MOSCÚ, Rusia (Medios Digitales). Nadie puede discutir que el presidente ruso, Vladímir Putin, es un líder capaz de hacer frente a sus enemigos. Pero su gran apuesta por los Juegos Olímpicos de Sochi, que arrancan el mes que viene, es una dura prueba de si su estrategia defensiva es la correcta. El Kremlin ha puesto en marcha un modelo de seguridad que mezcla las viejas prácticas de la URSS -listas negras, redadas masivas, restricción de libertad de manifestación- con las nuevas posibilidades que ofrece la alta tecnología, como escudriñar cada una de las comunicaciones privadas que se producen durante estos días en torno a esta ciudad blindada a las orillas del Mar Negro. La región del sur de Rusia que limita con el Cáucaso, donde existe una insurgencia islamista que libra un pulso con Moscú desde los 90, ha sido sacudida estos días por una cadena de atentados mortales a cargo de activistas que operan en solitario o con el apoyo de pocas personas, burlando los férreos controles de seguridad y sacrificando la vida en unas operaciones difíciles de abortar a tiempo.Mientras desde el Gobierno se insiste en que se hace todo lo necesario, algunos expertos aseguran que desde ciertos despachos se va incluso más allá. Las llamadas de teléfono, los correos electrónicos, las conversaciones de “chat” y hasta los comentarios en las redes sociales son monitorizados en función de determinadas palabras clave. Así lo ha desvelado Andrei Soldatov, uno de los expertos en servicios de inteligencia que hay en Rusia, que además se muestra preocupado porque semejante intromisión en la privacidad de cientos de miles de personas puede ser en vano si el planteamiento general falla. “Los radicales del norte del Cáucaso han abandonado el formato militar y ahora combaten en células pequeñas que no pueden ser detectadas con los drones que está usando el Kremlin y es muy probable que también escapen a los pinchazos telefónicos”, explica al diario El Mundo este especialista. El problema es que el nuevo modelo de atentados, que tienda hacia un perfil de “lobo solitario” o grupos muy reducidos, apenas necesita infraestructura y mucho menos coordinación, por lo que no depende de las comunicaciones para actuar. La situación actual “requiere un trabajo de campo a largo plazo” y compartir más información, pero en los servicios secretos rusos reina “la desconfianza”.Intervención directaAunque Rusia sea el país que ha dado cobijo al “chivato” que osó denunciar el espionaje del EEUU a sus propios conciudadanos, resulta que el sistema de monitorización de comunicaciones de los rusos -denominado SORM, Sistema de Investigación de Actividades- es todavía más ambicioso que el de los norteamericanos, pues accede directamente a los dispositivos en lugar de usar como intermediarios a las empresas de comunicaciones, que es lo que hacía EEUU con el sistema PRISM.





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