CANDELARIA. Delia Pellegrini de Mercol cumplió nada menos que cien años, pero eso no es tan noticioso en estas épocas, pues muchos abuelos alcanzan a cumplir esa cantidad de años. La grata noticia es que ella está fantásticamente bien. No tiene ninguna de las típicas afecciones de la edad madura, nada. Hasta lee sin anteojos desde que la operaron de cataratas.Lleva sus años tan bien puestos que hace honor a una verdadera acuariana. Ella misma nos confirmó que está bien y se siente bien porque el secreto es “vivir bien”. Sonreía a cada saludo, abrazo y beso que iba recibiendo a medida que llegaban los invitados. Como Delia es tan querible y como no siempre se cumple cien años, en la Casa de los Abuelos de Candelaria -donde reside por cuestiones de atención personalizada-, tanto los hijos como los propietarios del lugar le organizaron la gran fiesta con los abuelos. En medio de un decorado especial, se ambientó el gran patio donde hubo empanaditas, sandwichitos, chipitas, tartas y otras cosas ricas. Cálido festejo con música regional al son de arpa y guitarra que animaron a la cumpleañera a dar unos pasos de baile con su nieto Nicolás y su hijo Mauricio. La acompañaron sus hijas Marta y Raquel, como también su nuera Cristina y tres de los trece nietos (con Daniela y Clara), sin contar que también tiene 19 bisnietos. Muchos de ellos se sumarían a otra fiesta familiar, que será el fin de semana. Delia no es una persona fuera de lo común, pues vivió y sufrió como cualquier ser humano los avatares de una larga y fructífera vida, pero supo por ejemplo sobrellevar grandes pérdidas, primero por la muerte de su esposo, luego la de su hijo mayor y más tarde la de su nieto Iván en el caso que conmovió a Posadas ya hace ocho años, cuando el joven había ido a bailar al boliche y terminó muerto de un botellazo. Ese fue un golpe durísimo para toda la familia, pero ahí están, unidos como a ella le gusta. Es fuerte como un roble, cariñosa y afable, tan querible por todos en la Casa de los Abuelos. La responsable Tanti Sartori contó a PRIMERA EDICIÓN que “ella está atenta a todo lo que pasa, dirige y advierte sobre todos los abuelos y abuelas. Los controla y si alguno no come se lo dice a las chicas. Es un amor realmente”. Con mucho cariño, el doctor Ulises Soto llegó para darle un abrazo y ella lo reconoce sin el menor atisbo de duda. Desde lejosYa durante la charla que tuvo este diario con la agasajada supimos que mucho de lo que se pregona como bondades siguen dando la razón, pues Delia se crió en el campo. Nació en Las Varas (Córdoba) y sus cuatro hijos nacieron allí. “Yo ordeñaba vacas, trabajaba en el campo. Había mucho por hacer, tenía que cuidar casi 500 pollos. Eso es mucho, es un trabajo duro”, confesó ya poniéndose un poco seria. También reconoció que el ponerse un poco más coqueta con aros y collar de perlas era muy de vez en cuando en el campo porque “ahí no se puede parar”. Se levantaba “ni bien clareaba porque me gustaba tomar mi matecito antes de empezar”. Obviamente, poco más pudo relatar, pues en ese ínterin recibió un llamado telefónico: era un sobrino desde Córdoba. Luego vinieron las fotos, el disfrutar de la comida que por suerte también tiene vía libre. “No tengo nada, soy muy sana. No tengo colesterol, nada en la sangre ni diabetes. Solamente que ahora no uso sal, pero en casa nunca usamos mucha sal ni tampoco abusábamos de las grasas, comimos siempre normal, como en cualquier casa”, y ése es su secreto. Con una piel envidiable y un espíritu arrollador, Delia celebra la vida. También recordó que antes, en el campo, “vivíamos separados, en diferentes casas, pero compartíamos el mismo campo y las labores. Vivíamos divididos porque mi suegro tenía unos cuantos campos. Yo siempre fui muy atenta con mis cuñados, hacíamos las cosas entre todos y -eso sí- no discutíamos nunca porque ahí nos paraban el chorro. La unión de la familia es lo principal, nadie discutía, hablábamos pero nadie tenía trapos guardados. Así vivíamos bien y tranquilos. La unidad de la familia es lo principal”, y volvió a repetirlo luego del tradicional canto del Feliz Cumpleaños. Muy felices estaban también sus hijos al ver a su madre tan entera, sin mayores problemas. El varón, Mauricio, mimándose entre sus “mujeres” porque ahí estaban las hermanas, su esposa y su madre. Y ¿por qué Delia vino a Misiones?, se preguntarán como lo hicimos nosotros: “Vine por mis hijos, atrás de mis hijos”, quienes llegaron por razones laborales y así volvieron a unir la familia, al menos gran parte, pues no todos pueden venir a la tierra colorada, como una de sus hijas, quien sí llegó especialmente para este gran evento. Como si fuera una diversión la vida, Delia reconoce que el tiempo pasó rápido, “y este año sí que no me di cuenta. Pasó tan rápido que ya estoy ahora acá”, riéndose como una niña. Los otros abuelos y abuelas del hogar aprovecharon para disfrutar de una hermosa tarde de música y cosas ricas que no siempre están permitidas, como la gran torta que prepararon especialmente para Delia las cocineras de la Casa. Felicidad, amor, cariño… qué más se puede pedir.
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