Brown al norte.Fue justamente en ese lugar, en la calle 113, donde tuvo lugar uno de los enfrentamientos más violentos. Fue el pasado domingo 28 de julio, hace apenas medio mes, alrededor de las 3.30.A esa hora, unos setenta integrantes de “La emboskada” mantuvieron en vilo a la chacra 112 armados con palos, piedras y armas de fuego, como bien lo puede testimoniar el joven de 19 años que recibió un balazo en una pierna. Los vecinos coinciden en que pudo ser peor.“Entraron entre todos, algunos en moto. El ‘jefe’ de ellos tenía un arma y empezó a disparar. A uno le agarraron y lo empezaron a golpear con la culata. El muchacho ese estaba ahí parado, fueron, y le metieron un tiro. Disparan a quemarropa, al que le pega, le pega”, cuenta otra de las vecinas que también vivió en primera persona la última “incursión” y que agrega otro dato no menor: “La emboskada” entró al barrio en busca de un par de menores que formaban parte pero que abandonaron el grupo en los últimos meses.Al parecer, ese es uno de los códigos. “Si entrás, no podés salir porque te buscan. Dicen que si te salís, te van a liquidar”, comenta otra voz detrás del anonimato, quien a su vez asegura que “ellos mandan a decir durante la semana que el sábado o el domingo van a entrar y van a ‘explotar’ todas las casas del barrio”.Otro ataque de similares características ocurrió hace aproximadamente dos meses y medio en inmediaciones de Almirante Brown y Aguado. En aquella oportunidad, una patrulla policial acudió al llamado de los vecinos, pero debió replegarse y solicitar refuerzos luego de que los uniformados fueran recibidos a balazos en medio de una gresca en la que participaban por lo menos un centenar de menores. Antes, en marzo, la Policía volvió a chocar con “La emboskada” en Martín Fierro y Areco, donde otra vez un centenar de adolescentes provocó desmanes al enfrentarse con un grupo de jóvenes de la zona que fueron atacados a piedrazos y palazos sin más razón que la de ver “quién es el más fuerte”.“Nosotros hicimos varias denuncias y se tranquilizaron un poco, porque la Policía viene y entra. Se calmaron unos seis meses, pero ahora parece que volvieron con todo”, le dijo a este diario otro vecino de la chacra 112, quien recordó “que esta era una zona tranquila hasta que ellos empezaron a entrar. Tenemos miedo por las criaturas y por que no sabemos qué puede llegar a pasar. Dios no lo permita, pero si siguen así van a matar a alguien”.Negación y consecuenciasEl oficial principal Horacio Esquivel asumió la subjefatura de la comisaría seccional Sexta hace poco m&
aacute;s de dos meses. Sin embargo, rápidamente tuvo que familiarizarse con la problemática de la banda que asola principalmente en jurisdicción de esa dependencia.El funcionario policial confirma la peligrosidad de la pandilla y asegura que en esa comisaría se viene trabajando desde hace tiempo con esa problemática. Sin ir más lejos, Esquivel cuenta que hace no más de cinco días debieron actuar ante un nuevo llamado de los vecinos.“Fue el último martes, cerca de las 20.30. Nos avisaron que se estaban juntando en la chacra 111, sobre la avenida Almirante Brown. Había insultos y corridas cuando fuimos. Eran unos treinta menores y lo que hicimos fue dispersar a la gente”, narró el uniformado, quien además confirmó que el último fin de semana debieron montar un operativo en conjunto con el Comando Radioeléctrico Oeste y efectivos de la Unidad Regional I para evitar que volvieran a ingresar a la chacra 112.“La mayoría de ellos ya ha pasado por la comisaría. Al ser menores quedan a disposición de sus padres. Nosotros hemos hablado con los progenitores, pero muchos lo niegan o no quieren aceptar que sus hijos forman parte de esta ‘patota’. No se dan cuenta de la magnitud que tiene todo esto y de lo que puede llegar a ocurrir”, señala Esquivel. Claramente, la falta de contención familiar para con los menores se transforma en el foco inicial detrás del problema.Desde la Sexta trabajan también en colaboración con los foros de seguridad de los barrios de la zona, que sirven de apoyo a la hora de las prevención. “El objetivo es, en principio, evitar que se junten”, añade el oficial, quien confirma que se sigue investigando y que mucho de lo actuado, por ejemplo en aquel ataque armado al joven de la chacra 112, ya está en manos de la Justicia, que ahora debe resolver qué hacer al respecto.Mientras tanto, en la 112 y en otras chacras del oeste posadeño los vecinos se mantienen en vilo apenas baja el sol y el viernes se transforma en noche. “Acá nadie quiere irse a dormir temprano y muchos se acuestan con la ropa puesta, para levantarse y salir más rápido a enfrentarlos. Hay que defender el barrio. Es así. Son ellos o nosotros”, resume un vecino al extremo, con el instinto de supervivencia a flor de piel y el miedo a que la próxima víctima esté en su casa.
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